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ALEJANDRO KOHL: “SEREMOS TODOS SANOS EL DÍA QUE TENGAMOS UNA PATRIA JUSTA, LIBRE Y SOBERANA”


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Sentado en un bar con un sombrero estilo vaquero y un libro en mano espera Alejandro Kohl. El psiquiatra e historiador toma un café con leche en una confitería frente al Hospital Alvear, aquel donde pasa sus días y algunas noches siendo jefe de guardia. A diferencia y para sorpresa de muchos de sus colegas cree que la medicación, por sí sola, no basta. Desde entonces va buscando alternativas provenientes de distintas ramas que acompañen el tratamiento de los pacientes mentales y que los ayuden en la futura reinserción en la sociedad.

Por Agustina Valle

img508 (www.eterdigital.com.ar)

Sentado en un bar con un sombrero estilo vaquero y un libro en mano espera Alejandro Kohl. El psiquiatra e historiador toma un café con leche en una confitería frente al Hospital Alvear, aquel donde pasa sus días y algunas noches siendo jefe de guardia. A diferencia y para sorpresa de muchos de sus colegas cree que la medicación, por sí sola, no basta. Desde entonces va buscando alternativas provenientes de distintas ramas que acompañen el tratamiento de los pacientes mentales y que los ayuden en la futura reinserción en la sociedad.

Cada tanto mira para afuera impaciente por cruzar Warnes. Los domingos nada de asado ni descanso, sí de familia pero no la suya. Está de guardia en el hospital y, fiel a su pensamiento, realiza actividades con los pacientes internados y sus familias. Creaciones con arcilla, manualidades, todo para promover la relación con el otro. Cada domingo Alejandro intenta achicar la brecha entre el adentro y el afuera del hospital: “Trabajamos en los horarios de visita porque incluimos a los familiares y los amigos, vinculamos ambos mundos”, cuenta.

Entre el loco y el cuerdo Kohl no hace mucha diferencia: “Cuando uno toma contacto con los enfermos mentales encuentra aspectos que le pasan a cada uno de nosotros. Lo llevan a cierto grado, con ciertas consecuencias pero nos pasan a todos”. Hace hincapié en los pacientes como material de reflexión: en su estado hablan con total franqueza de sus problemas, de esos mismos que otros están viviendo pero lo ocultan, el conocerlos puede permitirnos hacer construcciones más amplias que la pura asistencia individual. “Si sus problemas son los problemas de todos, entonces cómo hacemos para resolver problemas que no están confinados a la individualidad de una persona si no que son patrimonio común”, expresa.

Cuenta que el estrés no suele ser causa de patologías si no que es una condición de vida actual, a la cual la gente se suele sobreponer. Cuando escucha la palabra borderline su expresión sonriente pasa a otra que se parece mucho a la de un hombre estresado. “Es un error muy común pensar que es un intermedio entre la neurosis y la psicosis pero no es una estructura como esas, no es que a Freud resumamos una más. Es un déficit en la constitución de la subjetividad”, explica y agrega que se va profundizando de padres a hijos y que cada vez hay más casos a causa del énfasis en el consumo. “Si en lugar de un perfume querés cinco eso genera una patología porque lo único que querés es consumir. El que consume droga no está haciendo otra cosa que siguiendo los mismos lineamientos del consumismo por otra vía”, señala.
“Después de 25 años trabajando como psiquiatra te aseguro que los tratamientos a los pacientes se pueden llevar a cabo con mucha menos medicina que en lo que en realidad se dice”, expresa Alejandro. Se apuesta primero a la medicación, luego a la cura de los pacientes. Todo el sistema funciona bajo el interés económico y las instituciones, también la UBA en la que estudió Kohl y el hospital en el que trabaja, son parte de ese círculo. Las actividades que realiza los domingos, los cursos que ofrece y las alternativas en las que cree, no las aprendió en ninguna escuela, en las que los medicamentos son primera y única opción, sino en la formación de cuadros médicos de la resistencia peronista. “Tenían otra concepción que proviene de la resistencia. Esa fue mi referencia en cuanto a modelo alternativo. En la facultad me informé pero allí me formé”, recuerda.

¿De que hablamos cuando hablamos de alternativas a la medicación? Del juego, la fiesta y del arte. “La interacción con el otro con el objetivo de conmemorar, eso sería una fiesta, expresar, el arte y crear el juego. La gente lo recibe con buena predisposición, lo entiende y le enseña a uno”, explica. Dentro del conmemorar está incluido el museo del hospital Alvear creado por el con el fin de “ponernos a pensar que hemos hecho, vernos de un lado diferente de la función a la que siempre somos asociados, como recursos intercambiables, objetos”.

Que sea médico con un posgrado no le impide bailar en sus cursos al ritmo de la Biodanza, una de las nuevas técnicas que incorporó para lograr una mejor comunicación con el otro. “Hoy en día nos entendemos mucho más legítimamente usando códigos sensoriales que hablando. Con el cuerpo no cabe la menor duda que si vos estás agarrado de la mano con alguien sentís algo y si eso tratas de expresarlo en palabras y no podés te enojás, pero de alguna manera, con el tiempo, tus palabras se van a ir reencontrando con tus sensaciones”, cuenta. Sin embargo, esta técnica no puede ser aplicada a todas las patologías. “Lo que ocurre con los pacientes más graves es que uno intenta hablar con ellos y hablan otro idioma aunque sean las mismas palabras, el otro puede ofenderse por cualquier cosa, entonces hay que buscar el entendimiento por otro lado”, agrega.

A pesar del avance de las nuevas modalidades para el tratamiento de las patologías, Kohl sigue siendo minoritario. “Todos los alumnos que recibo en mis cursos vienen adoctrinados en el asistencialismo. De alguna manera surge gente que dice algo anda mal y ahí trato de construir con ellos, sabiendo que yo no tengo la verdad absoluta”. Al hablar de lo que opinan sus colegas y superiores, traga más fuerte de lo habitual y frunce el ceño mientras responde: “Mis colegas no lo quieren ver. No solo no lo aceptan si no que ni lo registran”.

Sobre los hospitales Borda y Moyano se ha dicho mucho, se los ha señalado con el dedo y se los ha definido menos como una solución que como un problema. Para Kohl, sin embargo, son un eslabón más de la cadena, el último y el más afectado. “Cuando en el resto del sistema manicomializamos tanto al paciente que no sabemos qué hacer con él se lo enchufamos a ellos, y entonces la gente dice: ‘miren los malos’. Es bien perverso”, explica. En su curso sobre promoción de la salud se plantea cuál sería la solución en cada uno de los niveles, dejando claro que todos somos responsables de la situación actual y que cerrar los manicomios no es una opción viable.

Como historiador aporta con sus investigaciones sobre la evolución del control social y sobre cómo ha ido cambiando la concepción sobre la locura hasta hoy en la que el loco es asociado con lo peligroso. “En la década del 70 se permitió abrir el tema, entre otros, de la salud mental a una serie de prácticas que tendían a incluir a los enfermos dentro de la comunidad. Hoy ese mismo discurso fue tomado por el neoliberalismo y se lo rebautizó como desmanicomialización, pensando que por ese medio se iba a lograr que los pacientes vivieran mejor que estando recluidos en un manicomio pero es todo una especulación económica”, indica y agrega: “No importa la situación de los pacientes si no cómo se va a gestionar un sistema rentable que aporte dividendos para quienes lo operen. Los pacientes son pura excusa”.

Sobre si existe la cura total, el médico sonríe y reprime una carcajada. “Estoy dispuesto a cambiar mi respuesta llegado el momento pero creo que sólo seremos todos sanos el día que tengamos una patria justa, libre y soberana”, responde mientras se pone su sombrero y sale al día donde lo espera el otro mundo, el que él elige, el de los locos.


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