Inicio » “LOS GRANDES AUSENTES EN LOS JUICIOS SON LOS RESPONSABLES CIVILES, ECONÓMICOS Y POLÍTICOS DEL GOLPE MILITAR”

“LOS GRANDES AUSENTES EN LOS JUICIOS SON LOS RESPONSABLES CIVILES, ECONÓMICOS Y POLÍTICOS DEL GOLPE MILITAR”


Compartir

Rubén Wladimiro Milstein, a 37 años de haber sido víctima del terrorismo de estado, cuenta por que decidió testificar por primera vez contra los genocidas que lo secuestraron.

Por Mailén Fox, Alejandra Nouche, Brenda Fuentes y Nicolás Gómez Ivaldi.

milstein_7 (Copiar)

 

Rubén Milstein fue militante del Partido Comunista desde los 14 años y dirigente sindical durante la última dictadura cívico-militar, hoy es Vicepresidente de la Asociación de Ex Presos Políticos de la República Argentina. El 24 de marzo de 1977, a un año del golpe, fue sacado de la oficina de personal de la fábrica donde trabajaba y trasladado a la “Mansión Seré”, como se la conocía en esa época. Allí funcionó un centro de detención clandestino, que él prefiere llamar campo de concentración, ubicado en las calles que marcan el límite entre Castelar e Ituzaingó, en el Oeste del Gran Buenos Aires. Hoy en, ese espacio, está La Casa para la Memoria y la Vida, donde actualmente desarrolla su militancia.

Solo un hombre más

Pasó de ser un trabajador que peleaba por un salario a estar desaparecido. “Era obrero mecánico en la curtiembre Cidec, en Hurlingham, que antes pertenecía al partido de Morón. Hubo una movida por aumento de sueldos y en plena dictadura los compañeros querían plantear la expropiación de la fábrica. ¡Un infantilismo total! Quise explicarles que podíamos hacer en ese contexto, y terminé al frente del reclamo para evitar una masacre, pero al final me reventaron a mí”, concluye.

En la actualidad, testifica en el juicio ante el Tribunal Oral Nº 5 de San Martín por los crímenes de lesa humanidad que en ese entonces ocurrieron dentro de la denominada Subzona 16, perteneciente al partido de Morón. “Para mí hay que redefinir desde lo semántico, quiénes fueron cómplices de quién. Porque los militares fueron la mano de obra de sectores civiles enriquecidos durante la dictadura. Ellos hicieron el trabajo sucio, muy a conciencia, porque eran de la misma clase. Muchos Brigadieres, Generales y Almirantes pertenecían a la oligarquía terrateniente”, asevera.

 Los ánimos en la fábrica se habían apaciguado. Regía el aumento salarial. Pero la calma duró poco.

“Un día vuelve de Europa el gerente de personal, Juan Copani. Un fascista tremendo. El hijo de puta se hacía llamar Jhon Copani, ponía ese nombre en sus tarjetas. Al no haber elecciones me habían nombrado asesor del sindicato, pero este tipo no lo soportó y me denunció por sabotaje. Me sacaron de la oficina del jefe de personal, me trajeron acá y me cagaron a palos. Estuve 35 días prácticamente muerto”, asegura.

Durante ese lapso comió una sola vez, ravioles. En otra ocasión le dieron mate cocido con pan. “Pero la picana no se le mezquinaba a nadie”, ironiza. No recuerda haber comido duraznos, utilizados para hidratar a las víctimas, porque el agua podía provocarles un infarto después de la tortura. “Yo no comí ningún durazno”, sonríe.

Una patada en los testículos puso fin a 35 días de infierno. Lo tiraron en un descampado y lo primero que hizo fue volver a la fábrica, poco después se reencontró con su familia.

Este hombre, de 67 años, denuncia el plan sistemático de la dictadura  y está convencido de que sigue vivo porque su secuestro fue a la vista de muchos.

milstein_5 (Copiar)

“Cuando me recuperé un poco fui a hablar con el Comodoro Santuchone, de Palomar, que era el jefe directo de la represión de la zona. Yo no sabía quién era en ese entonces. No fue enjuiciado, lo ascendieran a Brigadier y murió. Fue el que formó la policía de Mendoza, un tipo muy jodido. Después me di cuenta de que me atendía porque yo era del PC. Había una connivencia entre el PC y la dictadura. Me arrepentí toda la vida de haber comprado una línea política que trataba a Videla de General democrático. Santuchone me dijo que si quería volver a la fábrica él no tenía problema, pero que Lazo, que era el segundo de él, me quería ver en una zanja embalsamado en plomo. Textual. Así me dijo: “Me parece que no le conviene”, pero si vuelve yo no me voy a oponer”, evoca.

Nunca más volvió, el partido quería que regresara y les dijo: “Suicídense ustedes”. Pasó por Pirelli, Pepsicola, pero estaba marcado y en los trabajos duraba poco.

Reconoce mérito en el ex presidente Ricardo Alfonsín por llevar adelante políticas de derechos humanos que llevaron a juicio a las cúpulas militares, pero asegura que en esa época ni siquiera los seguía por televisión. “Mis hijos eran chicos, tenía que sobrevivir y no quería saber nada más con la política. Estaba convencido de que no iba a servir para nada porque acá había un plan trazado para Latinoamérica. Querían que fuésemos productores de materia prima y los milicos habían destruido la industria semi-pesada en la Argentina. No declaré en esos juicios. Y cuando vino Menem y los indultó me convencí que habían ganado ellos”, recuerda.

Volver a involucrarse para vencer la impunidad

Pero algo quebrantó esa barrera psicológica que lo mantuvo a salvo, durante tantos años, del dolor. Y pudo reinventarse para cambiar el olvido por la memoria, para no dejarse vencer por la impunidad.

“Cuando Kirchner dijo que no iba a dejar las convicciones en las puertas de la Rosada, abrí los ojos, vi que el tipo ponía los huevos donde los tenía que poner. Eso que él venía de la mano de Duhalde. Pensé, se van a enfrentar mal. Y cuando bajo los cuadros para mí fue motivador y volví a militar. “Llegué a este lugar de la mano de una compañera, Nora Echenique, que había transitado un camino parecido al mío”, comenta.

En el juicio que comenzó el 26 de marzo pasado se analiza la responsabilidad de ocho represores por delitos cometidos en perjuicio de 97 víctimas. Se investigan privación ilegal de la libertad agravada, tormentos y homicidios, bajo la órbita de la Subzona 16 del Primer Cuerpo de Ejército, donde tuvo también injerencia la Iª Brigada Aérea de El Palomar, la VIIª Brigada Aérea de Morón y las Comisarías 1ª (seccional Morón), 2ª (seccional Haedo) y 3ª de Morón (seccional Castelar).

“El 1° de setiembre relaté lo que me pasó, pero no como un hecho aislado, sino contextualizado dentro de lo que estaba pasando en América Latina, en Argentina. A mí no me llevaron por pedir aumento de sueldo. Hay que demostrar la complicidad de los todos los sectores que participaron. Por eso los grandes ausentes en los juicios son los responsables civiles, económicos y políticos del golpe militar. Quería que citaran al dueño de la fábrica, que llamen a declarar al gerente general de la empresa, que fue el que me denunció, sino, faltan los mentores intelectuales”, asegura.

Supo por Santuchone que los jefes de personal de las empresas se reunían con militares y les marcaban la gente que tenían que levantar en la zona. “Yo le planteé esto al juez Rafecas, quién para muchos es un patriota, pero a mí no me dejó ser querellante. Es la correlación de fuerzas que todavía nos falta, hay que romper con la corporación judicial, hace falta voluntad política. Pero cuando se quiso democratizar el poder judicial se armó tal quilombo que lo tuvieron que tirar para atrás”, sostiene.

“No cambia nada si le dan una ó dos cadenas perpetuas, 30 ó 500 años a estos tipos, es fundamental demostrar las complicidades para impedir que vuelva a pasar”.

Lamenta que los juicios no se televisen y que el pueblo de Morón no pueda juzgar a sus victimarios. “Fue una barbaridad fragmentar la Subzona 16 en 4 juicios, cuando podría haberse hecho en uno solo. Pero los jueces viven de esto, es simple. Es lo que hay, y con estos componentes de la sociedad avanzamos como podemos. Pero precisamos seres humanos que peleen por un país distinto. Yo puteé mucho cuando se murió Néstor, con todo lo que le critico, ¡Cómo lo putee!, no me gusta el personalismo, pero hacen falta líderes”, asegura.

Espera que tal vez se pueda filmar el día de la sentencia. Dice que Rozanski, titular del Tribunal Oral Federal 1°de La Plata, lo permite. Morón fue el primer municipio que hizo de los derechos humanos una política de estado y ese pueblo no podrá escuchar las sentencias “Yo le plantee al juez que nos permita educar, pero no, él sólo me miraba”, lamenta.


Compartir