Ya lo dijo una vez Joaquín Sabina: “He dejado la cocaína y el whisky pero no logro dejar el cigarrillo”. ¿Por qué dejar de fumar es tan difícil? ¿Por qué un ex fumador de diez años puede volver con la misma facilidad que otro que dejó el hábito hace un mes? ¿Cuál es el costo que se debe pagar por intentar dejar el vicio? Los buenos síntomas que se sienten al abandonarlo en un principio son un tanto ambiguos: los opaca el malestar físico y mental que conlleva el abandono del vicio. Y la puerta al retorno, entonces, siempre queda abierta.
Por Daiana D’Agostino
Según estudios científicos del National Institute on Drug Abuse del gobierno de Estados Unidos, el cigarrillo contiene compuestos que son más o igual de adictivos que la heroína y la cocaína. La diferencia con la primera es que se elimina más rápido. En tan solo cinco días el cuerpo humano expulsa la nicotina y recupera el gusto y el olfato. En tres meses se limpia un 30 % la toxicidad en los pulmones. Y en 12 no quedan rastros de los químicos. Sin embargo, ésta no es una condición suficiente para que el ex fumador prescinda de un vicio socialmente aceptado sin distinción socioeconómica.
Mercedes (36) fue ex fumadora, dejó con el cigarrillo electrónico; pasó por períodos de abstinencia durísimos, tuvo alergias y una necesidad imperiosa de dejar el hábito. Durante tres años logró cumplir la consigna pero luego hubo algo que la arrastró a ese primer e inofensivo cigarrillo. “Uno no pasa nada”, dijo. A la semana volvió a decir lo mismo, sin saber que ya era tarde. Ese primer cigarrillo era el “demonio” que la devolvería al vicio como si nunca antes lo hubiera dejado. Hoy fuma 10 por día y los fines de semana, más. “Volví porque me prohibieron las harinas, los nervios los tenía de punta y el cigarrillo me baja, siento paz cuando fumo”, se justifica.
Pablo (39) también fue ex fumador. Lo dejó con muchísima voluntad, herramienta imprescindible para lograr el cometido. La primera semana notó que el olor y el gusto se hacían más diáfanos, pero también que la ansiedad se volvía insoportable y evolucionaba en gula. “El humor se transforma, es inestable, los nervios aumentan, la bronca injustificada prevalece. Todo eso sucede el primer mes. Parece imposible pensar en otra cosa que no sea prender un cigarrillo. Una vez que se pasa el mes, se empieza a experimentar mejoras como un extraño sentido del bienestar”. Para volver a fumar como si nunca hubiera dejado sólo le bastó ese primer cigarrillo. “Fue esa noche en que me encontraba en una fiesta. Sentí muchas ganas de fumar y pensé que uno no me haría nada. A partir de ahí volví al punto cero, empecé a fumar lentamente”.
Maximiliano (45) dejó el vicio durante quince largos años. En un principio atravesó lo que todos, a fuerza de parches, voluntad y sacrificio. Abandonó el hábito sin ninguna recaída. Hasta que una noche cuando estaba en una fiesta bebiendo junto a un grupo de amigos, se sintió animado y decidió prenderse un cigarrillo, en un acto de melancolía, como una curiosidad infantil, tal vez una remembranza traicionera de su cerebro. “Sentí una increíble sensación cuando fumé un cigarrillo después de 25 años, entre amargor y placer, hasta un pequeño mareo devenido en gozo”. Hoy fuma 10 cigarrillos por día.
Según especialistas, la dificultad para dejar de fumar no pasa por la cantidad de cigarrillos dque se consumen por día. A un fumador empedernido que pasa el atado y medio por día le puede costar menos que a otro que no supera los diez. La cuestión es el grado de dependencia psicológica. Un hábito después de 25 años se pierde, la necesidad física también. ¿Entonces por qué una persona vuelve a fumar? Se vuelve a fumar por una simple dependencia psicológica que ata a la persona de forma indefinida al tabaco. El cerebro en algún momento encontrará la manera de proponer un inocente cigarrillo más, a modo de recuerdo, a modo de travesura, a modo de relax. Y ahí está la clave: el ex fumador debe perder la creencia de que con ese inocente cigarrillo, negado durante años, experimentará la paz o satisfacción que desea. La opción es prenderlo e, inevitablemente, volver al hábito como si no hubieran pasado meses o años sin tabaco.
Qué buen artículo! Yo no lo dejo ni en pedo, al vicio! O quizás lo deje cuando no pueda subir la escalera (tengo 33 y ya me está costando… ja!).
Gracias, Flor!