Preparó un cóctel que ayudó a reanudar las negociaciones entre la Argentina y la Unión Soviética en los años ´50. Galardonado en Suiza, Santiago Policastro es el “Barman Galante”.
Por Johanna Guillén y Martín Po Strejilevich
Santiago “Pichín” Policastro fue el más destacado barman que tuvo nuestro país. Se transformó en el máximo exponente de la llamada “Edad de oro de la coctelería nacional” y participó de varias ferias de coctelería realizadas en Europa, de manera ad honorem y ganando siempre grandes distinciones internacionales. Así fue como en 1953, en Alemania, realizó un creativo trago “soviético” para una delegación Rusa que visitó el stand Argentino. Estos quedaron encantados de tal forma con el gesto del “Barman Galante”, como se lo había apodado en la televisión local, que se facilitaron las negociaciones diplomáticas para restablecer las relaciones culturales y comerciales, quebradas desde el pacto Roca–Runciman y en proceso de reanudación desde la asunción de Perón. Al día siguiente de la preparación de ese trago, el diario La Razón titulaba: “Lo que no consiguió el embajador Delisi con la diplomacia lo consiguió Pichín con los cócteles”.
“Pichín nació en Buenos Aires, hijo de padres italianos, eran 7 hermanos. Fue hasta sexto grado porque más no pudo. Debía trabajar con su padre repartiendo leche en carros allá por 1920”, cuenta Gastón Regnier, editor y fundador de la conocida revista de coctelería Bar and Drinks y consultor de varias empresas del rubro. “A cinco años de su muerte lo recordamos como uno de los más grandes. Recuerdo uno de sus primeros trabajos relevantes que fue en la cafetería Havanna de Mar del Plata. Como todos tomaban café, se animó a sacarlos para incentivar el consumo de tragos. Una periodista del diario español El Mundo publicó: ‘Pichín se volvió loco en Mar del Plata. En su cafetería no hay más café’. Pichín ya despuntaba su enorme creatividad y audacia”, relata Regnier.
La anécdota del cóctel “soviético” la relata el mismo Policastro en una carta que escribió para Bar and Drinks, luego de haber captado la atención de los medios nacionales e internacionales por ser el primer bartender en reunirse con el entonces presidente de la Nación, Juan Domingo Perón. La carta dice así: “Hacia 1946, el Ministro de Comercio Antonio Cafiero quería abrir el mercado exterior para alimentos y bebidas argentinos. Así que me contrataron para una feria en Alemania, para presentar vinos y licores. Era una época que la industria de bebidas y licorista argentina estaba en auge. El embajador argentino en Londres, especialista en carnes, quería que los rusos fueran a nuestro stand, los que no acostumbraban a salir del suyo. Yo le pedí que me dejara ir a visitarlos como profesional. Fui al stand ruso y un poco en italiano y en inglés les dije: ‘Señores, como sé que ustedes tienen una industria licorista fuerte, quiero saber qué producen y si añejan’(…) Les dije que era una pena que no vayan a otros stands, por lo que mandaría unos licores argentinos para que me dieran su opinión. La reacción de ellos fue extraordinaria: ‘¡No, no, de ninguna manera, nosotros podemos ir a probarlos!’. Ahí mismo paré y les dije: ‘Señores, los espero a las 7 de la noche en el pabellón argentino(…) Me recorrí medio Londres para encontrar una tornería que me hicieran en latón la hoz y el martillo, que puse sobre una base de cáscara de naranja, para que flotara sobre el cóctel rojo que prepararía. Los rusos se acercaron y vieron el trago ‘soviético’(…) Argentina había restablecido relaciones comerciales nuevamente con la URSS. Ese es el punto clave de mi encuentro con Perón”.
El cóctel del “Barman Galante” para los políticos rusos tenía una base de vodka, una pizca de jugo de arándano y licor de Pisang Ambon, característico por su intenso color rojo. Si bien este hecho fue un impulso importante para reanudar las relaciones entre ambos países, es necesario destacar que la intención de Perón desde su llegada al poder fue la de incentivar las relaciones con la URSS, aunque sin mucho éxito. La llamada “tercera posición”, una especie de neutralidad activa donde Perón firmaba acuerdos con los Estados Unidos y a la vez se comunicaba con los rusos, se podría resumir en la famosa frase: “ni yankees ni marxistas, peronistas”.
Sobre la relación de Perón con la URSS el historiador e investigador del Conicet por la UBA Miguel Galante analiza: “Cuando en junio de 1946 Juan Domingo Perón asumió el poder como presidente del país, estuvo presente una persona insólita: el embajador de la URSS, Mikhail Sergeiev, país el cual gobernaba Stalin y con el que la Argentina había restablecido relaciones luego de un cuarto de siglo. La presencia anunciaba la tendencia de la futura política internacional de Perón: el equilibrio en la creciente pugna de los dos bloques, Estados Unidos y la URSS, que emergían después de la Guerra Fría, y un deseo de sacar el mejor partido de ambos. Es cierto que en esta pugna la Argentina era una gran puerta de entrada hacia América Latina para la URSS, que intentaba conquistar áreas de influencia”.
A su regreso y encontrándose trabajando en uno de los tres bares que tenía en la capital porteña, Policastro recibió una llamada del gobierno argentino donde le comunicaba una entrevista personal con el Presidente de la Nación. En esa entrevista Perón lo felicita por la representación argentina que provocó en el ámbito internacional y a cambio le ofrece concederle lo que le pidiese. Sin dudarlo, Policastro le pide uno de los barcos de la marina mercante argentina para realizar una “feria flotante” por la “región del dólar”, los países latinoamericanos y del caribe, con el fin de cambiar la costumbre que tenían las delegaciones diplomáticas argentinas de brindar en sus reuniones laborales con champagne y vinos franceses. La “feria flotante” de Pichín fue un éxito. Llegó a todos los países latinoamericanos y alcanzó Miami. Sin embargo, antes de llegar a Europa tuvo que regresar debido al golpe de estado que derrocó a Perón.
Las consecuencias del cóctel de Policastro se ven en la historia: “La importancia de este gesto presidencial hacía personalidades culturales argentinas reconocidas internacionalmente, que por lo demás era útil para la estrategia política de la época, es evidente: en agosto de 1953 se firmó un convenio de comercio en dólares con la URSS por el intercambio de lana, cueros, carnes y aceites. A cambio, los soviéticos enviarían material industrial ferroviario para los trenes recién estatizados. También, se acuerdan los primeros créditos que la Unión Soviética dio a un país latinoamericano”, concluye Galante.
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