CULTURA
Lucía Prieto: “Cada decisión tomada en el proceso fotográfico es una declaración política”
La fotógrafa, docente y militante feminista explica cómo entender el mundo a través de una mirada comprometida con la sociedad.
“La fotografía como expresión artística tiene que estar viva. Tiene que latir. Y para que eso pase tiene que haber una pulsión en el momento de fotografiar”. Su particular mirada del mundo está registrada en miles de sus fotos. En esos trabajos, Lucía Prieto capta momentos de la historia reciente de forma muy precisa. Esos momentos van desde la celebración del amor, hasta la lucha colectiva por una vida más digna. La mirada es sensible y comprometida. Una mirada necesaria en estos tiempos.
-¿El arte puede ser una herramienta política?
-Para mí, todo es político y el arte no está exento de eso. La fotografía, al igual que cualquier otra forma de arte, no puede escapar a esa carga política. Cada decisión tomada en el proceso fotográfico desde el encuadre hasta la selección del sujeto es una declaración política. No creo en un arte apolítico o neutral, ya que incluso la falta de posicionamiento también constituye una postura política.
-¿Cómo vinculás a la fotografía con la política?
-En el ámbito de la fotografía documental, aunque parezca un debate saldado, todavía me encuentro con discusiones en redes sociales sobre la dicotomía “subjetividad/objetividad”. Yo defiendo la subjetividad en la fotografía. No solo se trata de las imágenes que capturamos sino de cómo las capturamos, qué mostramos y qué decidimos dejar fuera. Cada una de esas decisiones está mediada por nuestra experiencia personal y nuestro contexto socio-cultural y económico. En ese sentido, la fotografía es siempre una forma de intervención, y el hecho de decidir qué recorte hacer de la realidad ya es un acto político.
En mi caso, la fotografía está siempre cargada de intención. Incluso en los trabajos más personales, los sujetos que elijo, las situaciones que retrato y las escenas que me conmueven están marcadas por mis convicciones y mi mirada crítica.
En el caso de las marchas, por ejemplo, al armar un retrato no intento capturar una “realidad objetiva”, sino transmitir el contexto social y político que subyace en esa situación, dándole visibilidad a lo que me parece importante. Mi mirada está siempre comprometida con lo que creo y defiendo.
-¿Qué es lo que te lleva a elegir los momentos que capturás?
-La fotografía como expresión artística tiene que estar viva. Tiene que latir. Y para que eso pase tiene que haber una pulsión en el momento de fotografiar, que el gesto previo a la toma surja desde lo visceral, desde lo emocional, o desde las propias convicciones o contradicciones.
No puedo fotografiar algo que no me convoque de verdad. Por eso intento no ficcionarme a mí misma. No tanto en relación con la realidad externa, sino con mi forma de ver y entender el mundo. Fotografío desde ahí: desde lo que me conmueve, desde lo que no puedo ni quiero ignorar. Eso atraviesa tanto mi práctica fotográfica más militante como mi búsqueda artística o poética. En ambos casos, fotografío desde una necesidad interna de decir algo.

Créditos: Lucía Pietro para Revista Anfibia
-¿Cómo llega tu primera cámara de fotos a tus manos?
-De chica, nací en el 84, usé cámaras analógicas como muchos en esos tiempos pero no recuerdo haber tenido una conexión especial con la imagen en aquel entonces. La primera cámara que me marcó llegó en 2006 cuando nació mi hija.
Mi mamá, que vivía en el exterior, me regaló una Panasonic compacta con la intención de poder acercarle el crecimiento de su nieta a través de las fotos. Mirando a mi hija y explorando el autorretrato con un trípode y la luz de una estufa mientras ella dormía, algo se encendió en mí y nunca más se apagó.
-Leí en una entrevista que sos autodidacta y que aprendiste viendo muchas
fotografías. ¿Recordás cómo fué el momento en que decidiste que querías dedicarte
a la fotografía?
-¡Es verdad! En ese momento era madre primeriza y muy joven con poquísimo tiempo libre para mí, sin contención familiar para las tareas de cuidado y con una economía bastante precaria, así que no podía estudiar fotografía como me hubiera gustado.
Encontré mis propias herramientas de aprendizaje mirando muchísimas fotos, tratando de descubrir por qué algunas me atrapaban y otras me resultaban indiferentes. Copié mucho a mis referentes en los comienzos. Tocaba botones, probaba cosas una y otra vez. Siempre con un espíritu muy lúdico. Fue un aprendizaje lento, pero muy divertido para mí.
Un tiempo después empecé a trabajar como recepcionista en una empresa, en 2009. Con la ayuda, nuevamente de mi mamá, pude comprar mi primera cámara réflex. Laburaba de lunes a viernes, y algunos fines de semana asistía a un fotógrafo en casamientos. En mis ratos libres seguía explorando, retrataba a mis amigues, buscaba nuevas fotos.

-Como fotógrafa participaste de movilizaciones masivas, varios encuentros de mujeres y del colectivo LGBTIQ+. ¿Cómo fue esa experiencia?
-Desde 2015 participo en todos los encuentros y manifestaciones del colectivo feminista que me fueron posibles desde mi lugar de mujer, fotógrafa y militante. Ese recorrido no solo marcó mi forma de estar en el mundo, sino que también constituyó el cuerpo de trabajo más extenso de mi archivo fotográfico hasta hoy.
-¿Por qué es importante para vos poner el ojo en este tipo de vivencias colectivas y de construcción?
-La imagen tiene un rol fundamental: nos permitió narrarnos en primera persona. Fuimos los propios protagonistas de esas luchas quienes empezamos a documentar nuestras vivencias, nuestra militancia. Esa perspectiva situada tiene un valor político y simbólico enorme porque desarma relatos hegemónicos que durante años hablaron por nosotrxs.
En un análisis que compartí durante una mesa redonda en el MALBA sobre “Fotografía en manifestaciones” señalé cómo esas imágenes permiten, vistas con el paso del tiempo, leer las transformaciones del movimiento. Esas transformaciones se ven reflejadas en las consignas y cómo se fue gestando un cuerpo colectivo: la mirada se desplaza, se pasa de hablar hacia afuera a hablarnos entre nosotrxs y fue dejando de ser una para ser todas.
Por eso valoro tanto ese archivo que construimos entre muchxs: un registro colectivo, plural, diverso, que no sólo documenta la historia del movimiento sino también da cuenta de nuestra propia evolución como sujetos políticos.
-Si pudieras imaginar una foto de tu vida dentro de 10 años, ¿cómo te gustaría que
sea?
-No lo sé. Espero que sea una versión sincera de mí. Ojalá esté en calma con la persona en la que los años y las experiencias me hayan convertido. Deseo que siga teniendo ganas de participar en la construcción de un mundo más humano, más empático y más justo, desde el lugar que elija habitar en ese momento. Y claro, espero que esa Lucía del futuro siga conectada con la fotografía, sin haber perdido ni la pasión, ni la curiosidad, ni el juego.
*Estudiante de la carrera de Periodismo y Producción de contenidos a distancia.
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