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CULTURA

Enfermeras en Malvinas: entrevista a Susana Lilian Gómez

Como muchas de las mujeres civiles y militares que trabajaron en la guerra de 1982, cumplió la orden de no contar lo que había hecho. Hoy es la actual presidenta de la Agrupación de Enfermeras Civiles de Malvinas del Hospital Naval Puerto Belgrano.

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Como muchas de las mujeres civiles y militares que trabajaron en la guerra de 1982, cumplió la orden de no contar lo que había hecho. Hoy es la actual presidenta de la Agrupación de Enfermeras Civiles de Malvinas del Hospital Naval Puerto Belgrano.


Hace ocho años y medio divulgaron su historia: son más de 167 mujeres y nueve varones en la Asociación Civil Enfermeras por Malvinas y Susana Lilian Gomez es quien la lidera. Su único fin es lograr el reconocimiento moral por todo lo hecho en el Hospital Naval de Puerto Belgrano, donde recibían a los heridos que estaban en la Guerra de las Malvinas un 2 de abril de 1982. 

“No fueron, ni son valoradas por el Estado. Siempre se quiso callar su voz y hacer como si nada hubiera ocurrido”, dicen desde la organización. Algunas de ellas cuentan que fueron amenazadas, pero desde hace ocho años están firmes en lo que quieren y buscan. 

La charla tuvo lugar en la casa de Gómez, fundadora de la asociación, desde donde pudo mostrar su material, fotos, recuerdos en papel; y hasta su tercer libro publicado y ya agotado. Su deseo es hacer visible a las mujeres que 35 años después se animaron a hablar sobre la Guerra de las Malvinas a pesar del shock traumático post batalla. Es que algunas de ellas hasta fueron reprimidas por atender heridos militares ingleses. La orden en su momento fue: “¡Acá no pasó nada!”.

-¿Qué te resulta cada año un 2 de abril?

-La paso terrible. Es volver a limpiar una herida que se había cerrado. En el 84 me retiré de la Armada, pero cada 2 de abril la paso igual… Es mantener una tristeza que no se puede evitar.

La directora se quiebra en llanto, recordando a todos los fallecidos en la guerra y siempre muy preocupada por los que quedaron allá, deseando que no la hayan pasado tan mal. El día que comenzó esa batalla lo recuerda con una tristeza y emoción total.

-¿En qué te apoyás? 

-En que muchos están bien y en Dios. Pienso siempre en los que quedaron allá y en que no hayan sufrido. Es lindo reencontrarme con mis compañeros enfermeros: es como un alivio y nos fortalece a nosotros el abrazarnos y estar juntos. Cada vez que me cruzo al primer herido de guerra que entró al Hospital y veo que está vivo, me da un poco de paz.

-¿Qué fue lo que abrió la puerta a hablar después de 35 años de silencio?

-Nunca pensamos tener una asociación como la que tenemos. Hace aproximadamente ocho años llegué al país y una compañera me buscó a través de las redes sociales. Me llama y me pregunta si era yo, la instrumentadora, porque ella estaba procurando reunirnos a todas las enfermeras de esa época. ¡Fue muy loco! Tal es así que, cuando estuvimos todas juntas, lloramos tanto que nos liberamos. No lo habíamos hablado ni con nuestros hijos. No tuvimos nunca tratamiento psicológico… nada. Fue realmente muy liberador. 

“Los sobrevivientes, veteranos y caídos son los que merecen toda la honra”, dijo Susana en una entrevista en mayo del año pasado a Radio Urbana 93.9 de Bahía Blanca; no obstante remarcó: “Nosotras combatimos en el Hospital Naval, agarrando a los soldados, a los sobrevivientes para mantenerlos acá. Hoy mantenemos la memoria activa pero no cobramos pensión”.

-¿Tuviste miedo?

-No, nunca. Pero sabíamos que teníamos que cuidarnos. Hay gente que no habla porque tiene miedo, tal es el caso de las enfermeras que atendieron a tres ingleses heridos. Luego de que les dieran el alta, ellas estuvieron monitoreadas por inteligencia del Estado. Por este motivo es que algunas todavía tienen un estado de shock.

-¿Tuvieron sustento económico al igual que los veteranos?

No tuvimos ningún sustento económico, ni tampoco psicológico. Tenemos nuestro abogado, escribana y contador desde los cuales solo nos apoyamos para pedir un reconocimiento moral por todo lo hecho, para que quede asentado en la historia que dimos vuelta el Hospital. De ser un hospital militar, pasó a ser un hospital de guerra donde nadie te prepara para eso, ni siquiera mis compañeros que eran militares. Vivimos una guerra, era como estar en Malvinas. Nunca viví en mi vida la unidad como en ese momento, lo que abundaba era la solidaridad.

-¿A quiénes te aferraste luego de los 74 interminables días?

-En esos momentos, nosotras teníamos que consolar a los soldados que llegaban muy traumados, no teníamos ni tiempo para transitar nuestras emociones… aunque teníamos un lugar, un cuartito abajo donde íbamos a dormir cuando se podía y a llorar, otra veces. Fueron muchas situaciones erróneas y la falta de apoyo fue una de tantas, estábamos completamente solos. Confiaba en Dios, en la Virgen para que nos protegiera. Eso nos daba fuerza para seguir y darles fuerzas a ellos, no demostrar que estábamos destruidas.

Los años pasan y Susana puede recordar todo lo sucedido con lágrimas en los ojos, pero con muchas ganas de contar todo lo que atravesaron. Cuenta lo duro e insuperable que fue despedir a compañeros y después enterarse que nunca regresaron. 

En algún momento cuando llegabas a tu casa, ¿se te cruzó por la cabeza no volver al Hospital?

-No, uno prioriza estar con ellos. Nosotras no fuimos a Malvinas, nosotras estuvimos por los soldados en el Hospital Naval de Puerto Belgrano. Siempre reivindicamos que fue por ellos y quiero aclarar eso porque es un respeto que tenemos por todos los que quedaron en Malvinas y en el mar. Fuimos y somos esas enfermeras que dimos vueltas ese hospital por nuestros héroes.

-¿Cómo vivís tu día a día?

-Estamos siempre esperanzados de que vamos paso a paso. Tuvimos muchos reconocimientos en los cuales fuimos honradas como mujeres: viajamos a Chaco, Córdoba, Rosario, vivimos el reconocimiento en Punta Alta en el Hospital y estamos todo el tiempo cruzándonos con jóvenes que nos dan un abrazo y palabras de aliento.  Esas personas no pueden entender como nuestras vidas “continuaron” como si nada hubiese pasado. 

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1 Comentario

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    Maximiliano Jacob Gómez

    17/08/2023 at 9:37 pm

    Tremendo !! su trabajo silencioso pero muy importante y eficaz ,que pudieron salvar a mucho y hoy en día muchos de los héroes qué hay vivos y vivieron fueron Gracias a ellas asique , mis respetos !

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CULTURA

Todas las fuerzas: una denuncia social a través del género fantástico

El film, galardonado como mejor película de la Competencia Argentina, se estrenará en salas argentinas el 15 de mayo. La segunda película de Luciana Piantanida pone foco a través de lo fantástico en la vida de mujeres migrantes trabajadoras del barrio de Once.

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El film, galardonado como mejor película de la Competencia Argentina, se estrenará en salas argentinas el 15 de mayo. La segunda película de Luciana Piantanida pone foco a través de lo fantástico en la vida de mujeres migrantes trabajadoras del barrio de Once.

En el actual contexto argentino, que “Todas las fuerzas” haya ganado la Competencia Argentina del BAFICI se muestra como un acto de resistencia frente a los discursos del Gobierno de Javier Milei. El film, premiado como Mejor Largometraje de la Competencia Argentina, recurre a elementos del relato fantástico y a géneros clásicos como el policial para narrar una historia con una fuerte mirada social, ambientada en un universo de mujeres poderosas, cuyos dones las fortalecen y las unen.

Lo que inicialmente se presenta como el retrato de una mujer migrante en Buenos Aires evoluciona rápidamente hacia un policial: Marleen, la protagonista, vive en el barrio de Once, trabaja cuidando a una mujer mayor con demencia y, tras la desaparición de una amiga, debe recorrer la ciudad en su búsqueda.

El interés de Luciana Piantanida por filmar el barrio de Once nació de la curiosidad por conocer más el lugar donde vive. “Lo primero que me llamó la atención cuando me mudé fue la diversidad de personas y comunidades que hay en el barrio”, comentó. Al escribir el guión, tuvo muy presente el movimiento migratorio que, durante los años noventa, trajo a Buenos Aires a chicas muy jóvenes provenientes de Bolivia y Paraguay.

A partir de esas historias, Piantanida imagina un universo de mujeres migrantes que no solo sobreviven, sino que resisten y se conectan a través de poderes sobrenaturales. Marleen se comunica con palomas, mientras otras mueven objetos con la mente o manipulan la energía. Ellas se reconocen y cuidan entre sí, formando una red donde la dimensión política y afectiva está siempre presente.

No fue una decisión deliberada la decisión de partir desde el género fantástico. Había una escena que ahora no está en la película, pero que era una persecución por las azoteas de Once. Cuando estaba escribiendo, en un momento de la persecución, la protagonista llegaba a la esquina y tenía que dar un salto un poco más largo de lo humanamente posible cuenta Luciana y agrega–.  Nos quedamos pensando con los productores de la peli y enseguida dijimos: ‘Ah, la protagonista aprende a volar en el transcurso de la película’. Y entonces a partir de ahí pensé: ‘Ah, tiene superpoderes’. Empezamos a indagar cómo podía ser este universo y surgió también esta idea del lado B de la ciudad, de la noche y de las partes de atrás de los lugares que vemos como consumidores”. 

Una de las primeras imágenes de la película muestra palomas sobrevolando la Plaza Once, una postal que sintetiza el espíritu del barrio. “Haciendo la película me di cuenta de la poca relación que tenemos con el barrio y con los vecinos. Empecé a ir mucho a las plazas, que tienen poco verde y mucho cemento. Lo que hacían las palomas me pareció espectacular: un vuelo hermoso en el cielo; una imagen que no tenemos porque no estamos mirando hacia arriba”, relató Piantanida.

Para construir el elenco, un equipo de casting entrevistó a más de 150 mujeres. En una primera instancia, se las invitó a contar sobre su vida cotidiana y su trabajo. Celia, quien terminaría interpretando a Marleen, se destacó desde el comienzo. “Ella es muy creyente y contaba una historia relacionada a una enfermedad que se revirtió gracias a esa fe”, recordó Piantanida. En la segunda o tercera prueba, se le propuso representar una escena de videncia: “Relatando una visión, lo que hacía con la mirada era muy fuerte. Tiene una intuición enorme para la actuación. Es un talento enorme que ella misma desconocía”.

En cuanto al futuro del cine argentino, en un contexto de desfinanciamiento de la cultura y ataques al INCAA por parte del actual gobierno, la directora expresó su preocupación: “Hay una sensación terrible de fin de época por el enorme daño que está haciendo esta gestión sobre el INCAA y sobre la cultura en general”, manifestó Luciana. Y agregó: “Parece un chiste, pero tenemos que seguir demostrando que el cine argentino es recontra rico y diverso, e interesa tanto acá en el país como afuera”.

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CULTURA

La Zurda: una película con tonada cordobesa 

El film explora la vida de dos jóvenes marginales en la provincia de Córdoba. En medio de un crímen y la búsqueda de la fama a través del crecimiento de su banda de cuarteto, la película logra tejer entre la amistad y el drama social, acompañados de La Monada, como soundtrack principal.

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El film explora la vida de dos jóvenes marginales en la provincia de Córdoba. En medio de un crímen y la búsqueda de la fama a través del crecimiento de su banda de cuarteto, la película logra tejer entre la amistad y el drama social, acompañados de La Monada, como soundtrack principal.


Con rasgos propios del thriller policial, La Zurda se construye como una historia de amistad, traición y drama social. Más de una década después de De Caravana, el nuevo filme de Rosendo Ruiz encabeza los estrenos de la semana y reafirma la potencia del cine hecho en las provincias, esta vez con el cuarteto como protagonista.

El suspenso, la acción, las persecuciones, son los recursos cinematográficos de los que se sirve la película. Rosendo define a La Zurda como una película de género: “Me gustan las buenas películas de género, me encantan, La Zurda está hecha en Córdoba con muy pocos recursos, sin una tradición previa”. 

La trama sigue a “La Zurda” (Juan Cruz “El Gáname”) y Yonatan (Marcio Ramsés Salas Ortuay), dos jóvenes de clase trabajadora que sueñan con alcanzar el éxito con su banda de cuarteto. Pero una noche quedan atrapados en un crimen que no cometieron y deben huir, convencidos de que su condición social los condenará irremediablemente. 

Así comienza su descenso en una espiral de corrupción y relaciones turbias, que deberán exponer si quieren salvarse. Paralelamente y en el momento más inoportuno, al protagonista se le abre un camino para triunfar como cantante. 

Rosendo logra poner sobre la mesa una realidad social empapada de la identidad barrial, en gran parte por la actuación de sus actores. “Los dos protagonistas empezaron a ir al comedor comunitario conmigo durante los dos meses previos al rodaje. El trabajo que hicimos no fue para que imitaran a alguien, sino para que buscaran dentro de sí mismos quiénes serían si les hubieran tocado esas condiciones”, explica Ruiz.

El acento cordobés de los personajes también permite sentir la esencia local: “Cuando presenté la película en el Gaumont se sorprendían, como nos pasó con De Caravana, de ver una película hablada en cordobés. Así tendría que ser, no tendría que ser excepción, tendrían que haber muchas películas de otras provincias”.

Uno de los desafíos más grandes para él fue el montaje. Rosendo comentó que uno de los criterios que guió la puesta en escena fue apostar por el plano secuencia siempre que la acción pudiera sostenerse en un solo encuadre. La decisión respondió tanto a una búsqueda estética como a la necesidad de ofrecer a los actores un terreno con mayor libertad para su interpretación. “Para ellos es mucho mejor poder actuar sin cortes. Aman el plano secuencia porque son ellos respirando el plano”, señaló.

Sin dudas, la incorporación de La Monada como banda sonora fue una de las decisiones más acertadas. “Para muchos es muy acertado de que el universo musical sea cuartetero”, aseguró el director, no solo transportan al espectador al universo cuartetero con sus propias canciones, sino que también compusieron la música extradiegética usando instrumentos característicos del género.

“Si me preguntan los momentos de mayor felicidad es sumar la semana de rodaje De Caravana, de Casa Propia, de La Zurda de todas las pelis porque estando de rodaje la adrenalina está muy alta. Somos un montón de gente, la mayoría amigos en búsqueda de lo mismo, trabajar en conjunto, coordinado, ir superando problemas porque filmar una peli es superar un problema detrás de otro. Eso es dirigir una película, resolver problemas y hacer eso en conjunto. Siempre hay situaciones difíciles y hay que sortearlas y seguir adelante”.

“No sé qué va a pasar con el cine argentino”

A un año del inicio de la gestión de Carlos Pirovano al frente del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa), el Espacio Nacional Audiovisual presentó un informe desolador para la industria. “Presentamos un guión al Inca, en enero iban a dar los resultados, y nunca los dieron. Está desfinanciado y paralizado el Inca, lo quieren realmente destruir. El INCAA debería ser el órgano en el cual nos sentimos apoyados”, señaló Rosendo Ruiz.

“Hace 15 años que Córdoba saca varias pelis, no paramos desde el 2010”, comentó sobre la producción en la provincia. La eliminación de los instrumentos de fomento a la producción, el retiro del apoyo a la difusión y comercialización del cine nacional como la pérdida de presencia en el ámbito internacional, son los factores, que según el balance, a lo largo del 2024 no se aprobó la producción de ninguna película argentina. En el caso de Córdoba, Rosendo resaltó que “había tres pelis Incas que se iban a filmar y no se filmaron. Necesitamos nuestro cine, el mismo Córdoba no puede creer de ir al cine y ver su ciudad”. 


A futuro, proyectan la posibilidad de la continuidad de La Zurda, aunque sea la primera vez que piensa en la segunda parte de una sus película, Rosendo cree que le quedaron algunos cabos sueltos “que tienen que ver con cómo fue la transa que hizo La Tana, el comisario, el papá de Sol, que es un empresario político con poder”.

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CULTURA

Por qué debemos mirar la vida como Agnès Varda

El viernes 11 de octubre, el Barrio del Raval se transformó para homenajear a la directora de cine, actriz, fotógrafa y artista belga. Cómo fue la acción que realizaron dos cineastas en Barcelona.

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El viernes 11 de octubre, el Barrio del Raval se transformó para homenajear a la directora de cine, actriz, fotógrafa y artista belga. Cómo fue la acción que realizaron dos cineastas en Barcelona. 


¿Será que se heredan las ganas de que las cosas no terminen? Atreverse a heredar algo puede verse como un deseo de conservación pero, ¿qué conviene perpetuar de lo que se recibe? En las calles estrechas del casco histórico de Barcelona no parece haber mucho espacio para las ideas conservadoras, ¿o sí? En octubre de 2024, la Bienal del Pensamiento reapareció pero no para darle entidad a lo limitante del pasado, sino mostrar ideas visionarias e inundar la ciudad con mentes de vanguardia. 

Cuando un público permanece completamente callado en un acto póstumo se impone a gritos una sensación colectiva de respeto y nostalgia. Así como en las películas de Agnès Varda, el patio trasero del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA) suele ser un espacio de juego y experimentación, pero ese día -el 11 de octubre- fue un juego de memoria y silencio inusual. 

El otoño regaló una última noche veraniega, las hojas ya tostadas se resistieron a caer y la gente se empeñó en no abrigarse. Las ganas de aferrarse a algo que supuestamente ya terminó invadieron el evento, una emoción muda pero comprendida por todos los presentes. 

Agnès nació en Bélgica en 1928 y murió en París en 2019 dejando una estela de creaciones que inundaron la mente de generaciones de cineastas y artistas de todo tipo. Fue directora, actriz y, a su vez, guionista y artista plástica. Su forma de retratar la condición humana, de invocar pausas contemplativas en quienes ven sus películas y de poner un foco honesto en lo cotidiano, marcó el movimiento artístico de la Nouvelle Vague.

Aunque aquella corriente de cineastas franceses comenzó hace más de 50 años, el siglo XXI se nutre activamente de sus formas de dar a conocer historias. La tan característica mirada juguetona de Agnès fue fuertemente atravesada por claves de género, problemáticas sociales y existencialismo sin censuras. En esa confluencia de vivencias contradictorias (enternecerse con la nostalgia o reírse de lo efímero, por ejemplo) es que se gestó un nuevo idioma fílmico: el “vardiano”.

Audrey Diwan, Carla Simón y Mariana Borull en “Herederas de Varda”. Créditos: Luna Bereciartua

Sentir admiración ante la creación de los demás puede ser una de las formas más intensas de heredar una mirada en el cine. Carla Simón fue la cineasta catalana invitada a “Herederas de Varda”, la charla en el Patio de las Mujeres del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona. Una de las primeras cosas que Carla destacó de Agnès fue haber decidido que la libertad sería su estilo artístico. Admitió que, incluso para una cineasta consagrada, es algo muy complejo de encontrar. 

“Varda rompió la idea de genio”, respondió la francesa Audrey Diwan, la otra directora citada al evento. Luego, la conductora Mariana Borull llevó el debate hacia los confines de la vida sosteniendo que la homenajeada le recuerda a “una niña y una abuela a la misma vez”. Puede que ahí, donde los extremos se tocan, es que resida el legado y el amor por esta cineasta. 

Collage cortesía de @millslemons y foto de Luna Bereciartua de la exposición Agnès Varda en el CCCB.

Agnès documentó historias desde 1956 hasta 2019. Entre filmar entrevistas a gente que recolecta comida desechada (“Los espigadores y la espigadora”, 2000) y retratar la vida de una joven francesa en la década del 60 (“Cleo de 5 a 7”, 1961), hay un interés de por medio: las ganas de jugar con el retrato, conservar las esencias de la gente y los lugares.

En su filmografía se siente la importancia del paso del tiempo. Ella grabó y fotografió todo lo que el tiempo quiso que pase desapercibido: las fotos de las papas de una cosecha que no fueron seleccionadas para ser vendidas por su forma inusual (“Corazón de Papa”, 1953), las gigantografías de vecinos de pueblos muy pequeños (“Caras y Lugares”, 2017), sus propias manos envejeciendo año tras año.

Collage cortesía de @millslemons y fotos de Luna Bereciartua de la exposición Agnès Varda en el CCCB.

El afán por jugar con lo actual y el vértigo de percibir que todo es efímero conviven en paz en la obra de Agnès. Sin embargo, sus dos “herederas” resaltaron que ser una mujer reconocida en el cine no es nada fácil. Hasta la propia Varda sufría el recibimiento social de sus películas. 

“Agnès no te dice qué tienes que ver, sino que te comparte lo que ella percibió”, explicó Audrey. Esa noche, la Bienal del Pensamiento homenajeó a las miradas que invitan a la reflexión personal, la herencia artística que no dicta o delimita, sino que invita al juego y a la libertad y, por lo tanto, jamás perece.


*Estudiante de la carrera de Periodismo y Producción de contenidos a distancia.

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