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“LE ENSEÑAMOS A LOS GOBIERNOS CÓMO SE DEBÍA RECICLAR”


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Antonio tiene 50 años y desde hace 19 es cartonero. Recorre la zona norte de la Capital. De trabajador en relación de dependencia a cuentapropista de su historia.

Por Sebastián Weber | Fotos de Blas Dios

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“Todos hacen algo persiguiendo la felicidad y un bienestar: yo reciclo para darle de comer a mi familia”, dice Antonio Varela, un hombre de 50 años que hace 19 que es cartonero. Trabajaba para una empresa pero no lo satisfacía tener que obedecer a un jefe ni poder pasar tiempo con las personas que amaba.
Antonio vive con su esposa y sus dos hijas en la localidad bonaerense de Matheu. Todos los días hábiles, a las 11, un transporte lo pasa a buscar al igual que a ocho de sus compañeros recicladores para llevarlos al barrio porteño de Saavedra. Al llegar, todos ayudan a descargar los carros en un camión que espera en la esquina de avenida San Isidro Labrador y las calles Ciudad de la Paz y Vilela. Cuando están listos, comienzan a caminar. Cada uno por su lado, pero ninguno antes que otro.
Existen tres tipos de cartoneros en la Capital: los que trabajan a sueldo para las cooperativas de reciclado porteñas, los que ganan de la venta de lo que acumulan en un día de trabajo -y que además cobran un subsidio de 2500 pesos del gobierno nacional- y los que son completamente independientes. Estos últimos se llevan a sus casas todo lo que juntan y se lo entregan en mano a las papeleras o las empresas que más plata le ofrezcan. De este grupo forma parte Antonio, que antes de empezar a andar se ata con fuerza los cordones de las zapatillas.
Su carro es verde y lleva bolsas de nylon donde va acumulando lo que recolecta. Lo tira en la dirección que van los autos, y cuando tiene que parar busca un lugar donde no moleste o lo deja en una esquina. Atado a los fierros de donde se agarra para empujar tiene un cajón de plástico amarillo en el que guarda cosas pequeñas de valor o que le hayan gustado. Cuando abre los contenedores deja un objeto grande en el borde para que no se le cierre la tapa y pueda agarrar lo que necesita. “Algunos se meten adentro de los tachos para detectar los materiales más duros y ver qué hay adentro, pero yo solo levanto cartón, papel blanco o de diario y plástico de sillas o mesas de jardín”, explica mientras pisa un cartón que alguna vez contuvo un par de zapatos.
Las zonas en que recolecta el hombre son Nuñez, Saavedra y partes de Belgrano y Colegiales. Los cartoneros independientes no van todos los días por las mismas calles sino que se cruzan y van eligiendo distintos caminos. Antonio, sin embargo, cada quince días visita a una familia que tiene una empresa mediana de computación sobre la avenida Ricardo Balbín, que lo espera para entregarle un paquete de papel blanco y algunas cosas más, como un colchón.
En estos barrios también trabaja Madreselvas, una de las doce cooperativas integradas al Servicio Público de Higiene Urbana de la Ciudad de Buenos Aires desde 2002. Los miembros de esta organización no tiran carros sino que se encargan de pasar a buscar los residuos por determinadas casas o negocios, para luego llevarlos a los centros de clasificación y enfardado, para su posterior venta. “Siempre explicamos que la prioridad para levantar los desechos la tienen los que todavía tiran carretas”, declara Mónica Maidana, una de las coordinadoras de la cooperativa. (Ver recuadro)
“Fuimos catalogados como personas ‘invisibles’ y ‘no gratas’, pero le enseñamos a los gobiernos de la Ciudad y de la Nación cómo se debía reciclar”, señala Antonio mientras prende un cigarrillo y se acomoda la visera que lo resguarda del sol. Lleva una remera y un pantalón azul con bandas fosforescentes, como las que usan los recolectores de basura. Ya tiene seis fardos de cartón atados a su carro con soga, y cada vez que lo mueve respira fuerte y transpira.
Tiene que llegar a las 16.30 al mismo lugar donde los dejó el camión para emprender la vuelta, pero también quiere recolectar la mayor cantidad de material posible. Es que no sabe si mañana va a haber servicio de camiones o si van a parar, y un día sin trabajo es menos comida. Es que desde que en 2007 dejó de funcionar el Tren Blanco, existe el servicio de camiones, cuyos trabajadores están exigiendo mejoras en los vehículos y aumento de salarios.
Cuando le falta una cuadra por llegar, Antonio trastabilla con un adoquín y se le cae el carro en el medio de la calle, con todo lo que recolectó. Corta el tránsito y cuatro de sus compañeros lo ayudan a reunir y atar con sogas lo que había juntado para que no se vuelva a desplomar. Mientras, se escuchan bocinas, gritos de los conductores y el ruido de los motores de los colectivos que circulan por el Metrobús de la avenida Cabildo. Él mira para otro lado. Comenta que con el nuevo colchón que consiguió sus hijas van dormir más cómodas. Y no hace caso a los insultos. Nunca le gustó que le digan lo que tiene que hacer.

* Antonio no sabe si mañana va a haber servicio de camiones o si van a parar, y un día sin trabajo es menos comida.
* Existen tres tipos de cartoneros en la Capital: los que trabajan para cooperativas, los que reciben subsidios y los independientes.
* Desde que en 2007 dejó de funcionar el Tren Blanco, existe el servicio de camiones, cuyos trabajadores exigen mejoras en los vehículos y aumento de salarios.


Madreselvas, una opción cooperativa

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Madreselvas es una de las doce cooperativas que trabajan en la Ciudad de Buenos Aires acopladas al Servicio Público de Higiene Urbana desde 2002. Estas organizaciones se ocupan de la recolección, clasificación, enfardado y venta de los materiales reciclables de grandes generadores de basura, negocios y lo que las personas dejan en las “campanas verdes” de la Capital. A cada una le corresponde una zona y Madreselvas trabaja en el Bajo Núñez, Belgrano y partes de Saavedra y Colegiales, donde los mayores generadores de residuos son Ciudad Universitaria, mercados y empresas grandes.
Ocho cooperativas administran un lugar de selección y recuperación de la basura, donde trabajan los recicladores urbanos. A menos de cien metros de la avenida Lugones y del Circulo de la Policía Federal se encuentra el Centro Verde de Núñez, en el cual están los empleados de Madreselvas. Allí, a la noche, los camiones salen con quienes van a recolectar a la calle. Trabaja una persona cada cuatro cuadras; cada grupo va dejando lo recolectado en un bolsón donde los dejó el transporte, que es el mismo punto por el que los van a pasar a buscar para la vuelta. Al otro día, el turno de la mañana se encarga de la clasificación final de los elementos reciclables y de armar los fardos, que son cubos de basura para su posterior venta. Intentan vender todo al final de la semana para que no se acopie, debido a que a veces llegan a acumular 50 toneladas solamente de cartón. La venta se hace con los compradores en el lugar y negocian con el mejor postor. El que ofrece más plata se lleva los materiales.


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