Una investigación del Observatorio argentino por la educación concluye que sólo el 16% de los alumnos que inician la escolaridad la terminan en el tiempo estipulado y con conocimientos aceptables de lengua y matemática.
Si un chico de la ciudad tiene dificultades para concluir en tiempo y forma la primaria y secundaria. ¿Qué le pasa a un chico indígena en un ambiente rural? ¿Tiene problemas para poder avanzar en su educación? ¿Y qué pasa si ese chico indígena es además alguien que tiene discapacidad? ¿Puede avanzar en su trayectoria educativa? La Profesora Carmen González, especialista en educación especial, nos cuenta cómo es la realidad educativa de los alumnos con discapacidad en las comunidades originarias del oeste formoseño.
Es un día de sol en Potrillo, un pequeño pueblo rural de Formosa, donde el calor es tan agobiante y seco que los recién llegados sienten la cercanía con el Trópico de Capricornio como una mano huesuda apretándole con severidad la garganta. Como si se tratara de una alucinación por la temperatura, se pueden ver pequeñas figuras blancas que corren y ríen como duendecillos en el ardor de las 13 horas; son alumnos de una escuela primaria que al igual que en cualquier rutina urbana van rumbo a la escuela, a pesar de la hostilidad del clima y el aislamiento.
-Estaba mirando el pronóstico del clima, vi que siempre hace muchísimo calor, incluso en otoño. ¿Cuántos grados hace ahora?
– Hoy fue un día fresco. A la mañana estuvimos con 29 grados más o menos.
– ¿Y en verano, entonces, cuántos grados hacen?
– En verano puede llegar hasta 50 grados. Hace muchísimo calor.
Quien habla es Carmen González, profesora de Educación Especial con orientación en retraso mental. Carmen trabaja hace siete años en esta localidad llamada El Potrillo, en el Departamento Ramón Lista, provincia de Formosa, dando apoyo en diferentes instituciones; en el hospital local, haciendo atención y educación temprana con bebés y niños desde los 45 días hasta los cuatro años, y en nivel inicial, primaria o si hay alguna demanda en el secundario o terciario. Siempre acompañando a niños, jóvenes o adultos con discapacidad.
– ¿Cómo le explicás a alguien que no conoce en detalle el trabajo que se hace en las escuelas en qué consiste tu trabajo como profe?
– Mi labor específica dentro de las escuelas es un apoyo a la inclusión escolar del alumno con discapacidad. Se trabaja de manera articulada con la maestra de grado para garantizar que el niño desarrolle toda la etapa escolar. Lo que yo realizo son adaptaciones específicas para el alumno en caso de necesitar lengua de señas o Braille. Se le proporciona ese servicio para que el niño pueda acceder a los contenidos que el maestro de grado desarrolla. En este caso, es un poco más complejo aún, porque me toca trabajar dentro de las escuelas de modalidad EIB (educación intercultural bilingüe) y hablamos de una doble modalidad, digamos, de educación especial y de la modalidad intercultural bilingüe.
– ¿Cómo nació en vos la vocación o la profesión y desde cuándo?
-Con exactitud, no sabría bien cuándo, pero sí recuerdo que desde niña tengo como imágenes de personas con discapacidad, y siempre venía a mí la pregunta de cómo poder ayudar a estas personas. Creo que fue algo que me interesó desde siempre, o, mejor dicho, cuando terminé la secundaria yo ya sabía que quería ser profesora de Educación Especial. No me imaginé que iba a trabajar dentro de una comunidad originaria. Es un trabajo que requiere de mucha vocación, trabajar dentro de una comunidad con tantas carencias dentro del ámbito de la discapacidad, pero es aún mucho más gratificante.
– ¿Por qué si es muy complicado te resulta gratificante?
– Porque se ven los resultados, porque cuando yo recién inicié en esta localidad lo primero que me decían es que no existían niños con discapacidad, que por la sangre de ellos no había personas con discapacidad. A mí me resultó muy difícil poder entender esa postura. Y después de investigar mucho tiempo, de un proceso de adaptación y de aceptación por parte de la comunidad, iban apareciendo nuevos niños. Los primeros niños con discapacidad no eran llevados a la escuela o al jardín, pero sí eran llevados al hospital. Y de ahí nace el primer eslabón que es el Servicio de Estimulación y Educación Temprana, donde se los prepara desde muy chiquitos. No solo a los niños, sino también a la familia, para poder iniciar el proceso de escolarización en el nivel inicial.
– Además de la vocación, elegiste ejercer en una zona sacrificada o complicada, con muchas carencias y alejada de los centros urbanos ¿Fue elección o te tocó?
– La verdad no, no fue una elección. Creí que iba a estar solo un tiempo ayudando y ya pasaron siete años y creo que quizás me jubile en esta zona.
– Trabajás en una localidad a 600 kilómetros de la capital de Formosa y contaste que se trata de un lugar con muchas carencias y muy complicado por el clima y los fuertes calores. ¿Cómo describirías el lugar a una persona que vive en la ciudad, a una persona que está siempre en la selva de cemento?
– Lo primero que le diría es que es un lugar tranquilo, para no asustarlo. Y después, la cruda realidad es que estamos en un lugar muy lejano y que incluso para llegar a la zona tenés que recorrer desde el asfalto 100 kilómetros de rutas de tierra y sin señal de celular. Esos kilómetros de tierra, sin asfalto, no hay transportes públicos. Tenemos un solo hospital con pocos profesionales médicos y ahora tenemos la suerte de tener luz 24 horas. Pero en otros tiempos, no teníamos esa oportunidad. Y ahora también contamos con un servicio de Internet bajito por supuesto, pero funciona y ayuda un montón
– Me contaron que, en su tarea diaria, ustedes se relacionan con médicos. Y los profes de educación especial usan vestimentas similares. Entonces la gente los confunde con doctores. ¿Cuál es tu trabajo en el hospital específicamente?
– En el hospital se trabaja en el área del Servicio de Atención y Educación Temprana. Lo que se hace puntualmente es detectar chicos con discapacidad a temprana edad. Este servicio, que se realiza en conjunto con el personal de salud y sobre todo con los agentes sanitarios que son enfermeros de la etnia wichí, que están más inmiscuidos dentro de las comunidades y saben cuándo nace un chico con discapacidad. Entonces, al momento de detectarlo, si se lo cita al hospital, se realiza una entrevista inicial con la familia. Este año acompañó a la asistente social y es que nace el servicio socioambiental. Es un trabajo que se desarrolla todo el año y cada niño tiene un plan de atención individual.
– ¿Cómo se comunican ustedes con la comunidad originaria? ¿Ellos hablan español, hablan solamente wichí, ustedes hablan wichí? ¿Cómo hacen?
– La comunicación es un tanto compleja, pero lo pudimos resolver. En algunas familias solamente hablan wichí y otras familias hablan un poco el español. Entonces podemos desarrollar la tarea así, sin dificultad. En caso de que la familia no hable, ni entienda absolutamente nada de español, siempre están los agentes sanitarios en el lugar, que nos ayudan para que estas familias puedan entender lo que nosotros les explicamos. Además de eso, no solo es entender el sistema o cómo funciona este servicio, sino que también que todas las actividades o juegos que desarrollamos dentro del servicio lo deben llevar a la casa y seguir realizándolo con sus hijos.
– Una pregunta más personal, ¿cuando estudiabas te imaginaste que ibas a terminar ejerciendo en un lugar tan complejo. ¿Cómo fue la primera impresión que tuviste cuando llegaste?
– Mi primera impresión, en mi primer año de adaptación, sinceramente, no fue bueno. Me costó muchísimo adaptarme al lugar, a los niños, el idioma, la cultura. Es más, yo veía todos los niños iguales porque ellos tienen unas características y unos rasgos particulares y era muy difícil distinguirlos. Hoy por hoy sí, ya no tengo esa dificultad, pero me costó muchísimo poder adaptarme.
– En todo este tiempo que estás ejerciendo, ¿cuál fue el caso que más te impactó o que te tocó vivir de forma muy cercana o el que más te conmovió?
– Creo que todos los casos que me tocan día a día son difíciles. También he trabajado con niños con discapacidad de la de la comunidad blanca, por así decirlo, que fue uno de los bebés que tuve en atención y educación temprana y a los seis meses falleció. No hay uno que te genere mayor tristeza que otro, porque sinceramente genera mucha, mucha tristeza. Pero también te da la fortaleza como para poder seguir y ayudarlos y darle lo mejor posible a cada uno.
Una investigación del Observatorio argentino por la Educación, donde se afirma que solo el 16% de los alumnos que ingresan a la primaria logra concluir su trayectoria escolar en tiempo y forma y con niveles aceptables en lengua y matemática. El informe expresa además que las provincias de Formosa, Santiago del Estero y Chaco son las provincias con menor desempeño educativo. En Formosa sólo el 5% de los alumnos ingresantes en primaria logra cumplir la trayectoria escolar satisfactoriamente.
-Si un chico de la ciudad tiene dificultades para recibirse en tiempo y forma en la primaria y también en la secundaria. ¿Qué le pasa a un chico indígena? ¿Y qué pasa si ese chico indígena es alguien que tiene discapacidad? ¿Puede avanzar en su trayectoria educativa? ¿Puede cumplir ese derecho a la educación? Desde tu experiencia, más allá de los números ¿Cuál es la situación?
– Sí, un chico con discapacidad puede avanzar siempre y cuando tenga un apoyo sostenido durante toda la trayectoria escolar y también acompañe a la familia, Es muy complejo, más en el ámbito de la discapacidad. Es muy polémico lo que voy a decir. A mí me sigue dando la sensación de que a veces por estar en un lugar tan alejado, el docente enseña con un bajo nivel y considero que pareciera ser como que ellos dicen bueno, el niño, el niño originario puede aprender hasta acá.
– ¿Te tocó por ahí convivir con situaciones donde no se respete el derecho de los alumnos a educarse a incluir a todos los alumnos?
– Sí. Hasta hoy día siguen apareciendo situaciones donde no respetan el derecho del niño con discapacidad. Me han pasado casos donde se considera que si la maestra especial no está en el dentro de la de la escuela no dejan ingresar al alumno. Nosotros solamente somos cuatro profesionales dentro del área de Educación Especial para todos los niños con discapacidad que están en la zona, que este año son aproximadamente cerca de 50 alumnos en todos los niveles. Entonces, cuando el maestro de apoyo no está ese día en la escuela porque se encuentra trabajando en otra institución escolar, no dejan ingresar al alumno a la institución porque ponen de regla sino está la maestra especial, no puede estar el alumno, olvidándose de que el alumno es matricula de la escuela, no de la maestra especial. Nosotros solamente somos un apoyo a la inclusión escolar.
– En pocas palabras, sería que se está discriminando a un chico con discapacidad o un chico indígena.
– Sí se está discriminando, por así decirlo.
Por tu labor estás en contacto con realidades humanas que implican mucha complejidad y tristeza. El estar vinculada con situaciones de pobreza estructural o discriminación o abandono, ¿afecta tu salud? ¿De qué manera te desconectas?
– Sí, siempre afecta porque son situaciones que hacen mal. Yo me desconecto con mi hija, se llama Josefina y tiene casi cinco años. Mi hija es mi cable a tierra
– Imaginemos que podemos retroceder algunos capítulos en la serie de la vida, como si fuera una en Netflix. Sí volvieras el tiempo atrás, ¿qué te hubiera gustado ser si no hubieses elegido ser profe de educación especial?
– Es muy difícil la pregunta, pero pensándolo bien…creo que me hubiera gustado ser lo mismo, porque me gusta mucho.
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