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Comida: ¿Por qué tiramos toneladas por año?


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A pesar de que desde el 29 de septiembre de 2019 Argentina se convirtió en el primer país en establecer un día para promocionar la concientización sobre la pérdida y el desperdicio de alimentos, este año se habrán tirado 16 millones de toneladas de alimento a la basura. En un país con el 40,9% de sus habitantes por debajo de la línea de pobreza, ¿qué políticas públicas existen para cambiar esta realidad? ¿Cuál es el rol de la industria alimentaria? ¿Existen alternativas?

Por Eugenia Belingar, Hugo José Del Valle Servidio y Nicolás Matheos

Es viernes y Emanuel Toranzo lo sabe. Junto a un equipo de ocho personas sale rumbo al Mercado Central. Como cada semana, y aun en pandemia, este grupo de héroes sin capa, pero empapados en solidaridad y conciencia, pasarán la mañana rescatando alimentos que están por ser desechados, aunque estén en buen estado. Será una jornada productiva y volverán a casa con casi 3 toneladas de comida que, de otra manera, terminarían en la basura, pero que ahora servirán para alimentar a personas en situación de vulnerabilidad que concurren a los distintos merenderos e instituciones con los que colabora la ONG Alimendar Hurlingham.

Rescate Alimendar

“En Argentina se pierden o desperdician 16 millones de toneladas de alimento al año, lo que equivale casi a 1 kilo de comida por persona por día. Es un número exorbitante”, explica Toranzo, chef y dueño de Arte al Plato, un emprendimiento que se dedica a brindar capacitaciones gastronómicas tanto a empresas como a comedores y merenderos solidarios. “En estos cinco meses ya rescatamos 45 mil kilos de alimentos que fueron parte de más de 250 mil platos de comida, entre frutas y verduras que recolectamos del Mercado Central y de distintas empresas que se han ido alineando con nosotros”, dice con orgullo quien desde abril de este año coordina los rescates de la sede de Alimendar Hurlingham.

Pero, pérdida y desperdicio no son lo mismo. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) define como pérdida a aquella que tiene lugar en las etapas de producción, poscosecha y procesamiento de la cadena. Y, aunque se registran en todos los países, tienen mayor impacto en los de bajos ingresos. Mientras que el desperdicio hace referencia a los alimentos desechados durante la comercialización y el consumo, y es mayor en los países de ingresos altos.

“Es una cuestión cultural, lamentablemente nos falta mucho para tomar conciencia, tanto de manera personal como social que el desperdicio de alimentos es un problema de todos y que todos somos responsables”, explica Laura Gancedo, coordinadora de programas de la ONG Plato lleno, una organización que nació en 2013 a través de un grupo de amigos motivados por la cantidad de alimento en buen estado que se desperdiciaba, sobre todo en servicios de caterings. Actualmente rescatan unas 30 toneladas por mes con las que, a través de unos 30 comedores, se alimentan alrededor de 20 mil personas. “A nosotros nos importa transmitir que es una responsabilidad de todos: de quien tiene el alimento, para que no se desperdicie; de nosotros, que somos el nexo, y del comedor que lo recibe. Es un trabajo en equipo”.

Rescate Plato lleno

Si bien cuando se piensa en comida que acaba siendo basura lo primero que viene a la mente son esos productos que se pudren en la heladera o esas porciones XXL de los restaurantes que nunca se llegan a terminar, en 2018, la por entonces Secretaría de Agroindustria de la Nación estimó que el 90% de los alimentos se pierde en las primeras etapas de la cadena. Es decir, antes de que estén disponibles para la venta: algunas grandes cadenas de supermercados, por caso, descartan alimentos por no considerarlos lo suficientemente estéticos para su exhibición.

Ese mismo 2018, se sancionó la ley que crea el Plan Nacional de Reducción de Pérdidas y Desperdicio de Alimentos, que tiene entre sus acciones: generar campañas de información y comunicación para la sensibilización de cada uno de los actores de la cadena alimentaria y de los consumidores, promover el desarrollo de nuevas tecnologías y mejoras en infraestructura, e incluir la temática de seguridad alimentaria y nutricional en todos los niveles educativos.

Toranzo dice, sin embargo, que todavía falta mucho: “Si bien se están labrando leyes para penalizar este tipo de acciones, como ya las hay en otras partes del mundo donde se aplican multas altísimas, la verdad es que acá está todo muy verde, sobre todo por cuestiones políticas y de poder. Acá el pensamiento es: ‘Hay que seguir produciendo, el dinero tiene que seguir moviéndose’. Y sin embargo, la tierra se sigue desgastando y muriendo”.

Plato lleno, por su parte, fue una de las organizaciones que colaboró en la modificación de la Ley donal, sancionada en 2018, a través de la cual se incentivó a las empresas a donar los alimentos aptos para consumo humano que estuviesen por ser desechados por estar próximos a su fecha de vencimiento, tener problemas de etiquetado o packaging, no tener éxito comercial, ser productos estacionales, o mera cuestiones estéticas. Gancedo reconoce que el Estado tiene una gran deuda en cuanto a leyes y regulaciones, pero que en vez de reclamar por más sanciones, ellos prefieren concentrarse en lo que sí se puede hacer.

A nivel mundial, la FAO estima que se pierde o desperdicia un tercio de la producción. Esto equivale a cerca de 1 300 millones de toneladas de alimentos, entre cereales, raíces, frutas, hortalizas y semillas oleaginosas, carne, productos lácteos y pescado, que serían suficientes para alimentar a 2000 millones de personas.

En este sentido, Toranzo destaca la importancia de los proyectos prohuerta y de agricultura familiar, pero sobre todo, de que los más chicos estén en contacto con la materia prima y con la tierra desde muy temprana edad.

“Desde los hogares se puede contribuir a la hora de comprar y de cocinar, siendo más conscientes de lo que realmente se va a consumir, y se te sobró se más consciente del que tenés al lado, mira a tu alrededor, porque siempre va haber alguien que lo necesite”, concluye Gancedo.


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