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Entrevista a César Dominici, ex-líder de La Sobrecarga, la icónica banda dark de los 80  


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El músico y compositor argentino oriundo de la ciudad de Trenque Lauquen, habla de su nuevo espacio de trabajo, su proceso creativo y da su opinión sobre los jóvenes.

Comenzó como miembro de una comunidad juvenil que buscaba conectarse con la cultura y el arte, “la artesala”, que funcionaba en la localidad bonaerense de Trenque Lauquen. Un grupo de jóvenes que se reunían en una biblioteca doméstica para soportar el clima opresivo del proceso militar del 76 y que luego dio lugar a una de las bandas de rock más influyentes de la historia de la región pampeana: “La Sobrecarga”.

Ésta banda precursora del dark en la escena nacional contó con un debut discográfico de 30.000 copias vendidas en vinilo, editaron dos discos (Sentidos congelados y Mentirse y creerse) y fueron teloneros del show de The Cure en la cancha de Ferro. 

La Sobrecarga fue una leyenda que, además de haber tocado en el icónico Cemento por donde pasaron tantas figuras del rock de la época, dejó una huella en la autoestima de los artistas locales y logró una fidelización que aún perdura. 

Hoy, Cesar Dominici, exlíder de esta banda, es el guitarrista y cantante de “Overview” grupo musical que conjuga componentes folclóricos y progresivos con letras reflexivas sobre temáticas sociales. 

A su vez, Dominici tocó con La Sobrecarga en los reencuentros a lo largo de los años 90 y 2000, y en la producción de los discos “Cenizas del tiempo” (2013) y “Viviendo en la línea donde el tiempo es nunca” (disco en vivo de 2018).

César dispuso que la entrevista fuera en su quinta familiar “El gran laboratorio” la cual bautiza a la canción del Lado “A” del disco “Sentidos Congelados” (de La Sobrecarga), que es lugar de ensayos y encuentros entre músicos.

A la hora de la charla él se encuentra leyendo un libro al sol rodeado de árboles enormes que a diferencia de los de la ciudad no desprenden aún sus hojas. Está sentado delante de su casa y de un recién construido espacio de ensayo que dice, “es su nuevo orgullo”. 

-¿Qué lees?

-“El secreto tibetano”. Son ejercicios que están muy buenos para trabajar la eterna juventud… son interesantes. También sigo filosofías orientales desde los 70 y leí “El cuarto camino” de George Gurdjieff, maestro místico ruso, gracias a Robert Fripp, el guitarrista de la banda King Crimson. 

-Antes del primer grupo ya tenían esa dinámica de compartir cultura para refugiarse, ¿la banda siempre cumplió ese rol?

-Y, cuando nos fuimos a vivir a Paternal, sí. Cuando se nos iba la camioneta nos íbamos todos juntos, nos cuidábamos. Éramos de otro lado y estábamos en Capital. De afuera tal vez se veía distinto, pero siempre nos manejamos así por eso.

-¿Pero algunas de las bandas de los 80 no se manejaban más como una empresa?  

No, en esa época no. Eso empezó a pasar en los 90 que se empezó a perder la comunidad que había. Empezó otra época.

-¿La cultura se acostumbró a la democracia? ¿Por eso cambió el arte?

-No, no sé si tiene que ver con eso… empezó a batallar el consumismo, el facturar, la idea de éxito. Murió el de Virus (Federico Moura), Miguel Abuelo, Luca Prodan; se metió la tecnología, el marketing, cosas que muy pocas bandas usaban como era Soda Stéreo. Cuando salieron ya sabían que iban atrás de eso, la tenían re clara.

-Desde tu primera banda (Igoagrio) a las últimas (Ph Pampa y Overview) hay un salto en los mensajes, ¿por qué se da que las letras son más explícitas?

-Supongo que por la pandemia por COVID-19 y el encierro. Siempre fue espontáneo, nunca lo planeé ni hice proyección con mis temas.

-¿Por qué no planeas en tu proceso creativo?-Nunca me nació planificar. A los ocho años, una profesora de guitarra me pegaba con un puntero en la mano por equivocarme. A raíz de eso decidí ser autodidacta y usé la improvisación, eso me formó como persona. Antes había una cultura muy rígida. 

-¿Cuál es el aspecto que más destacás de la cultura joven de hoy?

-La libertad, sin duda. ¡Hacen lo que quieren! La libertad para mí es algo impresionante, pero te obliga a ser consciente porque no hay que caer en la soberbia de creer que los derechos de uno son el fin de todo.

-Vos viviste parte de tu juventud en Europa, ¿qué vivencia te marcó de allá?

-En el 89 me fui a España y me encuentro con la electrónica, música de Argelia, una cosa contestataria, y eso me inspiró para hacer el disco “Mate en la casa” que era una fusión con folclore y electrónica. Pero, estando en Europa, también descubrí a Atahualpa Yupanqui en toda su magnitud. ¡Qué contradictorio a la vez! ¡A Jimi Hendrix lo escuché en Argentina y a Yupanqui lo conocí estando afuera!

“Mis letras siempre fueron espontáneas. Nunca las planeé ni hice proyección con mis temas”,

César Dominici

-¿Hay alguna historia que te haya quedado marcada del extranjero?

-En las afueras de Madrid, con un amigo tocábamos sobre la calle castellana o en el metro sobre una lona. Tocamos una semana en el mismo lugar horrible sin que vaya nadie, lleno de mugre y charcos; y, de repente, un día llegó gente con unas cámaras para el noticiero y nos dejaron lo que hoy representaría 10.000 pesos. Yo estaba sin techo y alguien nos vio ahí y avisó a esa gente que estábamos tocando. Si no salíamos a tocar nada de eso pasaba.

-¿Algún paisaje que te haya quedado de algún recorrido?

-Ver el muro de Berlín antes de la caída. Todavía me acuerdo del frío como lastimaba. Pasamos por el lado ruso donde te cobraban una entrada y era jodido, pero la movida cultural que se genera en una atmósfera tan opresiva es increíble. ¡Fue de las cosas más grandes que vi! Iban los mejores artistas a tocar. 

-¿Sentís que esa característica de la época dictadura cívico-militar en Argentina y Guerra fría se replicó en la pandemia? 

-Imagínate… ¡destruyó mi modo de vida! Dejó de existir todo lo que yo quería y no se sabía nada. Las noticias no se podían escuchar por la angustia que reinaba. Era difícil crear aunque yo tuve una situación privilegiada: me llevó a crear la sala para ensayar lejos de la televisión y esa construcción va a quedar en un futuro, para que la use el que quiera. Mi anhelo es soltar, delegar y dar; y buscar un poco de silencio.

-¿Por qué seguiste haciendo música? ¿en qué se basa tu continuidad?

-Porque para mí es algo que ya está, es una terapia para mí. Desde que toqué de nuevo, me puse mejor de salud: venía con unas complicaciones y una internación. Siempre me ayudó la música, por ejemplo, entre los ocho y hasta los 14 años no pude hacerlo y fue una frustración. Pero cuando volví a agarrar la guitarra cambió mi vida para siempre. 

La guitarra nunca te falla, nunca pude parar porque nunca me propuse tocar como una meta. Para mí es un sentir. Sería como decir: “Éste psicólogo no me gusta, pruebo otro”. 


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