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MARCAS EN LA BANDERA


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A 33 años de la Guerra de Malvinas, la industria de la moda escribe su capítulo en una novela que los argentinos nos rehusamos a cerrar.

Por Pablo Duer

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Danilo miraba. Desde su puesto de artesanías observaba a la pequeña porción de mendocinos que pasaba frente a él cada día. Como cualquiera que hace malabares en busca del mango, fue forjando un ojo comercial que un día se mezcló con algunos saberes de historia y una pizca de inocencia y se detuvo en algo “raro”: hombres y mujeres llevaban puestas remeras o pantalones con banderas británicas. “Tal vez fuera una tendencia, pero me hizo ruido por el lugar que ocupa ese país en nuestro pasado”, relata al remontarse al origen de la idea que le abrió las puertas de negocios en distintas partes del país. Se trata de una remera donde una mano celeste y blanca aparece por sobre una bandera del Reino Unido, con un sol a la altura de los nudillos y levantando el dedo medio a modo de “fuck you”. La frase de la espalda explicita el mensaje: “Estoy podrido de ver boludos con banderas inglesas”.
El caso de Danilo Salvatierra, creador de la marca DS28, es uno más de los tantos que reflejan un síntoma que viene tomando cada vez más fuerza a nivel nacional: el conflicto por las Malvinas sigue vigente y encontró en la moda una puerta para colarse en el día a día de los argentinos. Hace un tiempo, un restaurant en Río Gallegos prohibió el ingreso con remeras con simbología inglesa y tuvo que intervenir el INADI. Néstor Gorosito, director técnico de Argentinos Juniors, fue tendencia en las redes sociales y debió disculparse por lucir las letras “GBR” en una chomba en una entrevista televisiva el pasado 2 de abril. Son demostraciones de que la herida sigue abierta en nuestra memoria y dice presente de las maneras más inesperadas.

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Pipo Gorosito y la chomba de la discordia

Gisela Laboureau, socióloga e investigadora del Instituto Gino Germani, lo entiende: “No me sorprende que el conflicto haya llegado a la moda, que siempre fue una herramienta muy importante de comunicación social”. Acepta el carácter frívolo que porta, pero la reconoce como “un motor innegable de la sociedad que genera imágenes, repercute y circula”.
El próximo año la marca Bowen London UK cumplirá 20 en el país. Su sitio web argentino está en inglés y hasta hace no mucho tiempo vendía productos con banderas británicas. ¿Por qué dejaron de hacerlo? “Tuvimos inconvenientes en una fecha cercana al aniversario de la Guerra de Malvinas. Desde entonces, se decidió no volver a usar la imagen de la bandera y el nombre se simplificó a ‘Bowen’ para todas las comunicaciones”, relata Camila Chamorro, encargada de marketing de la empresa, que luego aclara que las banderas ya pasaron de moda, no sólo en Argentina sino en todo el mundo.

Danilo contra argumenta con información: 250 pesos la remera pintada a mano y ya pasó del puestito en la peatonal a venderlas al por mayor “para que las puedan tener todos”. Del primer modelo surgieron varios más y en ninguno faltan el celeste y blanco, incluso en las nuevas ideas que constantemente recibe de la gente. “Siempre me felicitan, se identifican con mi reclamo, hasta se ponen la foto de perfil del Facebook con la remera”, comenta orgulloso.
Como todo fenómeno social, esta cuestión no está exenta del contexto. “Cuando el recuerdo de hechos como Malvinas se transforma en bandera política se descontextualiza y desemboca en una cuestión nacionalista absurda”, opina Andrea Castro, diseñadora y docente de Historia y Sociología de la Moda. Se refiere a la postura activa que tomó Cristina Fernández de Kirchner sobre el tema, visible mediante actos como el del pasado 2 de abril, donde firmó un decreto para crear un archivo oral de la memoria de Malvinas. “Como sociedad todavía no pudimos procesarlo. Es una herida abierta, está la llaga latente. Eso le abre las puertas a escándalos y enfrentamientos pero, sobre todo, a oportunistas”, concluye Castro.
Desde el mercado, los ejemplos siguen haciéndose escuchar: la marca Kevingston, con más de 120 sucursales en todo el país, sacó hace un tiempo una línea dedicada al tema, con referencias a los caídos. Maricel Guerra, del área de comercialización, hace énfasis en lo bien que se vendieron y cuenta, casi sorprendida, que debieron reponer stock en varias provincias. “Me llama la atención de Kevingston, que se apropien de una cuestión tan vinculada a lo nacional”, desliza Laboureau e insiste: “Cuando la moda se apropia de cuestiones sociales las vacía de todo significado y las devuelve como una mercancía”.
A este análisis Gisela agrega que las marcas dejaron de ser un lugar diferenciador y por ende hay una cuestión de identidad que debió correrse a otro lado. Diseños, frases explícitas y hasta imágenes de rostros que tienen una connotación ideológica, siempre con la interpretación ajena como aliada. El color negro para unos, la cara del Che Guevara para otros, muchas veces son mensajes más claros que las palabras.
Castro ilustra aquí con el intento de ciertas marcas, como Rapsodia o Juana de Arco, de rescatar un tema étnico, vinculado a los pueblos originarios. Sin embargo, hace una pausa y aclara que sólo “duran una campaña o una temporada, después todos se olvidan”. “Hoy todo está atravesado por el mercado, no faltará hasta el oportunista que haga una remera de Nisman”, advierte sin humor y va más allá: “Cuando un tema como éste baja a la moda, baja sucio, confundido, mezclado. Me parece barbárico prohibir que alguien use una remera con una bandera británica, demuestra que somos una sociedad muy fanática. Alguien prende la mecha y explota todo”.


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