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JUANA PARA TODOS Y TODAS


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A principios de septiembre, Juana Molina abrió la Bienal de Arte Joven con un concierto gratuito en el Centro Cultural Konex. ETER Digital estuvo allí para contar un show que pronto se repetirá en el Centro Cultural Kirchner.

Por Eduardo Fonseca Alvarado

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En una entrevista para el programa Encuentro en el Estudio de Lalo Mir, Juana Molina contó que al inicio de su carrera como cantautora, era usual que muchas personas llegaran a sus conciertos por el sólo hecho de conocer su trabajo en la tele y por esperar que hiciera alguno de sus conocidos personajes. Pero, a medida que comenzaba a cantar, muchos se iban yendo, y luego solo quedaban unos pocos, o aquellos que realmente querían escucharla. El miércoles 8 de septiembre, en el Ciudad Cultural Konex (Sarmiento 3131, Capital), quedó claro que ya nadie se va antes de que sus shows terminen; todo lo contrario: a las nueve y media de la noche —30 minutos después de que tocara el primer tema— aún había dos cuadras de personas haciendo cola afuera y esperando la oportunidad de verla en vivo. Gratis.
Poco antes del cierre de la primera fecha de la Bienal de Arte Joven organizada por el Gobierno de la Ciudad, la gente charla en el patio (la zona al aire libre frente al escenario principal) y toma cerveza en vasos de plástico. Muchos de los que están sentados comienzan a levantarse al escuchar algunos de los temas de estilo jazz-funk de la banda “Despertar Antoles”, que abre el concierto. Para cuando Juana Molina —micrófono y teclado en frente, guitarra Gibson SG en los brazos— se ubica al centro del escenario, flanqueada por dos jóvenes músicos, un baterista y un multiinstrumentista, todo el público está de pie.
El primer tramo del recital se centra en los temas de su último disco publicado en 2013. Y, precisamente, “Wed 21”, la canción que le da nombre, es la elegida para arrancar el show. Luego vienen “Eras” y “Lo decidí yo”, y lentamente y por separado, algunas personas comienzan a bailar y a entrar en ese trance al que te lleva la música de Molina con aquellas melodías de su voz y de su guitarra que se repiten (loops) y que se agregan por capas y se suman a las bases rítmicas de su baterista. Todo para entrar en clima y para llegar al punto más alto de movimiento de la noche, cuando ya no sean algunas, sino decenas las personas que bailen y hagan pogo mientras la banda arriba toca “Un día”. Hasta la misma Juana se anima, en el medio de la canción, a acercarse al público y salirse de su lugar tras el teclado, para improvisar unos pasos de baile mientras su larga y rubia cabellera se mece de un lado a otro.
Dos constantes en el segmento final del concierto son una chica que baila, a un costado del escenario y un poco alejada del grueso del público, entregada a un baile frenético, dando vueltas y agitando los brazos, como en un ritual místico, y jóvenes que todavía llegan al Konex sonrientes, “no puedo creer que entré”, a pesar de que falta poco para que culmine la presentación. Arriba del escenario Juana la pasa muy bien, habla poco con la gente, y sólo se enoja cuando tiene problemas con el tema “Ferocísimo”, el cual corta un par de veces y luego intenta no tocar por no saber qué es lo que está sonando desafinado. Luego, en una pausa para presentar a sus músicos que la acompañan desde hace varios años, Diego López de Arcaute y Odín Schwartz, aprovecha para echarle la culpa en broma a este último. Para el cierre elige la canción “Sin guía, no”, también de su último álbum “Wed 21”. La despedida es rápida y no hay bises. Los que se quedan afuera y siguen esperando en vano—nadie sale a decirles que el recital ya se termina—deberán aguardar al 26 de septiembre y llegar ese día temprano a un lugar cuyo nombre posee las mismas siglas, CCK, el Centro Cultural Kirchner, donde Juana Molina volverá a presentarse. Gratis.


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