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LA OTRA DISCRIMINACIÓN

La delantera de Godoy Cruz, Karen Giménez, contó lo que sufren las jugadoras del interior. Comentó cómo es el manejo de una actividad que todavía no es profesional en Mendoza y habló de la falta de apoyo por parte de la AFA.
Por Matías Trabichett
Karen Giménez hizo el gol de su vida. De chica supo que quería jugar a la pelota. Pero tuvo un impedimento: en su barrio, en Mendoza, no había escuelas de fútbol femenino. Como gran delantera que es en el área, la aguantó y le metió un caño a los perjuicios que sufren miles de chicas. Característico de un 9, conserva sus sueños de niña. Cuando se enteró del profesionalismo, fue a probarse en distintos clubes de la Ciudad de Buenos Aires, pero por la pandemia decidió volver a su ciudad.
-¿Qué hace falta para que el fútbol femenino tenga el mismo reconocimiento que el masculino?
-Ahora está complicado por el tema del Coronavirus. Un poco, más o menos, se le pudo dar al femenino, pero se lo quieren quitar por el tema de los subsidios. Muy en cuenta no nos tienen. La verdad, es una pena porque hay varias jugadoras que tienen mucha categoría. Todas merecemos el apoyo.
-¿Qué lucha están llevando adelante?
-Más que nada, tenemos que unirnos entre todas y pelear por un objetivo en común: de poder jugar de forma profesional, de que nos ayude la gente de afuera como al masculino. Pero noto algo adverso, la poca difusión y la importancia que se nos da. A eso se le suma el tema del Coronavirus. El campeonato se paró, no sabemos cuándo vamos a volver a entrenar. Si no le dieron valor cuando no estaba la pandemia, ahora menos. Solo se habla del futuro de la Superliga.
-¿Cómo está la situación en Mendoza?
-No interviene la AFA. En Mendoza falta un montón. Es una lástima que, sabiendo las grandes jugadoras que hay en los clubes mendocinos, no nos den el lugar que merecemos. Acá interviene solo la Liga, pero es como decirte que no hay nadie. Imagínate que, hace unas semanas, había una presidenta electa, fue presentada en la televisión y a los pocos días le dijeron que no podía ejercer su cargo. Hablando en serio, nos había puesto contentas que ella nos representara y después la bajaron. Realmente es una cargada.

-Cuando fue declarado como profesional, ¿qué medidas fueron tomadas por la Liga?
-No, acá, no es profesional. La realidad es que falta un montón. Se había hablado sobre un subsidio que iba a dar la Liga o la AFA para repartir en cada club. En Buenos Aires se pagan ocho o diez contratos con una suma medianamente importante de dinero. Acá te dan un subsidio que no te alcanza para vivir. En Capital, por ejemplo, una jugadora puede ganar 20 mil peses. Así y todo no le alcanza si se tiene que mantener, pagar un alquiler… En definitiva, no nos están dando el lugar que necesitamos.
-Para decirlo de alguna manera, aún es amateur….
-Sí. Es más, cómo puede ser que en mi provincia (Mendoza) tenemos a las mejores jugadoras y no se acuerden de nosotras. Acá, en Godoy Cruz, hay un montón de chicas que tranquilamente pueden jugar en Buenos Aires. Pero siempre el interior es como lo más bajo. Esa discriminación, ese retraso que te hacen, se nota y no sirve. Hay que estar todos juntos para poder salir y competir como todas queremos.
-¿Qué creés que falta para que sea un deporte masivo?
-A mí me encantaría que nos den la posibilidad de jugar una copa nacional con los clubes de Buenos Aires. Y ojalá que se pueda lograr lo de la profesionalización. La realidad es que se ha aprendido y avanzado un montón. También creció la calidad de jugadoras. Antes no era así, no existía el jugar todas mujeres en una cancha. Las pocas que había, se mezclaban con los hombres.
-¿Se está eliminando el perjuicio de “vos no podés jugar porque sos mujer”?
-La verdad que en una parte duele porque sentís la discriminación. Todos somos seres humanos. A las nenas más chiquitas del club las incentivamos. Si quieren jugar a la pelota, las invitamos a venir. Y, en el caso que no sepan, que vengan y aprendan. Las ayudamos entre todas para que no sientan la exclusión que nosotras habíamos sentido de que el fútbol era para hombres. Hoy estamos más unidas para que las nenas no sufran. Porque no sabemos cómo se lo puedan tomar. Todavía existe algunos machistas que te dicen: “Las mujeres son para jugar otra cosa, para jugar al hockey”. Hay gente que aún no se toma del todo bien que podamos jugar a la pelota.
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“La verdad está en lo que se trafica vía la risa”
Del interior del portero eléctrico sale una voz cálida. “Ahí voy”, la misma voz que a través de una sonrisa indica el camino. Sobre la pared, tras la inmensa biblioteca, un gato Ramón mira desde la cómoda silla donde descansa. Su dueña es la psicoanalista y escritora Alexandra Kohan. Con una mirada crítica y un estilo libre de imposturas, presenta su último ensayo El sentido del humor, donde navega por las aguas de los fallidos, los desvíos y las risas.

Del interior del portero eléctrico sale una voz cálida. “Ahí voy”, la misma voz que a través de una sonrisa indica el camino. Sobre la pared, tras la inmensa biblioteca, un gato Ramón mira desde la cómoda silla donde descansa. Su dueña es la psicoanalista y escritora Alexandra Kohan. Con una mirada crítica y un estilo libre de imposturas, presenta su último ensayo El sentido del humor, donde navega por las aguas de los fallidos, los desvíos y las risas.
¿Hay algo de la actualidad que te haya impulsado a escribir sobre el humor?
Hay algo de la actualidad que me interesa destacar en un momento particular. Cuando escribí lo del amor efectivamente había muchísima proliferación de discursos prescriptivos alrededor del amor, eso me incomodaba mucho. Lo del cuerpo surgió más por la pandemia y lo del humor, si bien es un asunto que me importa hace más de 20 años y es un tema al que vuelvo. Los últimos años se han vuelto muy solemnes y entonces me interesaba agarrar eso. Son temas que en la actualidad cobran una forma particular que me interesa discutir.
En tu libro menciónás que para vos no hay transmisión ni práctica del psicoanálisis sin risas. ¿Por qué, cómo pensás el rol de la risa en el análisis?
La risa, el humor, son una de las cosas más emancipadoras que existen en el sentido incluso de lo instantáneo. En ese instante en el que se produce la risa algo se afloja, algo se alivia y ese alivio, por más que no se pueda constatar de manera duradera, abre y produce que pasen cosas que no pasarían. Sin la risa uno está agarrado a sus ideas, a su imagen, a sus prejuicios, a sus cosas y la risa rompe ¿no? Rompe ese modo en que cada uno de nosotros está agarrado a eso que cree que uno es y me parece que la risa en el consultorio ocurre bastante.
En el capítulo “Usted me ofende” hablás sobre la ofensa como una reacción de nuestros tiempos. ¿De qué forma crees que nos limita la indignación a la hora de producir reflexiones o de generar debates a través del humor?
La ofensa y la indignación son dos formas del impedimento. Todos nos hemos indignado y nos hemos ofendido pero desde ahí no se puede hacer nada, solo queda detenernos y regocijarnos en la propia ofensa y la propia indignación. Son sentimientos bastante individuales y morales, “yo me ofendo, yo me indigno”, existen y no digo que está mal que existan, lo que digo es ¿qué hacemos con esos sentimientos que son muy morales cuando lo que el humor viene a proponer es otra cosa? Es una salida del impasse el humor, nos saca de esa paz del impedimento porque suspende la moral, no porque es amoral, sino porque la suspende.
¿Crees que ofendernos y pensar que tenemos razón nos trajo donde estamos ahora?
A lo que nos llevó “me ofendo y yo tengo razón” es primero al aislamiento y a la rotura de los lazos comunitarios, no digo que eso sea lo único obvio, ni tampoco es tan directo causa efecto. Creo que si vos te encerrás en que vos tenés razón, en tu indignación y en quién tiene razón, se vuelve una lucha uno a uno y eso no tiene nada que ver con lo colectivo. Lo colectivo es justamente lo que no segrega las diferencias, lo que admite que tengamos razón vos y yo al mismo tiempo, aunque digamos cosas contrarias, como si dijera “vos tenés tus razones, yo tengo las mías, juntémonos y pensemos qué hacemos”. Para los procesos colectivos no importa quién tiene la razón, importa cuál es la fuerza que podemos obtener para para ir en contra de aquello que nos está destruyendo.
Entendiendo al humor también como ficción ¿Por qué crees que nos empeñamos en leer la ficción como una realidad fáctica?
La crisis del humor está cerca de la crisis de la lectura en el sentido de cómo leemos, cómo nos relacionamos con eso que leemos, cómo leemos todo un acontecimiento político, una ficción, una ciudad. La posibilidad de leer implica también entregarse a lo que no se sabe y sorprenderse. Si vos vas a leer una novela y confundis al autor con el narrador y crees que todo lo que hizo es expresión de lo que piensa el autor ya estás leyendo mal porque una ficción pretende ser leída como ficción no como realidad. La ficción tiene efectos de verdad, por supuesto, pero no de realidad. Mucho menos de la realidad de lo que piensa un autor. Para mí el humor va en la misma línea de la ficción. No sabemos qué verdad se articula en ese humor. La verdad no está en lo explícito del humor, está en lo que se trafica vía el chiste, la risa.
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A 17 años del Bronce de Los Pumas
En la Copa del Mundo de Francia 2007, Los Pumas lograron dos hechos históricos: ganarle dos veces al local y volver con la primera y única medalla de bronce en un mundial. En este informe, revivimos a través de algunos de sus protagonistas cada momento de aquella hazaña.

En la Copa del Mundo de Francia 2007, Los Pumas lograron dos hechos históricos: ganarle dos veces al local y volver con la primera y única medalla de bronce en un mundial. En este informe, revivimos a través de algunos de sus protagonistas cada momento de aquella hazaña.
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Juan Pablo Buscarini: “Hoy ya no hace falta hipotecar tu casa para filmar una película”
El premiado director argentino dio su perspectiva sobre el estado de la industria del cine, la evolución del medio de la animación y los peligros de la inteligencia artificial.

El premiado director argentino dio su perspectiva sobre el estado de la industria del cine, la evolución del medio de la animación y los peligros de la inteligencia artificial.
A lo largo de sus 24 años como director de cine familiar, Juan Pablo Buscarini ha explorado diferentes propuestas narrativas y lenguajes estéticos; desde adaptaciones literarias, hasta películas que combinan animación 3D con actores de carne y hueso, como fue el caso de “El Ratón Pérez”, ganadora del Goya 2007.
-¿Cómo aumentó tu interés por contar historias a medida que fuiste evolucionando vos y el mundo audiovisual?
-El interés no viene de mis padres. Mi mamá era profesora de literatura y mi papá fabricaba zapatos y carteras, pero yo desde chico soy fanatico del cine. Sin embargo, en su momento decidí estudiar ingeniería porque tenía facilidad para las matemáticas, e hice la carrera completa, pero con el tiempo empecé a soñar con formar parte de esa industria. Lo veía así; como una industria. Entendía que era un trabajo. Quizá no estaba pensando necesariamente en contar historias. A los 28 años tomé mis ahorros y me fui a hacer un master de animación a Inglaterra.
-Tu filmografía tiene un foco en el cine familiar. ¿Cómo describirías al niño espectador de la época de “El Ratón Pérez” en 2006 respecto a este de 2024?
-Cuando hice “El Ratón Pérez” llevaba a mis hijas chiquitas al cine para ver qué películas familiares estaban dando y a ver quién iba a tener que fumarse ver. A mí me encantan las películas de Pixar porque venden igual cantidad de entradas para chicos que para adultos. Pero el streaming cambió todo. Hoy el espectador está fragmentado, desconcentrado. Una cosa es tratar de ganarte a los niños en una sala de cine y otra en las casas que pueden distraerse y pausar la película cuando ellos quieran.
-¿Entonces qué motiva ir al cine hoy en día? ¿Y para vos qué valor tiene el streaming?
-Antes las películas funcionaban con el boca en boca. Hoy en las reuniones de producción te dicen que hay que “eventizar”, un megaestreno, porque si no la gente no va. Total, después pueden verla en Netflix. A mí la combinación de streaming con salas de cine, en la que una película se estrena, y luego llega dos meses después a una plataforma, me parece una buena. Ahora los filmes originales de plataformas se piensan activamente para que les guste a todos por igual, independientemente de la región o la visión del realizador, y eso genera que se pierda identidad.
-Tu cine abordó un arte que es tan delicado y tan humano como la animación, incluso llegando a mezclar 3D y Live-Action. ¿Cómo vivís el arrasador avance de la inteligencia artificial?
-John Lasseter, director de Toy Story, decía que pensar que la animación 3D la hace una computadora sola es como pensar que la stop motion la hace la plastilina sola. La computadora es una herramienta. Respecto de la Inteligencia Artificial, me asusta más que la realización de la animación, que incluso podría traerle oportunidades a artistas independientes, es el tema de la escritura de los guiones, que es la génesis creativa de cualquier proyecto cinematográfico. Detrás de toda decisión creativa hay un montón de reflexión. No quiero que se desvalorice eso. Una Inteligencia Artificial nunca va a poder hacer lo que hace Hayao Miyazaki.
-Adaptaste al cine la novela infantil “El inventor de juegos”, de Pablo de Santis, con quien co-escribiste el guión, donde el protagonista tiene pasión por los juegos de mesa. ¿Qué te motivaba del proyecto entonces y que cambiaría si lo estuvieses afrontando ahora?
-Al día de hoy, el libro se sigue leyendo en los colegios. Creo que eso pasa con todas las buenas historias. La novela tiene muchos elementos que abren la imaginación y te recuerdan esos momentos agradables e íntimos, en familia, todos concentrados y compartiendo. El libro le hacía tributo a eso y yo quería que la película también lo haga. Creo que si la tratara de hacer hoy me dirían que es raro que no haya pantallas ni celulares por ningún lado.
-¿Creés entonces que hoy habría que poner videojuegos en vez de juegos de mesa?
-Si se hiciera eso, el protagonista ya no se sentaría a jugar con el abuelo, a que él le enseñe cómo jugar. El abuelo estaría en otra habitación.
-En el ambiente artístico crece la preocupación por el desfinanciamiento del INCAA. ¿Te sucede lo mismo?
-Argentina tiene la característica de la oscilación y de ir de un extremo a otro. Cuando yo terminé el secundario estaban los militares, había un montón de censura en el cine. Después vino la ley de cine 95 y logró que se produjeran muchísimas películas. Más allá de que a veces puede haber un interés un poco personalista en las películas, es clarísimo que el diagnóstico y la decisión del gobierno actual está profundamente errado.
-¿Qué le dirías a un joven que quiere dedicarse al cine en este país?
-Que deben aprovechar este momento de democratización que trajo la era digital, que es excelente. Se puede filmar una película profesional con un IPhone. Hay una abundancia de recursos como nunca antes. Hoy ya no hace falta hipotecar tu casa para que puedas filmar una película.