Influenciado por los vientos que soplan del otro lado del Río de la Plata, la murga de estilo uruguayo es un género que viene creciendo con fuerza en todo el país, pero con un sello propio, bien de acá.
Por Franca Boccazzi
En una ronda de 15 personas surge la primera devolución de la función del fin de semana: “Yo no lo podía creer, pero mi mamá me felicitó por lo bien que sonamos. Me dijo que le gustó mucho”. Todos se ríen. Quizá por la ironía que implica que la mamá de Laura sea macrista y conservadora, pero que, aún así, haya disfrutado de un espectáculo donde la Atada con Alambre cuestiona que el aborto aún no sea legal, y trace un paralelismo entre la pobreza que dejó el gobierno de Mauricio Macri con la de Carlos Saúl Menem. ¿Cómo es posible esta recepción positiva ante semejante contraposición ideológica? La respuesta tiene cara maquillada, atuendos de colores y voz de carnaval: murga de estilo uruguayo. Un género musical clásico del carnaval de Montevideo, y que en los últimos años, Argentina abraza cada vez más para darle identidad propia.
Bruno Ferreccio es director del Taller de Arte Popular (TAP), un espacio ubicado en el corazón del barrio de Caballito donde se dictan clases de murga uruguaya y todas las vertientes artísticas que la acompañan, como composición, batería, puesta en escena, maquillaje y vestuario. A él siempre le gustaron los grupos corales, el teatro, la política y el humor. Por eso, cuando se encontró con la murga uruguaya fue amor a primera vista. “Es raro hacer murga uruguaya en Argentina, siempre te va a faltar algo. Ya de por sí, partís de la base del nombre que hace que haya algo que nunca vas a tener, que es ser uruguayo. Por eso parte del trabajo que hacemos en el TAP es una búsqueda de identidad. Este género sucede en Uruguay hace muchísimos años, y la intención del espacio es, con mucho respeto de lo que sucede allá, no salir a copiar lo que hacen, sino que, como argentinos, el género nos atraviese para transformarlo en propio”, explica el músico, mientras toma los últimos mates porque en unos minutos comenzará a coordinar la murga taller donde nació la Atada con Alambre.
La murga de estilo uruguayo puede ser de varones, mujeres o mixta. Generalmente tiene una cuerda de voces, tres personas que tocan bombo, platillo y redoblante, y hay un director o una directora. El espectáculo se caracteriza por tener cuatro momentos: la presentación, en donde, como lo dice la palabra, la murga se presenta. El salpicón, que se usa para hacer una crítica sobre distintos temas de actualidad que suelen estar atados a la agenda social, y luego se pasa al cuplé, donde se profundizan algunas temáticas en particular y surgen las partes más teatrales como la aparición de personajes, elementos de humor y escenas dramáticas para luego culminar con la retirada, el momento en que la murga cierra la historia con un mensaje claro de lo que quiere decir mientras se despide.
En Uruguay las murgas se preparan todo el año para competir en los famosos tablados de Montevideo, que no consisten en una mera presentación de un show para el público, sino que la importancia radica en ser evaluadas y calificadas con puntaje por un jurado. Bruno cuenta que “es un negocio con muy oscuro” en relación a la competencia. “La mayoría de las murgas tienen un dueño que contrata a un letrista y a los murguistas, y les paga para hacer un espectáculo que los haga ganar”. Sin embargo, la receta de este formato no falla por la potente carga artística y social que lo conforman. Por eso, en Argentina no tardó en replicarse al punto en que, actualmente, hay más de 150 murgas en todo el país.
“La ventaja de estar lejos de Montevideo es que acá el único jurado es el público. Eso nos permite la virtud y el desafío de hacer un espectáculo con contenido socio-cultural posicionado, que trascienda la crítica superficial y deje un mensaje contra-cultural en el sentido de cuestionar lo que hacemos como seres humanos”, enfatiza Daniel, integrante de la murga La Buena Moza que nació en Mendoza hace 18 años. Este grupo no solamente destaca por su fuerte impronta teatral, sino que tiene el sello distintivo de su provincia: sus espectáculos abordan la problemática de la minería, la relación de los mendocinos con los chilenos, la crítica a políticos locales y adorna sus canciones con ritmos y melodías de cuecas y tonadas, propias de la música cuyana. “Elegimos hacer murga de estilo uruguayo porque nos encanta el canto colectivo y poder marcar una posición ideológica mediante el humor y la teatralidad”, cuenta el hombre con tono apasionado.
Si de Mendoza damos un salto hacia Santa Fe capital, está Adriano, de la murga Rezonga la Ronca. Él explica que esta ciudad, por su cercanía a Entre Ríos, está influenciada por el famoso carnaval de Gualeguaychú, con comparsas y batucadas de ritmos brasileros, donde no hay canto y el rol protagónico lo ocupan la percusión y la danza. Cuando se le pregunta por qué murga de estilo uruguayo, responde: “En mi caso y el de mis compañeres elegimos este género porque permite una militancia de cuestiones políticas y humanas desde el arte, desde el canto y la palabra, cosa que no encontramos en otros estilos de carnaval”. Si bien La Rezonga existe desde 2007 y hay otras cinco murgas en la ciudad, aún es un desafío imponer el género como expresión popular y lograr la masividad de las batucadas. La principal razón: porque “la murga acá nace para generar conciencia”.
“En esta puesta, con la intención de visitar una vieja fábrica abandonada, como tantas, ahora transformada en museo, la murga aborda a través de esta metáfora las diferentes problemáticas de estos tiempos tan difíciles, tan excluyentes, tan marginantes.Vivimos entre líneas, entre las que nos bajan los políticos, los gremialistas, los medios, entre otros, que muchas veces nos confunden, nos desorientan y la falta de lectura entre líneas que caracterizan a esta sociedad y que le impide descifrar los mensajes de este sistema perverso en el que estamos inmersos”.
Así es la descripción del espectáculo Entre Líneas, que acaba de estrenar “Le Pegó como Venía”, la única murga de estilo uruguayo que hay en Venado Tuerto. Santiago es uno de los fundadores y explica que “en ciudades chicas, como Venado, abordar algunos temas puede llegar a ser difícil, como casos de violencia de género o el debate por el aborto legal. Pero el desafío es no callarse nada”. El artista dice que parte del éxito que tienen se debe a que, a pesar de ser un terreno conservador, es un género que “se destaca por la suma de sus disciplinas en un mismo espectáculo, es una invasión sonora y visual para el espectador, por lo que tiene una llegaba muy particular”.
Cada murga de estilo uruguayo que hay desperdigada por el país tiene su particularidad, desafíos y virtudes. Sin embargo, los discursos se repiten a la hora de contar la dinámica grupal y organización interna, en la que se destaca el espíritu comunitario como principal objetivo de esta experiencia que, según dicen, una vez que se empieza, nunca más se abandona. “Somos exageradamente democráticos, votamos todo lo que se hace porque es la única forma de que todos los que estamos arriba del escenario nos sintamos libres y tranquilos de decir lo que decimos”, explica Santiago. Por su parte, Daniel considera que el principal desafío es sostener en el tiempo un proyecto conformado por tantas personas, integrantes que deben encontrar la grupalidad a pesar de llevar vidas e ideologías distintas. Adriano define la participación en las murgas como una “militancia social” y explica: “Acá se prioriza el crecimiento humano antes que el artístico, porque es lo que te permite trascender en el tiempo y crear. Nosotros tenemos compañeros de todas las edades, con discapacidades, y nos adaptamos porque nadie dispone quién está apto para participar”.
La Atada con Alambre sigue debatiendo y compartiendo las miradas sobre su reciente actuación. Por la ronda giran dos mates y galletitas mientras Bruno observa gozoso este momento de intercambio. Instantes antes, había explicado la esencia de los encuentros que propone el TAP: “Acá todo el mundo puede hacer esto. En realidad la murga es una excusa para trabajar el respeto, la construcción colectiva. La gente viene por la curiosidad del género pero se termina quedando por otras cosas”.
Las murgas de estilo uruguayo en Argentina están arremangadas poniendo las manos en la masa de la creación colectiva, la palabra al canto y la sátira a la denuncia. Lejos de competir entre ellas, tejen redes para que el género se multiplique en cada rincón del país y que cada vez haya más espacios donde cualquier persona pueda ir a descubrir el artista que lleva dentro. Y tal vez, a través del arte, también hallar la excusa para militar la libertad, la pluralidad y el intercambio de ideas desde el respeto. Santiago traduce su amor y pasión en una verdad que, muy probablemente, sea la misma que la de cualquier murguista: “Si bien es un género uruguayo, tiene mucho de latinoamericano, de pueblo, de lo que somos”.
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