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LA TRAVICIENTA


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El cuento dice que a las doce de la noche la carroza de Cenicienta se convierte en calabaza. Son las cuatro de la tarde y Daniela Ruiz baja de su propio carruaje negro y amarillo: un taxi que la deja en la puerta del Centro Cultural Alfonsina Storni en el barrio porteño de Balvanera. No pierde ninguno de los zapatos de taco alto que lleva puestos mientras avanza por las escaleras de la entrada. Algunos alumnos del taller de actuación que coordina todos los miércoles de 18 a 21 hs. se acercan a saludarla. Daniela sabe que está cumpliendo el sueño de su vida, como si fuera un cuento de hadas: vivir de su pasión por actuar.

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“Soy como La Travicienta de este sueño que fue llegar hasta donde llegué. Fui expulsada de Salta por mi familia, como muchas de las chicas que salen de los pueblos del interior y vienen a Buenos Aires con la esperanza de poder ser ellas mismas”, dice y recuerda que el camino no fue fácil. Así, huérfana como La Cenicienta, llegó al Gondolín, el mítico hotel del barrio de Villa Crespo que aloja a las travestis que vienen del interior y no tienen a dónde ir. “No tuve más remedio que vincularme a la prostitución como única posibilidad de subsistencia”, dice Daniela y agrega: “fue duro llegar y conocer lo que era la discriminación, la marginalidad. Desde ese lugar tuve que construir mi identidad”.
Daniela empieza la clase y sus alumnos siguen cada movimiento. Unos ejercicios de relajación para comenzar y luego una ronda de improvisación corporal. Esta actriz, que además de haber participado en obras de teatro como La Casa de Bernarda Alba y documentales de género como Reina de Corazones, es directora de Artetvtrans, la primer cooperativa de teatro transgénero del país. “Desde la cooperativa intentamos la inclusión social para que nuestras compañeras dejen de tener a la prostitución como principal medio de vida”, dice y remarca la importancia de buscar alternativas. “Las personas trans somos parte política y cultural de la sociedad. Somos ciudadanas que participamos en el colectivo social en todas sus dimensiones; milité por la Ley de Identidad de Género que nos visibilizó como colectivo trans frente a una sociedad que nos discrimina muchísimo”.

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Daniela empezó de muy chica a estudiar teatro en Salta, su provincia natal. “Al principio actuaba vestido de varón; hacía de gaucho. El arte me ayudó a liberarme, libera los géneros y las identidades. Y lo que somos como seres humanos”, afirma con emoción y rescata la importancia del arte como actividad social. “El teatro ayuda a integrar a cada ciudadano, a cada vecino que viene al taller. Por otro lado, me da la posibilidad de que me conozcan fuera del estereotipo de lo que es ser una persona trans”.
La clase termina y sus alumnos aplauden. Fueron piratas, astronautas y gladiadores; viajaron con su imaginación a lugares a los que sólo la creatividad del ser humano puede llegar. Daniela se va caminando por las veredas rotas de Balvanera. El reflejo de la tarde en sus zapatos los hace brillar, como si fueran de cristal.


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