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AMOR Y DESAMOR A LA URUGUAYA


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Es una novela corta, directa y contundente donde todo, empezando por el amor, es debacle, el fin del encantamiento, de los proyectos y los sueños. Mairal va desarmando, en un solo día, ese castillo de cartas que con tanto esmero construimos: la estabilidad, el amor, la pasión, el ideal, los hijos, el trabajo. Sólo la familia sale redimida, no por perfecta e impoluta sino, muy por el contrario, por obsoleta. “Hay que animarse a tirar las fotos al suelo. La idea de familia tiene algo de bloques combinables, cada uno la arma como puede”, se consuela el autor de Salvatierra y El año del desierto.

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La carta que mentalmente escribe Lucas Pereyra -intenso narrador- a su ahora ex mujer, se asemeja, en su vértigo y cadencia, a una voz interna, esa que nos hostiga sin complacencias pero que rara vez ponemos en palabras. Narrada con crudeza e ironía, Mairal reconstruye esas 24 horas en las que, Buquebús mediante, Pereyra viaja a Uruguay para retirar unos dólares que le permitirán saldar deudas y salir de ese letargo bucólico depresivo que en nada lo ayuda a escribir las novelas por las que ya le adelantaron derechos de autor. La frustración, entonces, es uno de los motores del libro. Consumar su relación con Guerra, una joven de 28 años con la que había compartido meses atrás un viaje a Valizas, es el otro. ¿Y la traición? En esta novela, que en pocos meses llegó a su tercera edición, la traición -cualquiera sea su disfraz- parece quedar saldada porque al fin y al cabo, la sospecha ensombrece a todos sus protagonistas.

Sea la uruguaya que lo desvela, sus problemas económicos, su matrimonio resquebrajado o su paternidad (“Vos sabés que yo lo amo a mi hijo, pero a veces me agota, no tanto él, sino mi constante preocupación por él”), la constelación de pensamientos del narrador nos interpela. ¿Acaso existe alguien que no haya sentido alguna vez que todo lo que lo rodea se volvió demasiado complejo?

El remedio que Mairal encuentra a tanta crisis, es volver a lo esencial: “Me quedaba grande toda esa vida que habíamos levantado juntos. Si no podés con la vida, probá con la vidita.”
Aquí queda planteada una posible puerta de salida; usted, lector, sabrá.


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