SOCIEDAD
EL DIPLOMA ACÁ NO TE SALVA

Los bolivianos son discriminados en la Argentina y el ser profesional no lo cambia. El imaginario los ubica como personas del campo, sin instrucción, pero varios ya tienen una carrera a cuestas. ¿Qué los motiva a abandonar su país para venir a una tierra donde no siempre podrán profesar su título? ¿Cómo buscan integrarse? Historia de una población migrante en busca de otra vida.
Por Nicolás Gómez Ivaldi (@naranchelo) y Pablo Duer (@pabloduer)
“Bolita”, “negro de mierda”, “volvete a tu país, pata sucia”. Esos son sólo algunos de los insultos que reciben los bolivianos el país por el mero hecho de ser de bolivianos. No resulta novedad que esta comunidad en Argentina sea víctima constante de prejuicios y discriminación. “Ignorancia”, resume el doctor Juan Manuel Cervantes que relata una situación que se volvió cotidiana en sus años de universidad: “Cuando estudiaba en el Hospital de Clínicas, era uno de los pocos bolivianos allí y me basureaban. No me invitaban a las reuniones, se juntaban cuando yo no estaba y me asignaban las guardias de navidad y año nuevo sin consultarme”. Tiempo más tarde, ya no como estudiante sino como cirujano especializado en rodilla de una importante clínica, la situación no cambió: “Los pacientes muchas veces no me creen que soy el médico que los va a atender, se sorprenden mucho cuando me ven y se ponen susceptibles, me exigen más y se quejan”.
Los bolivianos son, probablemente, la población migrante más discriminada de la Argentina. Al respecto, ETER Digital accedió a un listado con las denuncias recibidas por el INADI de parte de los migrantes de países limítrofes desde el 2013 a la fecha. De 390 registros, 97 refieren a denuncias de la comunidad boliviana, es decir, casi un 25%; el porcentaje más alto con respecto a las demás comunidades migrantes. El listado deja en claro que el maltrato, el acoso, la violencia física o verbal se da en todos los ámbitos. Desde el fútbol a la escuela, pasando por las redes sociales e, incluso, la vida profesional.
Una de las denuncias realizadas ante el INADI relata cómo un médico de emergencias de la empresa Vital, al concurrir a atender a un paciente, es despreciado por la esposa de éste: “Los médicos bolivianos no sirven para nada”. La formación no resultaría así un límite a la discriminación, que alcanza también otras profesiones. La arquitecta y diseñadora de indumentaria boliviana Ximena Pereira trabajaba para una constructora argentina. Sus jefes la presentaban como colombiana, a pesar de saber perfectamente su nacionalidad.
El doctor Cervantes también es el presidente de la Fundación Comunitaria Cruz del Sur (FUNCRUSUR), una organización sin fines de lucro que nuclea a distintos profesionales bolivianos para realizar tareas de desarrollo social en Liniers. Él explica que la llegada de profesionales bolivianos al país se debe a una sobrepoblación de universitarios en Bolivia, causada por un incentivo a la formación sin estímulo a la inserción laboral. “Uno tiene que salir a buscar otro rumbo y en Argentina hay más gente y más posibilidades de crecer”, agrega Cervantes y recuerda que su país no supera los 11 millones de habitantes.
Una vez llegados a la Argentina, la población de migrantes con formación universitaria no tiene, sin embargo, un gran impacto en la lucha frente a la discriminación, a la que, según Cervantes, muchas veces hacen oídos sordos: “Vienen con una profesión y no les importa nada más que su crecimiento económico. Usan su estudio y su trabajo para separarse, salirse de la comunidad y terminan como mirando desde arriba”. Su vinculación con la comunidad es nula. Si bien comparten algunas festividades, quienes se involucran con compromiso social, son una minoría que no supera el cinco por ciento.
“Es muy difícil para el profesional superar el estigma y muchos deben tener esa necesidad de apartarse de la comunidad para romper con el estereotipo, para mostrarse diferentes y evitar esa discriminación con la que se enfrentan cotidianamente”, considera Alejandro Nasif Salum, secretario de Relaciones internacionales de la Federación Argentina LGBT (FALGBT). Hoy, la Ley Antidiscriminación (23.592) considera acto discriminatorio a aquél que restringe el ejercicio de un derecho en base a algún criterio discriminatorio, pero no contempla, por ejemplo, la expresión de odio verbal. Por eso, la FALGBT, junto con otros organismos de derechos humanos, impulsa en el Congreso una nueva ley que amplíe el concepto de discriminación y que tenga mecanismos efectivos para combatirla, como la inversión de la carga de prueba o la reparación del daño colectivo.
La mayoría de los profesionales no llega al país por trabajo, sino que vienen a estudiar alguna maestría o título de posgrado y se terminan quedando. Al respecto, Natividad Obeso, dirigente de la Asociación Civil de Mujeres Unidas, Migrantes y Refugiadas en Argentina (AMUMRA) y refugiada peruana en la Argentina durante el fujimorismo, opina: “Son jóvenes que vienen a estudiar y hacen su vida, se la pasan en Plaza Serrano y Palermo Hollywood y no se suman a la lucha”. Si bien aún hay discriminación, la situación actual es muy distinta a la de años atrás. AMUMRA fue una de las principales impulsoras de la actual ley 25.871 de Migraciones, que en su artículo 6 asegura el acceso igualitario de los inmigrantes a la salud, la educación, la justicia y el trabajo. Esta ley fue sancionada a finales del 2003 y desplazó a la anterior, vigente desde la dictadura, que no sólo permitía la detención y expulsión de cualquier extranjero irregular, sino que además les impedía el acceso a la salud y a la educación secundaria, terciaria y universitaria.
AMUMRA lucha actualmente para que se reconozcan y validen las profesiones con las que vienen los migrantes. ”Los abogados no pueden convalidar el título, tienen que haber estudiado desde el primer día la carrera en la Argentina y la gran mayoría de las trabajadoras de casas particulares en sus países eran maestras, secretarias o contadoras que tampoco pudieron convalidar aquí su título”, explica Obeso. A su vez, Cervantes declara que lo mismo sucede con muchos profesores de Bolivia que, debido a la imposibilidad de ejercer en la Argentina, terminan aceptando lo que sea que les permita sustentar a su familia, hasta trabajos en talleres clandestinos.
Hoy por hoy, Obeso cree que la discriminación ha bajado, y que eso se debe a la militancia social de todos los días. “Ya no somos los mismos sumisos, cabecitas negras, perucas, bolitas. Somos sujetos de derecho y eso es lo que tratamos de explicarle a la gente. Desde la lástima nada, desde la dignidad todo”, agrega. Por su parte, Cervantes piensa que victimizarse no sirve para nada y por eso desde su fundación realizan proyectos educativos contra la discriminación en distintas escuelas de Liniers, como en la Carlos Morel, donde cada vez son más los alumnos descendientes de bolivianos. “Muchos bolivianos ya se asentaron –enfatiza el cirujano–, se afianzaron social y económicamente y están dejando de ser empleados e inquilinos para ser jefes y propietarios”. Así, y a medida que los hijos de los migrantes van poblando las aulas universitarias, esta generación se transforma, en palabras de Cervantes, “fundamental para un cambio de conciencia”. Es en este contexto que FUNCRUSUR realiza encuentros, charlas y actividades, como cursos de computación o talleres de emprendedurismo, siempre orientados a los jóvenes: “Nosotros apuntamos a los chicos porque vemos que hay un despertar de la juventud, en Argentina en general, y más que en el resto del continente”, cierra Cervantes.
SOCIEDAD
“La Catedral de Francisco”
Cientos de fieles dejaron sus oraciones y ofrendas en el templo que vio pasar a Jorge Bergoglio como cardenal primado de Buenos Aires. Cómo fue la despedida al “Papa de los pobres”.

A esa hora en la que Plaza de Mayo se deja ganar por la noche y los autos iluminan junto al alumbrado público, las escalinatas de la Catedral Metropolitana se convirtieron en un altar urbano. Velas encendidas, otras ya derretidas; ramos de flores frescas apoyados sobre las columnas que tienen pegadas banderas argentinas y papales, rosarios, estampitas, camisetas de San Lorenzo y cartas escritos a mano. Sobre Rivadavia, un retrato en tiza del Papa decora el asfalto como si su figura emergiera desde ese suelo que alguna vez lo vio caminar.
Detrás de las cámaras de TV de los medios nacionales e internacionales, y de los vendedores de recuerdos sobre las escalinatas, hay un murmullo bajo que envuelve. Gente que reza, que conversa en voz baja o que simplemente está. Turistas, creyentes, algunos que no se identifican con ninguna fe. Todos llegaron allí por alguna razón. Edgardo y Jazmín, una pareja peruana que observa en la entrada de la Catedral, comenta que estaban de visita cuando sucedió la muerte del sumo pontífice. “Era muy humilde, incluso ahora, en su despedida. Esperamos que el próximo Papa siga su legado, pero sabemos que en nuestra vida no veremos otro latino”, dice ella.

Unos pasos adentro del templo, un perro callejero duerme justo debajo de la cartelera que anuncia las misas y ceremonias especiales a la ocasión. No estorba el paso. La gente lo rodea, lo mira e incluso le toman fotos como si también él formara parte de esta escena serena y devota.
Adentro, el ambiente se vuelve más íntimo. Los pisos de mármol y las paredes macizas contienen la emoción de quienes ingresan. Aquí ya no hay medios de comunicación ni vendedores ni ruidos molestos. Solo pasos lentos y un murmullo que acoge.
Al final del pasillo de la nave principal, a pocos metros del altar donde Bergogliocelebraba misas, un escritorio exhibe un libro abierto. La gente se acerca a firmarlo, a dejar un mensaje, una oración. Al lado hay un cartel escrito con letras simples: “Francisco. Recibir la vida como viene”. Detrás, custodiado por cadetes de la Policía Federal vestidas de gala, un cuadro del Papa con su tradicional túnica blanca y su cruz plateada. Al costado, la mitra y el báculo que él utilizó cuando era cardenal primado de Buenos Aires. Todorodeado de coronas de flores blancas sobreel piso.
Frente a ese altar se detiene Daniel, un joven brasileño que también reflexionó con ETER Digital sobre los desafíos del porvenir: “Francisco fue un hombre del futuro que luchó por los que no tienen voz. No creo que haya otro como él. Quien lo suceda tiene una tarea inmensa: sostener un legado difícil de olvidar”.
Sentada sobre los viejos bancos de madera, una mujer llora hasta con el cuerpo. Se tapa la cara mientras a su lado un hombre la abraza y un niño mira sin entender demasiado. La imagen se repite varias vecesen otros bancos: la del duelo compartido en familia y entre generaciones.
A pocos metros, tres hombres se detienen frente al mausoleo de José de San Martín, que esta vez tiene menos protagonismo que de costumbre. Hoy todos los ojos y gestos parecen estar dirigidos a Francisco.
El reloj se acerca a las 20 cuando los policías que rondaban por los pasillos anuncian el cierre de la Catedral. Pero afuera el recuerdo sigue. Una señora mayor, de pelo corto rojizo y mirada vivaz, camina con paso seguro hacia un móvil de televisión: es conocida como “La Señora de los Velorios”. Pero esta vez no vino exclusivamente por eso. “Yo vine hoy por él. Era una persona muy humilde. En las misas de San Cayetano saludaba uno por uno sin importar la cantidad” de gente que hubiera, recuerda. Orgullosa de que haya sido argentino, Mari reivindica la relación del Papa con su Patria: “No me molestó que no volviera a Argentina. Su misión acá ya estaba cumplida”.

La Catedral Metropolitana, la Catedral del Papa, no parece estar triste sino más bien emocionada, como si supiera que Francisco no se irá del todo. Que lo que deja no cabe en una tumba sino en los gestos, palabras, luchas y convicciones que muchos fielestomarán como bandera.
Desde la vereda hasta el altar, este lugar que alguna vez fue la casa de Bergoglio hoy vuelve a serlo. Por una noche al menos. O al menos por esta despedida, por la historia que empezó en estas baldosas donde ahora se vuelve a rezar por él.
SOCIEDAD
Sabe la Tierra: comunidad, sostenibilidad y compromiso
La feria que tiene como objetivo cuidar la tierra y generar un vínculo entre los pequeños productores y los consumidores “rescatando la relación humana más allá de la compra-venta” está por cumplir 15 años. Conocé cómo se originó el proyecto que tiene en la actualidad mercados semanales en la Ciudad, Vicente López y Necochea.

La feria que tiene como objetivo cuidar la tierra y generar un vínculo entre los pequeños productores y los consumidores “rescatando la relación humana más allá de la compra-venta” está por cumplir 15 años. Conocé cómo se originó el proyecto que tiene en la actualidad mercados semanales en la Ciudad, Vicente López y Necochea.
Va cayendo el sol en el Parque Las Heras y la primavera se hace notar con su típica brisa de la última hora de la tarde. La esquina de French y Coronel Díaz es una postal de domingo: en el frente se alzan los puestos de la feria de consumo consciente más famosa de Buenos Aires, con sus toldos blancos y sus características mesas forradas de arpillera en las que se lee su emblema: “Sabe la Tierra”.
De fondo, el atardecer. La calesita que completa el cuadro da sus vueltas finales despidiendo a los niños que ríen y juegan hasta el último minuto antes del cierre. Los feriantes siguen vendiendo. El ambiente huele a fruta, a inciensos, a la vainilla de los postres caseros que ofrece uno de los puestos. Cada sección tiene sus olores, sus colores y sus sabores, según los productos que ofrecen, y son tan intensos que parecen elaborados para que los consumidores puedan llevarse un pedacito de naturaleza a sus hogares citadinos.
Seguramente cuando Angie Ferrazzini pensó este espacio que uniría a pequeños productores, emprendedores y artesanos para conectarlos con el público, no se imaginó que terminaría gestando toda una propuesta cultural que ofrecería desde mercados itinerantes que recorren la ciudad hasta talleres de cocina y horticultura.
Hoy, quince años después, la creadora de esta organización cuenta que Sabe la Tierra recibe cada mes alrededor de cincuenta mil personas en los más de cincuenta mercados y festivales que se presentan en diferentes barrios y ciudades. “Somos un equipo de 30 personas que creemos en otra forma de producir y de consumir”, contaba en la Charla TED que presentó en Necochea en 2023.
Y agregó en esa presentación: “Se me ocurrió crear un mercado de productores donde se pudieran encontrar los productores con los consumidores, promover el bien común y generar lazos de confianza. Esta fue la idea inicial para el proyecto hace 20 años”.
Como suele suceder con los grandes soñadores que cambian realidades, Angie comenzó a vivir su sueño en su propio jardín: no contaba con el capital necesario para sostener una gran exposición en un centro de convenciones como habría querido por ese entonces, pero eso no la detuvo. Con el propósito firme y la visión clara, esta exponente de la cultura naturista convirtió su casa en el espacio que sostendría el puente entre las dos puntas del mercado sustentable: productores y consumidores. Hoy, ese mismo puente se extiende a lo largo de trece locaciones distribuidas por todo el país.
“Venimos porque nos gusta comprar productos orgánicos y porque nos encanta el ambiente de la feria”, dice Candela, una joven que pasea con su familia y se detiene en cada stand observando con atención los productos exhibidos. Como ella, muchos de los clientes que visitan el lugar son fieles a la filosofía de la organización, que tiene seguidores desde sus inicios, cuando solo podía encontrarse en su primera locación formal: la estación San Fernando del Tren de La Costa. Desde allí fue expandiéndose como lo hacen los fenómenos culturales cuando saben atender necesidades sociales.
Más de mil puestos de trabajo generados demuestran que Sabe la Tierra no es solo un modelo de consumo responsable, sino también de economía sustentable. Este mercado consciente abre sus puertas para que cualquier emprendedor pueda desarrollarse y ofrecer productos de calidad. Tal es el caso de Luisa, el talento detrás de los mejores tequeños de la zona, que cautivan paladares de todas las edades en la carpa de comida venezolana.
Luisa recibe a las personas que se detienen en su mesa con una amabilidad especial, invitándolos a degustar un bocadito de empanadas típicas de su país. Con una sonrisa amplia acompaña el son caribeño que lleva en el habla. Cuenta que vive en Argentina hace cinco años y que forma parte de la feria hace tres; y que gracias a este espacio es capaz de mantener a su familia y que incluso pudo pagar un viaje de visita a su entrañable Caracas.
“La feria nos cambió la vida. Estamos agradecidos por esta fuente de trabajo que nos permitió lograr la anhelada estabilidad económica”, afirma emocionada. Esta emprendedora, que supo sobreponerse a los embates de la expatriación e insertarse en el mercado laboral de nuestro país a través de su vocación en la cocina, es un ejemplo del impacto que tiene en los trabajadores este espacio de comercio justo y consciencia. Para esta comunidad, los valores agroecológicos y el compromiso fueron la clave del crecimiento.
*Estudiante de la carrera de Periodismo y Producción de contenidos a distancia.
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Consumo de alimentos procesados: el tabaquismo del siglo XXI
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Cómo fue la toma de estudiantes en defensa de la UNTREF
En octubre del año pasado, luego de una resolución del Centro de Estudiantes de la universidad pública, se decidió hacer un plan de lucha en contra del hostigamiento a la comunidad universitaria y las políticas de desfinanciamiento del actual Gobierno.

En octubre del año pasado, luego de una resolución del Centro de Estudiantes de la universidad pública, se decidió hacer un plan de lucha en contra del hostigamiento a la comunidad universitaria y las políticas de desfinanciamiento del actual Gobierno.
“Universidad tomada” advierte una bandera en la puerta de la Sede Lynch de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF). Son las ocho de la noche de un miércoles de octubre en el barrio de Sáenz Peña y la vereda de la sede abunda de información.
Una clase abierta donde los alumnos sentados en ronda en pupitres azules escuchan atentamente al docente. A metros, estudiantes se reúnen distendidamente algunos de ellos con sus mochilas, mientras otros cargan bolsas con acolchados y sábanas para pasar la noche en su casa de estudios.
La UNTREF se encuentra tomada con vigilia hace exactamente siete días luego de la Resolución Interclaustro -realizada el 10 de octubre de 2024- donde participaron docentes, no docentes, estudiantes y graduados.
La decisión fue una toma organizada que garantice la continuidad de las clases y que incluya un plan de lucha para visibilizar el reclamo presupuestario por las universidades nacionales. “Estuvimos todo el fin de semana organizando el cronograma, nos acostamos a las 4 de la madrugada para levantarnos a las 7”, comenta Lucho Borzatto, estudiante de la Licenciatura en Logística e integrante del centro de estudiantes.
A lo lejos se escuchan los murmullos de otra clase abierta que sucede en el sum del edificio, donde se encuentran el buffet y la fotocopiadora. Las luces son tenues porque el docente proyecta diapositivas para el desarrollo de la clase. En simultáneo, alumnos salen de sus aulas, algunos vuelven a sus hogares, otros se reúnen en allí o en la vereda para pasar parte a sus compañeros sobre su desempeño en los parciales. Las paredes del establecimiento aún conservan afiches pegados de otras cátedras y no faltan los carteles con consignas como “No caímos en la universidad pública, la elegimos”.
“La gente camina como un caballo por acá, no habitamos la universidad, muchos venimos a cumplir, siento que eso está cambiando”, comenta Lena Blanco, estudiante de la Licenciatura en Gestión del Arte y la Cultura mientras toma el último sorbo de mate. Está sentada delante de la bandera de su carrera que pintaron para la Marcha Federal Universitaria de abril. Además, expresa su sorpresa al ver la cantidad de carteles pegados en las paredes: “Antes no se podía poner nada, no encontrabas ninguna expresión más que las típicas que hay en los baños”.
Alrededor de 200 alumnos de la UNTREF se organizaron y formaron comandos divididos en distintas áreas. “Tomar la universidad no es joda”, indica Lucho y agrega: “Requiere de mucho trabajo y sacrificio”. Y así es, los comandos se dividen por área: prevención y logística, agenda cultural, documentación audiovisual, comidas y alimentos, higiene, prensa y comunicación, entre muchas más. De esta forma, se suman a los cientos de miles de estudiantes involucrados en el plan de lucha a lo largo y ancho de todo el país.
A partir del veto del Presidente Javier Milei a la Ley de Financiamiento Universitario, las tomas en las facultades brotaron como pasto después de la lluvia. Un relevamiento de la FUA (Federación Universitaria Argentina) indicaba en ese entonces que ya eran más de 30 edificios tomados, mientras que asociaciones civiles como Argentinos por la Educación afirmaban más de 80.
Incluso fue un momento donde algunas universidades fueron tomadas por primera vez, como fue el caso de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM). La amenaza por el desmantelamiento de las universidades nacionales puso en alerta a todos los estudiantes en cada rincón del país y los convocó a organizarse para defender su futuro.
*Estudiante de la carrera de Periodismo y Producción de contenidos a distancia.
Además en ETER DIGITAL:
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