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Del placard al galpón: militar por una moda sustentable


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La recirculación de prendas usadas es una de las alternativas más eficaces para la convivencia entre la moda y el cuidado del medioambiente. Galpón de Ropa, una empresa de la Ciudad de Buenos Aires, es una de las primeras en emprender en el rubro de la moda sustentable.

Por Franca Boccazzi, Daniela Levy Hara y Juan Cruz Sorgente

La muerte suele ser sinónimo de finitud, un concepto que está atado a una disrupción abrupta. Sin embargo, para Gonzalo Posse y Juan Baez, con apenas veintidós años, el fallecimiento de un conocido en común significó otra cosa: ropa usada. “¿A dónde vas si tenés que vender ropa? ¿Dónde se puede comprar ropa usada linda y en buen estado?”, son algunas de las preguntas que se hacían los dos jóvenes en 2011, antes de advertir que las ferias americanas ofrecían un servicio limitado que podía ser mejorado. Los conceptos de economía circular y recirculación de prendas vinieron después.

Gonzalo, que en ese momento devoraba libros de emprendedurismo mientras estudiaba producción de televisión, no sabía que la industria textil es la segunda más contaminante del mundo. Pero sí entendió que ese mundillo abandonado de compra y venta de ropa usada tenía una necesidad no resuelta, y con Juan no pudieron sacarse esa idea de la cabeza. Así es que, en 2012, nació Galpón de Ropa, una PYME que vende prendas que no produce cuatro veces más baratas de lo que saldrían nuevas. Se trata de poner en circulación la ropa que duerme en los placares porteños y de reubicarla para que no pierda su utilidad. De esta manera, apareció el principal concepto de la empresa, basado en el paradigma de la economía circular, con uno de sus grandes pilares, la sustensabilidad: “La idea no es producir la ropa, sino poder generar un negocio sustentable, que sea rentable, que genere dividendos y empleo pero que a la vez no tenga producción de ningún tipo”.

Sin experiencia, sin conocimientos, sin guita. Pero con la certeza de que el negocio de la ropa usada podía mejorar, el Galpón fue creciendo a pulmón. Dos años tardaron en darle forma al proyecto inicial: durante ese tiempo, Gonzalo trabajó de camarero en un hotel durante la mañana, y Juan en las madrugadas como recepcionista en un hostel. Mientras tanto, en el día, guardaban una hora de su tiempo para juntarse y desarrollar la idea. A Gonzalo esos años le parecieron una caída en paracaídas. Pero fueron asociándose con programadores y desarrollando softwares a medida para analizar las ventas de ropa (qué se vende, qué no). Durante tres años vendieron ropa por internet y en distintos bares de Palermo, hasta que pudieron invertir en un taller abandonado que se convirtió en el primer local y les dió la idea del nombre que ahora lleva la empresa. Poco a poco,  de boca en boca y  sin grandes publicidades de por medio, el Galpón fue generando un público y un lema: recircular toda la ropa del mundo.

El recuerdo de dos pibes porteños sedientos de una idea exitosa mientras trabajaban sirviendo café o en una recepción de hotel, se torna cada vez más lejano. Con 31 años y una empresa que cuenta con 55 empleadxs, Gonzalo y Juan están a la vanguardia de uno de los pocos mercados sustentables que puede servir de ejemplo para todos los que vendrán. Para la encargada del Departamento de Arte y Comunicación, Florencia López, lo que los diferencia es “la propuesta en sí misma, que es tratar de romper un poco con lo que ya está hecho, y estar constantemente pensando en nuevas ideas para que se perciba la marca desde la conciencia y la importancia de la moda sustentable. Hacer un pequeño aporte para cambiar la situación actual”.

Para Gonzalo, un salto cualitativo que los condujo a tener cinco locales inaugurados en ocho años (uno cerrado recientemente producto de la crisis económica por la pandemia), con dos mil a cuatro mil prendas cada uno, fue algo tan sencillo como la selección y clasificación de ropa: lo que al principio comenzó con un almacenamiento en bolsas por nombre del vendedor, sin importar que fuera ropa de invierno o verano, terminó en categorías por temporada. Y en vez de hacer cola en un local para vender la ropa en el momento, ahora los clientes ahorran tiempo sacando turno a través de la página web. Vender en Galpón de Ropa no solo requiere tener un turno online y procurar que todas las prendas estén perfectamente lavadas y sin roturas. Sino que, además, hay que consultar el listado de lo que los locales están tomando de acuerdo a  la temporada y el stock. Porque si algo tienen en claro es que de nada sirve tomar una remera que estará colgada en una percha durante meses. La premisa es recircular. La premisa  es tener un negocio rentable.

De la mano de estos pilares, vino la decisión de aceptar exclusivamente ropa de marcas reconocidas o que, por su estética acorde a la moda del momento, estuvieran seguros de que se vendería. Si bien hay personas que cuestionan esta metodología, Gonzalo no duda en argumentar: “Hablar peyorativamente de marcas me parece un poco hipócrita, porque el Galpón es un reflejo de lo que la gente consume. Nosotros no imponemos nada, sino que tomamos lo que la gente consume”.

En un mundo que produce 1.500.000 de prendas anuales de las cuales se desecha el 30 por ciento, esta pequeña PYME con su modalidad de compra-venta, sumado al concepto de Galpón de Ropa como una marca, con identidad y sentido de comunidad, logró que en ocho años se vendieran y compraran 805.896 prendas de más de 130.000 personas. Gonzalo se muestra entusiasmado porque con el número de prendas recirculadas y la huella hídrica, se puede saber cuál es el impacto ambiental positivo que implica no producir la ropa que se vende. El concepto que permite este cálculo fue acuñado por el holandés Arjen Hoekstra, y muestra cuál es el grado de uso del agua para producir bienes. Se mide entre agua consumida (evaporada) y/o contaminada. Se estima que para fabricar una remera de algodón de 250 gramos, se necesitan hasta 2.900 litros de agua fresca, mientras que para unos jeans de 1 Kilo, aproximadamente 12.000 serán utilizados.

LaS cifras están a la vista y les dan la razón a los dos amigos que, al primer intento de generar su propio negocio, lograron ser pioneros en Argentina de un nuevo concepto de moda sustentable. Gonzalo no quiere ni puede ocultar la pasión y el orgullo que transmite su voz a la hora de sacar su última conclusión: “Me parece muy groso ver la cantidad de gente que compra y vende usado, que antes no lo hacía. Ahora hay una conciencia de lo que significa la industria de la ropa y el Galpón”.


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