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Las dos caras de Bárbara K


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Desde sugerencias de outfit hasta fotos eróticas y reflexiones para promover la aceptación de cuerpos no-hegemónicos, la activista mendocina se dirige a una audiencia cada vez más grande en redes sociales y habla con ETERDigital sobre cómo decidió empezar a vender contenido erótico.


Bárbara viene a mi casa. Trae puesto un saco magenta y una falda de jean. El cabello rubio platinado, las uñas larguísimas pintadas de rosa y una cartera con estampa de animal print que adentro está llena de ropa. Reconozco algunos de sus accesorios de sus reels en Instagram, donde, con una voz en off, suele narrar su look del día y da consejos para su audiencia.

Entro a su feed. Pareciera haber una paleta de colores clara, que va y viene de los estridentes a los pasteles. En algunos de sus posteos discute temáticas vinculadas al activismo gordo, militancia que lleva adelante hace unos años. Su imagen es lo más contundente: en muchas de sus fotos posa en un tono erótico. Bárbara se muestra tan segura como despreocupada, y lleva ese mismo talento fuera de las redes. Es difícil no detenerse a observar su universo, ella es llamativa y es consciente de eso. 

Voy descubriendo detalles curiosos de su vida: su trabajo está vinculado a la venta de contenido erótico por internet. También estudia cine en la escuela provincial de Mendoza, y produce contenido audiovisual vinculado a la militancia body positive –movimiento que promueve la aceptación y empoderamiento de la belleza no estereotipada y con menos retoques-

Con un café de por medio, nos sentamos a dialogar en mi living. 

-Tenés mucha presencia en redes sociales, ¿cómo usás tus plataformas?. 

Las uso para trabajar, para mostrar un poco de diversidad y de erotismo desde otro tipo de corporalidades que no se muestran usualmente, las uso como una plataforma a través de la cual muestro cómo es vivir siendo una persona gorda en un mundo donde prima la hegemonía. 

-¿Qué sentís al exponer tu trabajo, ideas o proyectos en internet? ¿Cambia el feedback en función de la plataforma? 

Sí, cambia mucho el feedback, lo descubrí con TikTok. En TikTok tengo más llegada a la gente y recibo mucho apoyo. En Instagram tengo un grupo de gente que siempre me hace el aguante, es mi plataforma principal de difusión. En Twitter no hago mucho porque me parece que no es una red social que sirva para concientizar, es una red más de choque. Twitter es más aguerrido, va con el cuchillo en mano y ataca. Todas las redes tienen algo en común: el feedback de la gente tiende a ser agresivo si vos sos gorda, pero hay distintas redes de contención que podés encontrar. En Instagram ya tengo mi grupo de gente con la que hago comunidad, con la que está todo bien y donde no tenés que explicarte tanto. 

-¿Cómo te llevás con los haters en redes?¿Qué impacto tienen en vos?

No me impacta mucho. En un momento me hacía mucho drama pero ahora me tiene sin cuidado, sé que existe un montón de gente a la cual le puedo caer muy mal, y también sé que hay gente que prejuzgo sin conocer. 

-Hace algunos años comenzaste a trabajar vendiendo contenido erótico online ¿En qué momento decidiste empezar a hacerlo? 

Hace varios años subí por primera vez una foto en body a mi Instagram. Fue un revuelo, todo el mundo me preguntaba: “¿Cómo te animaste?”, y toda esa

parafernalia que hace la gente cuando sos una gorda que sube una foto en ropa interior. “Te admiro”, te dicen…eso fue un impulso para mi confianza y me abrió la puerta a otro diálogo. Después de un tiempo me empezaron a escribir pibes desconocidos pidiéndome fotos o haciéndome comentarios sexuales. La manera de cortarles el rostro era decirles: “¿Querés una foto? Te la vendo”, hacer un negocio de la situación. La mayoría de los tipos, al tener que poner un dinero para acceder a algo conmigo, se iban y te dejaban de molestar. Me funcionaba como táctica . Hasta que un día una persona me dijo: “Bueno, dale, ¿cuánto?”. Yo puse un monto alto y esa persona me lo compró. Y de ahí en más, cada vez que alguien me hablaba en ese plan yo le decía “te vendo las fotos”. 

De alguna forma me sirvió porque hay una idea instalada de que cuando sos gorda tenés que aceptar los tipos que vengan, te tenés que conformar con lo que hay. Cuando empecé a vender contenido me di cuenta de que había un montón de tipos que me deseaban, tal vez no tipos con los cuales yo estaría. Pero podía hacer un negocio sí quería. Decidí manejarme desde ese lugar, siempre con respeto. Siempre surgen maleducados pero son pocos. 

-¿Qué diferencias o similitudes encontrás entre el ejercicio del trabajo sexual y los discursos cotidianos acerca del mismo, que provienen de personas que lo viven “desde afuera”? 

Entiendo cuando la gente dice: “Tenés que tener mucho cuidado cuando mandás una nude porque se la muestran entre ellos”, y no puedo evitar recordar un momento en el cual me amenazaron con publicar fotos mías, antes de dedicarme a esto. Recuerdo que fui a la psicóloga, sintiéndome muy mal, y la terapeuta me dijo: “¿Qué poder te puede quitar él publicando una foto tuya?”. Me quedé con esa idea en la cabeza y dije “ya fue”, no voy a dejar que esta situación me quite mi dignidad. Pero puedo entender que las personas tengan ciertos recaudos y también comprendo el daño que puede llegar a causar esa violencia. 

Por otro lado, hay mucha fantasía por parte de la gente que no vende contenido. Es clásico que me digan “me encantaría que me enseñes a vender contenido”, pero después les habla alguien y tal vez les da miedo. En estas cosas no te podés manejar con miedo, tenés que ser bicha, tener un poco de calle y saber qué tipo de contenido y a quién venderle. A un perfil falso le vas a vender un audio hablando, por ejemplo. Yo he vendido audios contando anécdotas inventadas. No le ofrezco el mismo servicio que a los demás. 

– Más allá de la distancia física, ¿qué diferencias hay entre encontrarte con un cliente personalmente o interactuar con él en internet?

Sólamente he interactuado personalmente con dos clientes, uno es fijo. Siempre busqué zonas seguras. Las dos razones por las cuales lo hice era porque sentía confianza y porque podía sacar el triple de plata. Lo hice y no me generó nada. Es más tedioso hacer una fila en el Rapipago que ir a encontrarte con un cliente. Entiendo que hay un límite en el cual corrés un peligro. La virtualidad -dentro de todo- es segura. Lo presencial es riesgoso. Me han buscado mucho para verme presencialmente y me han ofrecido buena plata, pero no me sentí segura. Seguí mi intuición. 

-¿Qué aciertos y desencuentros encontrás con esta labor? 

Me gusta que reconozcan que hace mucho milito por la diversidad de cuerpos en las redes. Lo que no me gusta es que sea tan difícil pensar los límites de la militancia. Yo milito el erotismo en los cuerpos y no voy con el mensaje de la aceptación y el amor propio como slogan. Militar desde esta postura muchas veces no cumple las pautas de lo que se espera. Se espera que constantemente estés bajando línea. Así como sufrí mucho por ser gorda y sigo enroscándome en mi corporalidad, trato de no ponerle tantos adjetivos. Encuentro gente que se me acerca por redes y yo les tiro data, participo en proyectos, voy a eventos. Pero no estoy para remarcar un sufrimiento. Milito, pero principalmente vivo mi vida abiertamente. Algunos pretenden que una cumpla el rol de la “gorda buena para las redes” y yo soy una gorda erótica. 

-¿Cómo se vincula tu vida personal con tu labor? 

Creo que subir fotos eróticas me juega en contra para relacionarme con varones. No es que no te tomen en serio, porque ese es un pensamiento vintage. Yo también pienso que si fuera un varón criado con valores más antiguos probablemente sentiría inseguridad. Entiendo que es complicado salir conmigo, porque si yo fuera una chica que sube una foto escalando una montaña, seguramente sería más fácil ser mi pareja, más que subiendo fotos en lencería. 

-¿Tenés alguna anécdota para compartir? 

Recuerdo que, ya trabajando, un tipo quería mandarme una foto de su miembro y yo le dije que me deposite para que vea la foto. Él me contestó: “¿Cómo te voy a depositar?, ¿quién te pensás que sos?”, y me mandó al carajo. Al tiempo me habló otro hombre y me preguntó si me podía mandar una foto, y yo le dije que sí, pero que me pagara, y le pasé mi alias. Me depositó la plata y yo le hice una devolución por audio, contándole qué me había parecido. Los tipos siempre buscan la manera de mandar una foto, y yo decidí que quiero que me paguen por mandarme sus imágenes.

La charla con Bárbara permite comprender de primera mano el testimonio de una mujer que ejerce una labor y una militancia desafiantes en Argentina. Sabiendo que nuestro país es el segundo con más casos de Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) del mundo, la militancia gorda tiene el compromiso de visibilizar y velar por los derechos y la salud física y mental de una parte de la población que, históricamente, ha sido juzgada negativamente. Con el crecimiento exponencial de la exposición íntima y personal a través de las redes sociales, la discusión acerca de trabajo sexual en el universo digital ha tomado un giro importante, sofisticando el debate. Bárbara lleva sus ideales a su estilo de vida con una seguridad admirable, y la deja ver en sus palabras.


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