Es vocera feminista y utiliza su voz para hackear estereotipos y mandatos de la feminidad en la cultura masiva que alimentan la violencia y la desigualdad. Desde “Mujeres que no fueron tapa” realiza acciones que tienen como objetivo desnaturalizar y construir otras narrativas para las mujeres.
Activista feminista, escritora y abogada argentina, Lala Pasquinelli es de las mujeres que resuenan y sus palabras tienen eco en la escena feminista mundial -elegida como una de las 100 mujeres más influyentes en 2023 por la BBC-.
Fundó Mujeres que no fueron tapa en 2015, proyecto activista de transformación social y hackeo de mandatos. Tras el lanzamiento de su nuevo libro “La estafa de la Feminidad” invita a comprender qué implica pensar el patriarcado y alzar la voz en contra de la violencia que genera la cultura masiva a través de la producción de un ideal clasista, sexista y racista, y que perjudican directamente a las mujeres.
DE LA FALLA A UN SUPERPODER: SUS INICIOS
—¿Cómo fueron tus primeras experiencias pensando en el patriarcado?
—Mi mamá es una mujer muy fuerte y muy capaz, es un tren mi vieja. La verdad es que en mi casa no había nada que yo no pudiera hacer o que viera que mi mamá no podía hacer por ser mujer. El registro de la desigualdad me llegó un poco más de grande.
Fue en el mundo del trabajo y la universidad donde empecé a encontrar mayores restricciones. Sobre todo sentir esta sensación de rotura o falla, porque el esfuerzo para encajar en esos lugares era realmente muy grande y violento para mí.
Yo hice muchos años de psicoanálisis, décadas. Nadie te abre una puerta para pensar que lo que te pasa tiene que ver con el lugar que te asignan en el mundo. Creo que no todo es un problema individual.
—¿Qué te trajo salir de esa sensación de “agujero existencial”?
—Fue encontrar en eso que siempre había sido un problema, una potencia; encontrar mi poder. Eso realmente lo cambia todo.
—¿En qué momento te dejó de dar miedo hablar y te empezó a dar más miedo callar?
—No fue un click, pero sí un proceso de reconocimiento de mi propia voz como algo que estaba bien. Es un camino que hay que recorrer con otras, provoca muchísimo daño hacerlo en soledad. Hay que buscar espacios de legitimación de la propia voz. Lo que venimos a contar es algo que va en contra de los sentidos comunes de la época y, por supuesto, no va a encontrar una aprobación generalizada.
ABRIR CONVERSACIONES NECESARIAS: SU PROYECTO ACTIVISTA “MUJERES QUE NO FUERON TAPA”
Mujeres que no fueron tapa lanzó varias consignas en redes sociales a lo largo de los años. Animaron a mujeres a alzar su voz, ponerle cuerpo a diferentes consignas y consiguieron grandes repercusiones.
Hace tres años la consigna fue #HermanaSoltáLaPanza. Tras un intenso y minucioso trabajo, lograron el objetivo de que muchas digan “acá estoy, este es mi cuerpo, dejé de hacer todo esto porque no me animaba a aparecer en lugares”.
La activista confiesa que esta fue su campaña favorita hasta el momento y que, dentro del ideal de belleza, fue el mandato de la delgadez el que más la atravesó en lo personal: “Me gusta decir que son ‘trastornos de distorsión de la propia imagen’. Para mí ese es el punto de partida, después viene la obsesión, la restricción, el hambre y todo lo demás”.
Tras un año del lanzamiento de ese hashtag, las vidas de muchas mujeres ya habían dado giros primordiales como, por ejemplo, cambios de pareja, trabajo o estudios.
A su vez llegaron nuevas consignas como ocurrió con #HermanaSoltáElReloj que se abrió conversación sobre legitimar el deseo de no ser madre. Lala confiesa que también es un tema clave sobre el cual se encuentra escribiendo actualmente: “Yo tenía la certeza de que la liberación de esos cuerpos iba a traer otras liberaciones”. Esto es algo que aborda en “La Estafa de la Feminidad”, su nuevo libro. “Nosotras aprendimos a obedecer en y con el cuerpo, también podemos aprender a revelarnos en y con él a través de una gestualidad que nos libere”, propone la activista.
“LA ESTAFA DE LA FEMINIDAD”, NUEVO LIBRO DE LALA PASQUINELLI
“La hipótesis del libro es cómo la belleza nos educa para ser sumisas; y la ‘carnada’ o ‘zanahoria’ siempre es la felicidad. La promesa es que la belleza te va hacer acceder al mercado del amor y del deseo. Al mercado del trabajo también, porque hoy la belleza es una exigencia para el ejercicio de cualquier profesión”, argumenta al mismo tiempo que lamenta que “ser elegida por un varón” sea una idea de felicidad. “La felicidad está en la heterosexualidad solamente, ¿no? Si sos elegida por un varón vas a poder tener una familia, vas a poder tener hijos y vas a alcanzar la total felicidad en la maternidad”, continúa.
Además, Lala expone que la sumisión de la belleza se vincula con la normalización del silencio de las mujeres: “Todo lo que tenga que ver con una gestualidad de lucha y certeza o con una voz, va a ser identificado con la fealdad. Por ejemplo, en Argentina está Ofelia Fernández, una mujer joven que intenta tener una voz en la política y las críticas de la televisión vienen por su cuerpo”.
—También por ser demasiado joven o no tener filtro al alzar la voz, ¿no?
—También, claro, pero esas críticas pueden ser refutadas. En cambio, las críticas que tienen que ver con la belleza, no tienen nada que ver con su desempeño eventualmente. Es usar la belleza como excusa para callarte.
Hay otro vínculo todavía más complejo que denuncia la autora: el desarrollo cognitivo. Desde pequeñas nos educan para ocuparnos del aspecto físico. “A pintarnos las uñas y maquillarnos, mientras los pibes juegan en el espacio público y desarrollan su fuerza física”, ejemplifica.
ANTE CONTEXTOS VIOLENTOS, VANGUARDIA FEMINISTA
—Actualmente, en el contexto de derechización social, los discursos y la violencia machista tienen mayor impunidad, ¿te cuesta más salir a poner la cara hoy?
—Por supuesto, sin ninguna duda. Porque sabemos lo que viene y porque hay una base social muy grande para toda esta violencia. Hay que decirlo, hay que nombrarlo. Ya nos callamos mucho y así estamos.
Esa “base social” de la que habla no sólo se compone por la derecha actual, por eso remarca: “Muchas cosas están pasando en este momento con las voces femeninas. Estas voces están siendo silenciadas por el neofascismo, por la ultraderecha, pero también por un progresismo que, evidentemente ahora que puede, también muestra otras formas”.
En esta dirección da como ejemplo los streamings: ámbitos de representación joven donde muchas mujeres vuelven a ocupar un lugar de meras “reidoras” que no muestran su voz crítica.
No obstante, Lala resalta que, aunque falte visibilidad, esa multitud feminista del 2018 sigue presente de otras formas. “La marcha del 8 de marzo de 2024 fue muy masiva en todo el país, esas semillas están ahí. La conciencia de la opresión y de que la liberación viene de la organización política con las compañeras, no se ha perdido y no se va a perder”, asegura y afirma que “alcanza con ir a cualquier asamblea universitaria o de barrio para ver feministas que se organizan y accionan”.
LA CRUDEZA DE LA VOZ DIGNA
—La BBC te nombró una de las mujeres más influyentes del mundo en 2023, ¿cómo te llevás con el imaginario o ideal de “súper vocera feminista”?
—Cuando me dicen que soy una genia, lo tomo igual que cuando me dicen que soy un idiota.
Lala busca y encuentra su legitimidad en los espacios de compañeras que hacen cosas, a eso sí le atribuye valor: “Hay un montón de compañeras a las que admiro y, cuando comparten sus ideas, hay otras con las que puedo no estar de acuerdo pero me parece re valioso lo que hacen, porque hacen en el mundo que ya para las mujeres es un montón”.
Su reconocimiento es para ella un reconocimiento al feminismo argentino, en especial, en el período de elecciones del 2023: “Que no vuelva a ganar la derecha en nuestro país es un mensaje muy importante para el mundo”. Por eso, destaca la responsabilidad de que aquellas que tienen una voz en la actualidad, la utilicen: “No es para convencer a nadie, yo la verdad es que no creo en eso. Sí para que otras sepan que estamos acá, que podemos ser refugio, que hay otras que no piensan que todo está perdido”.
—¿Algún consejo para las que empezamos a alzar la voz y salir del anonimato?
—A mí lo que más me sirvió (piensa y se pausa) fue darme cuenta que no le podía caer bien a todo el mundo. Los que te dicen que la forma es importante están diciendo que lo que no les gusta es lo que tenés para decir. No importa la forma, importan tus ideas, importa lo que vos decís, importa decirlo como vos lo quieras decir. Tu voz tiene que aparecer lo más clara posible, y esa clarificación lleva tiempo, porque tus ideas se van a ir transformando.
Pasquinelli sabe que lo que tenía para decir se hizo más audible a medida que logró expresarse con mayor autenticidad. Dice que eso generó mucha reactividad, pero también acercó voces cómplices que sí quisieron escucharla: “Por eso no discutimos, por eso no damos un puñetazo arriba de la mesa cuando sería muy necesario en un montón de ocasiones. ¿Si tiene costo? Sí, altísimo. Eso hay que decirlo también”.
—Tener al feminismo como ética de vida puede traer mucha paz y claridad. Sin duda implica muchas cosas, pero al final del día ¿estás viviendo con…?
—Con dignidad (se apura a decir). Que, básicamente, es lo único que nadie nos va a sacar aunque todo el tiempo lo intenten. Yo creo que nuestra conquista más importante es la dignidad.
*Estudiante de la carrera de Periodismo y Producción de contenidos a distancia.
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Excelente nota! En un contexto donde la crisis de representatividad le da lugar a un impensado neo fascismo la voz de las mujeres toma fuerza, como motor de cambio y se vuelve imprescindible en la lucha por un mundo más equitativo y justo.