Sobre los efectos secundarios del COVID-19 y la inversión del Gobierno de Alberto Fernández de 41.122 millones de pesos a iniciativas relacionadas con la salud mental en Argentina.
La nota de divulgación “Desigualdades y retrocesos en el desarrollo, El deterioro del bienestar de los ciudadanos en la pospandemia por COVID-19” midió la salud mental y emocional de los argentinos y señaló que la sociedad está pasando su peor momento. Esta investigación de la Universidad Católica Argentina (UCA) ofrece un panorama detallado de la situación actual: el año 2022 se identifica como el peor en términos de salud mental y emocional para los argentinos desde 2010, con altos niveles de malestar psicológico, infelicidad y aislamiento social. Este deterioro se observa especialmente en los grupos más vulnerables, que enfrentan las consecuencias de la crisis económica y social agravada por la pandemia de COVID-19.
Según la investigación, en los últimos 13 años, aproximadamente el 20% de los argentinos han experimentado situaciones de este tipo. No obstante, la última medición destaca al registrar el valor más elevado de la serie, alcanzando el 25,4%.
La preocupación entre los especialistas se intensifica al observar que esta cifra supera incluso los registros de 2020, cuando se desató la pandemia de coronavirus. “El resultado es llamativo. No esperaba algo así, aunque los problemas vinculados a las enfermedades mentales, particularmente la depresión y la ansiedad, se agravaron en el último tiempo a nivel mundial. Hay que sumarle a eso que no todos tienen accesibilidad a un psicólogo”, indica Solange Rodríguez Espíndola, psicóloga e integrante del Observatorio de la Deuda Social Argentina y coordinadora del estudio.
A su vez, amplía la investigación que el panorama es producto de varios factores, entre los que se destacan las consecuencias de la pandemia de coronavirus y la sensible situación económica que atraviesa Argentina.
En el apogeo del COVID-19 existía un contexto internacional adverso y condiciones locales recesivas, con alta inflación y desafíos en el empleo que afectaron los ingresos y el consumo de los hogares. “Cualquier persona decae cuando todo a su alrededor es negativo. Hay detonantes que terminan generando frustración”, explica Espíndola.
Los especialistas en el informe coinciden que el punto de quiebre definitivo de la cordura de los argentinos fue la emergencia sanitaria del coronavirus, algunos de cuyos efectos aún persisten. “Definitivamente la pandemia disparó el alza de la sintomatología ansiosa y depresiva. Esto se reflejó en el aumento del estrés e incluso en relaciones interpersonales y con el exterior, que a día de hoy se mantienen vigentes. La pandemia y, concretamente, el aislamiento social, agravaron el problema”, afirma el sociólogo, Agustín Pérez Marchetta.
El impacto del virus no afectó de manera uniforme a toda la población. La situación de los niños y adolescentes resultó paradigmática, especialmente debido a las restricciones de socialización impuestas por las medidas de cuidado, como el confinamiento. Marchetta señala que los niños fueron los más perjudicados: la ausencia en la escuela, combinada con la falta de interacción con sus pares, desencadenó otros problemas, como el sobrepeso infantil, una problemática inédita para Argentina.
En un espejo inverso, los adultos mayores también experimentaron de manera significativa la soledad que resultó de la cuarentena. En medio de los efectos duraderos de la crisis sanitaria, la escalada inflacionaria en Argentina agrava la situación de los más desfavorecidos. Según el informe, los adultos pertenecientes a grupos informales o marginales han indicado el mayor porcentaje de déficit en su estado de salud general a lo largo de toda la serie.
Frente a salarios que experimentaron seis años consecutivos de caída, abarcando los gobiernos de Mauricio Macri y Alberto Fernández, los investigadores resaltaron el impacto adverso a nivel emocional que enfrentan los trabajadores más vulnerables.
Los grupos más vulnerables en términos laborales, educativos y económicos son aquellos donde se observa un aumento significativo en la sintomatología ansiosa y depresiva, ya que refleja la falta de proyectos personales y la ausencia de redes de apoyo social. Además, se evidencia el estrés resultante de la lucha por llegar a fin de mes.
Primer encuentro Nacional de Salud Mental
Es importante destacar que el ex Jefe de Gabinete, Agustín Rossi, y la ex Ministra de Salud, Carla Vizzotti, anunciaron un hito significativo en la inversión en salud mental por parte del Gobierno nacional. Por primera vez, se destinó más del 10% del presupuesto sanitario, cumpliendo con lo establecido en la Ley 26.657 de Derecho a la protección de la salud mental.
A lo largo del año 2023, el Poder Ejecutivo destinó una inversión de 41.122 millones de pesos a iniciativas relacionadas con la salud mental, representando un 10,1% del gasto total en salud. Esto concuerda directamente con lo establecido por la legislación que dicta destinar al menos el 10% del presupuesto total de salud a la salud mental.
Para que este financiamiento se pueda cumplir, se desarrolló un tablero presupuestario que supervisa y evalúa las políticas establecidas en la ley, incluyendo las asignaciones presupuestarias y la ejecución de la inversión.
Durante el cierre del Primer Encuentro Nacional de Salud Mental, realizado en el predio de Tecnópolis en el partido bonaerense de Vicente López, la entonces Ministra de Salud destacó el logro de alcanzar dicha cifra: “Se trata de una ley paradigmática de la democracia porque presupone horizontalidad y ver al otro como un par. Partimos de un paradigma más justo, que tiene que ver con el respeto al ser humano“.
Este hito se abordó desde una perspectiva integral y amplia, considerando diversos componentes esenciales provenientes principalmente del Ministerio de Salud y la Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas de la Nación (Sedronar).
Además, en la declaración final de este suceso se resaltó la necesidad “de fortalecer la perspectiva federal e intersectorial, transversalizando a la salud mental en todas las políticas, a través de la implementación espacios de diálogo y concertación entre las diferentes áreas del Estado, las jurisdicciones y las organizaciones de la comunidad. Todo esto, con el objetivo de consensuar y llevar adelante políticas y prácticas que den respuesta a las múltiples y complejas necesidades de la población”.
De esta manera, se buscó poner el foco en la salud mental entendiendola como “parte de la salud integral y como un proceso que requiere la participación de todos y todas”. Así como también la importancia de continuar y profundizar el trabajo hacia una comunicación responsable en temas de salud mental generando y sosteniendo espacios de capacitación, trabajo y reflexión en torno a los lineamientos de la ley.
ADEMÁS EN ETERDIGITAL:
Agregar comentario