Dos chicos y una chica de 16 y 17 años votaron por primera vez. Cuentan cómo se prepararon, con quiénes conversan de política y cómo ejercieron su derecho.
Por Mailén Fox y Federico Spano
Una ley, en términos ideales, siempre llega para reconocer, ampliar u otorgar derechos, pero no siempre viene acompañada de su consiguiente cambio cultural. Los jóvenes son estigmatizados por los adultos y mayores, en muchos casos, del mismo modo que los jóvenes y adultos estigmatizan a los mayores. Por estos días, siempre suele aparecer un buen motivo para no oír, menospreciar, invalidar o no respetar lo que dice el otro. Y, si se puede, a su vez, desautorizar por una cuestión etaria y por consiguiente inalterable, pareciera ser un gol de mitad de cancha para algunos actores de nuestra sociedad.
Tres jóvenes, una piba y dos pibes de Buenos Aires, tres trayectorias diversas que confluyen en una historia común: se trata de tres jóvenes que estan viviendo su primer experiencia electoral como participantes activos. Antonia tiene 17 años y vive en Palermo; Guido tiene 16 y vive en Ituzaingó; y Tomás, que tiene 17, es oriundo de Villa de Parque. Antonia habla de su identidad y se identifica con muchos pibes que no militan pero se informan para tomar una decisión, Guido ya se propuso trabajar desde el centro de estudiantes de su escuela para que todos se tomen en serio el momento de votar, y Tomás analiza e interpela a su realidad de forma crítica; ninguno de los tres permanece indiferente al balotage del próximo 22 de noviembre.
Los tres poseen perfiles y estilos de vida distintos entre sí y, en su conjunto, dejan a la vista la infinidad de respuestas interesantes y de mundos disímiles que se meten en una misma bolsa y se tiran a la basura cuando alguien se permite callar, ignorar, menospreciar y hasta no creer que vale la pena compartir su opinión con estos nuevos protagonistas de la democracia que no planean dejar de ejercer sus derechos. De la boca de los tres se escucha una referencia clara a cómo opera el mundo de los adultos: “Te callás porque lo digo yo, que soy más grande que vos y me debés respeto”. Palabras que oyeron muchos cincuentones y cuarentones de hoy en su infancia, pero que los tres traen a la memoria cuando comienzan a hablar de política.
Las y los jóvenes del 2015 también conocen esa manera de interpelar la juventud que restringe voces, ideas nuevas, visiones ingenuas, esperanzadoras, nobles, sin tanta de esas “contaminaciones” propias del curso de la vida. También el famoso “vos sos muy chico para hablar de política” que conocen todos los pibes y pibas que desde el 2012, gracias a la ley 26.774, están habilitados, más no obligados hasta los 18 años, a gozar de todos los derechos políticos conforme a la Constitución y a las leyes de la República.
“Antes de las PASO me metí en las páginas de los partidos, aunque no de todos, obviamente. Entré a donde me podía llegar a interesar. Sabía que a Scioli o a Recalde no los iba a votar, no me daban ganas porque no coincido con sus ideales, pero después a los demás candidatos creo que entré a todos, me fije sus propuestas y ahí elegí a uno”, detalló Antonia y aclaró:“Lo poco que sé, o lo que sé, lo fui investigando yo, más mi colegio (Carlos Pellegrini), más mis amigas, más mi casa”. Distinto es el caso de Tomás, quien asiste al Instituto San José y se lamenta de que no haya centro de estudiantes en su colegio: “En mi colegio no hay ningún tipo de participación estudiantil. Todo lo que es toma de decisiones, está supervisado por un consejo, compuesto por el rector, el padre de la iglesia y demás personas, pero los alumnos no tenemos ninguna chance de participar. El solo hecho de tener un centro de estudiantes genera otra dinámica entre los alumnos”. De todas maneras, Tomás cree entender los motivos del instituto: “Yo supongo que es así no porque no les interese, sino porque es menos riesgoso tomar una decisión en base a la experiencia que tienen los miembros de ese ‘consejo’ por sobre lo que puedan decir los estudiantes. Es como si no pudiese haber una alternativa menos estructurada, y que no sea acorde a las preferencias de los directivos, porque les es más sencillo manejarse así”.
Guido es vicepresidente del centro de estudiantes de la escuela N°13 de Ituzaingó. Su primer voto lo elaboró con su mamá y con su hermana, y aseguró que se preparó para ese día: “Lo tomé con muchísima responsabilidad porque creo que tenemos que cuidar la democracia que hoy en día tenemos”. El mundo de cada uno estos tres jóvenes es amplísimo en su variedad y está compuesto por otros tantos actores de igual, menor, o mayor edad que sin lugar a dudas influyen e influencian en su visión de las situaciones particulares, sociales y políticas. “Yo creo que la democracia se cuida preocupándose por los adolescentes, tratando de vincularlos con la sociedad. Creo que nos tienen que escuchar, y que si tenemos cosas que preguntar, que nos puedan responder o no, pero así se construye la democracia: incluyendo voces, no callándolas”. Antonia mencionó a su casa como un lugar donde “si bien no hay bajada política, sí se habla” y la señaló como un lugar donde“aprende mucho”, no sin antes destacar que es en el colegio donde más se informa sobre política y donde se da cuenta de qué cosas le gustan y qué cosas no.
El colegio Carlos Pellegrini forma parte de una selecta lista de instituciones educativas públicas a lo largo del país que han contado históricamente con una tradición de participación e intervención política del estudiantado. No es así, por ejemplo, en las instituciones educativas religiosas o privadas donde las decisiones las toman unos pocos y el contenido político es escaso:“En el colegio no trabajamos mucho lo que sería una elección acorde a nuestros gustos, sino que es más como una cátedra de los gustos políticos del profesor y varía según quien te hable, pero muy de vez en cuando”, se lamentó Tomás.
“Yo tengo la suerte de que a mis compañeros amigos y familiares, excepto a mi mamá, les gusta la política. Y nos informamos, armamos mini debates, sacamos conclusiones y es importante porque es nuestra primera vez que votamos. De esta manera nos incluimos cada vez más en la sociedad”, explicó, entusiasmado, Guido, quien comparte una dinámica de grupo similar a la de Antonia, pero desde otra perspectiva: “A mis amigas les interesa la política y se discute bastante. Hay dos que militan en la escuela, una es ‘k’ y la otra ‘troska’. Las que no militamos igual nos metemos, opinamos y también escuchamos y aprendemos porque saben bastante de lo que va pasando en el país en general”, explicó ella. Por el lado de Tomás, al menos en su grupo de amigos y compañeros de colegio, no ve mucho entusiasmo para con el tema electoral, pero aclaró: “A medida que aumenta la edad, sí, el interés por el tema “política” es más alto”. Sin embargo, recordó: “Tengo dos amigos que van a otras escuelas y participan de sus centros de estudiantes y hasta uno, Lucas, se postuló a presidente de su centro de estudiantes”.
En un contexto tan politizado y con intereses tan contrapuestos a la hora de informar desde chicos, medianos y grandes medios cómo es que se vive hoy en día y qué es lo que pasa en la sociedad, la política y la economía, resulta indispensable hablar con los jóvenes, escucharlos, aprender, enseñar y empatizar porque puede ser muy nutritivo y purificador, incluso para aquellos que se han visto decepcionados, se encuentran desesperanzados o no confían en que un futuro mejor
@EscuelaETER Unite a Vínculos, Campaña de alfabetización digital para adultos mayores, conectando emociones