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El artista plástico del fin del mundo


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Charly Villegas es único en la capital santacruceña: esculpe y monta sus obras para reivindicar el arte disruptivo y, a pesar de las denuncias de vecinxs que  consideran su taller un basural, no teme acumular materiales a los que les encuentra infinitas posibilidades


La noticia apareció hace unos días en un periódico sensacionalista local de Río Gallegos . Decía que se había producido una violenta protesta contra un chatarrero. Así fue que, con una muy buena excusa, puse rumbo a la casa-taller del profesor Villegas: “El Caleuche”, denominado así en honor al barco fantasma y leyenda, desgraciado por su ambición de pretender siempre contar con buena navegación y condenado a vagar eternamente. El Diablo tentó… y Dios castigó.

“Pocilga”, “basural” y hasta “aguantadero” habían sido los términos de los ciudadanos indignados contra la irreductible y febril actividad de Charly, evidentemente una manzana podrida para los vecinos del tradicional barrio.

Charly, tus vecinos me miraron feo recién…

  • Ah, no les des bola. Son pescaos, todos unos pescaos, cabezas de pescaos.

La expresión (tradicional en el sur de Chile, y por extensión en los populosos barrios de Río Gallegos que recibieron a tantos exiliados en los años de Pinochet), se refiere al nulo valor, a lo despreciable e inservible para todo fin de esa parte de los peces.

Para ingresar al Caleuche tengo que contornearme entre la herrumbrada cola de un dragón y un par de metálicos caballeros samurai o medievales, sin mencionar los trozos de autos aplastados, como masticados por un Tiranosaurio Rex. Mi nariz aletargada por el infame virus pandémico acusa recibo de óxidos, metales y varillas de soldadura.

Al final tiene razón esta gente…

  • Sí, ponéle. Pero pasa que uno tiene que tener materiales diversos, por más que nos digan que somos unos locos de la basura, de la chatarrería. Somos así, somos diferentes a los pintores. Un artista plástico no tiene que ser ajeno y uno lo sabe. Trata de que ese concepto sea leído por la sociedad. Uno busca ciertos materiales, cierta historia, no queda otra que acumular. Lo que muchos llaman basura, para mí es materia prima.

Hablame de tus comienzos en el arte.

  • Mis inicios en expresarme en esto… Ya cuando era adolescente tenía una inquietud, que me ayudaba a hacer cada año las tradicionales carrozas del día del estudiante con mis compañeros. Siempre estaba motivado por la dimensión, que cada vez sea más grande la carroza. Aproveché que ya sabía soldar… pero nunca me imaginé que iba a estar haciendo estas obras que ves acá.

Faltaba mucho todavía para ser profesor en los secundarios, incluido el mismo Polivalente de Arte que te vió egresar para salir a enseñar.

  • Claro, mucho antes de entrar a la escuela de arte yo ya era mecánico y soldador en la secundaria, el colegio industrial. Esos oficios me ayudaron después a poder comunicarme con uno de los materiales que a mí más me fascina, que es el hierro. Y a partir de ahí fue que me picó el bichito de estudiar formalmente.

Una pregunta en una entrevista formal hubiera sido “cómo llegan los fierros a tu vida”, pero es obvio que en realidad fuiste vos quien se rodeó de ellos. Y que conste que no estoy a favor de tus vecinos -deslizo entre risas-.

  • Sí, vos, el que me conoce, sabe que acá hay hierro por todos lados, chapa, distintos elementos y con eso voy jugando, voy buscando cómo puedo representar la imagen.

La materia prima en el arte no es sólo la que se compra en comercios. En el arte uno va avanzando, va transformándose, va buscando, hay ansiedades y eso a uno lo lleva a la búsqueda de materiales. Entonces empecé a trabajar también en la madera, en la madera con motosierra, gubias. Y empecé a experimentar la madera. Y como ves acá en esta obra (señala un tronco del porte de un lavarropas), yo le hago inserciones de hierro, porque no me olvido del hierro y a la vez voy buscando otros materiales como uniones de soga que hacen al concepto de la obra. Voy tratando de gastar los materiales y sacar todo, voy saltando y no disfruto del material; tengo que disfrutar del material, ¿para qué?. Para que yo diga bueno, agarro otro material.

Recuerdo esa vez que me pediste que escribiera algo para una muestra tuya… Juan Carlos arde la vida comenzaba el folleto.

  • Es que es así, siempre fue así… Con el arte empecé a ver que podía expresar sentimientos, ideas, emociones, y cada vez me empezó a gustar más esto. Yo ya sabía que uno tiene su público y ese público es el que te va a hablar, más allá que esté satisfecho o no con la obra. Y bueno, la seguridad vino cuando vendí uno de mis trabajos por primera vez. No la primera obra que hice, sino el primer trabajo que yo vendí. No por la simple razón monetaria, sino porque otra persona se fijó en mi trabajo y eso para mí fue muy importante. Ahí pensé que lo que estaba haciendo tenía significado, tenía poder de comunicación.

Llevás cuatro décadas en este camino del arte, pero no te veo en una postura de “yo ya llegué”. ¿Sentís que tenés más hilo en el carretel con la escultura?

  • Bueno, yo creo que uno nunca es viejo, siempre se es joven para seguir dando a esta comunidad y este arte como dimensión. Y tenemos doble compromiso, porque ojalá hubiera más escultores que llegaran a nuestra plaza, que la gente vea y se vea de una manera contenida por la escultura.

En tu ojalá hay como una mezcla de pena y anhelo.

  • Y sí, acá no pasa nada. Tenemos el doble compromiso de que la escultura tenga un lugar. Así como otros colegas también están luchando. Y bueno, entre todos nos apoyamos a seguir haciendo escultura en este lugar del mundo. Y bueno, en algún momento, como dice la obra, trasciende.

Si a los vecinos les molestan tus obras en la vereda, no quiero imaginar lo que pensarían de ver el interior de este taller.

  • Y bueno… puede haber un desajuste acá en el ambiente. Pero es porque todo se está haciendo. Y como dije, todo está por hacerse. Es linda frase, ¿eh?.

Y me gusta que me conozcan también por los pescados. No sólo por escándalos en un pasquín. He hecho mucho pescado porque una vez me volvieron loco los pescados… y me siguen volviendo loco. Los pescados, y los cabezas de pescados. Porque a cierta especie de la sociedad yo los denomino pescados. Y el pescado ya es como una firma para mí. Por eso, así como mi seudónimo es Charly, mi seudónimo más plástico es el pescado. A esta altura ya tendría que firmar con un pescado y lo estoy pensando todavía, así que bueno, dije mucho la palabra pescado, ¿no?

Decime Charly… al final el Caleuche, ¿es o no es un aguantadero?

  • Sabés que no puedo negarlo. Es totalmente cierto, esto es un verdadero aguantadero. Acá se le hace un aguante cultural, social y espiritual a los que disfrutan del arte, la camaradería y la amistad. Porque no sólo se trata de que yo enseñe. Eso sería muy banal. Al dar lo mío, yo también aprendo. Y todos nos enriquecemos.

Creo que cuando oscureció, nos cansamos de hablar. O quizás fue al revés. Llegó el momento de los salamines, el queso y el pan. Charly, Juanca, Charly Man, el profe Juan Carlos Villegas, J.C., el vampiro, puso algo de buen blues. Unas frescas fueron destapándose.


Y así fue como un intento de entrevista fue la coartada perfecta -en estos tiempos de tanta existencia baladí- para partir errantes a escuchar una banda en el club de blues local.

Y ustedes lectores, acercarse a la vida de un escultor.


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