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María Mangone: “Soy una psicoanalista que usa el arte como elemento transversal en la terapia”


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La psicóloga, dramaturga y docente María Mangone desarrolló una forma de enseñar a chicos con autismo a través del arte en la Fundación Alebrijes y hoy la despliega en la Asociación de Psiquiatría Argentina. Su historia personal y su método de aprendizaje.


“El arte es la prótesis de elementos faltantes”. Así se manifiesta María Mangone, psicóloga y creadora de la Fundación Alebrijes: Arte para todos, un espacio que construyó para apoyar a chicos con autismo y buscar que pudieran expresarse y desarrollarse a través del teatro, la escritura, música y plástica. Un espacio que construyó gracias a lo que probó con su propio hijo, Manuel Nieto, el cual fue diagnosticado con este espectro a los dos años de vida.

Hoy él tiene 24, muestra sus dibujos en su cuenta de Instagram @by.manu2000, expone sus pinturas y diseña los muñecos para la obra de teatro que dirige su mamá, “Los mundos de Manu”. Hoy la Fundación no existe, pero Mangone comparte y despliega toda su experiencia personal y profesional en el área de arte y salud de la Asociación de Psiquiatría Argentina. 

-¿Cómo fue recibir ese diagnóstico de Manu?

-Fue duro. A los dos años empezó a hacer un retroceso en su desarrollo y después de muchas consultas y demás nos dieron el diagnóstico de autismo. La forma en que te lo decían no era buena. Y hace 24 años no era como ahora una palabra más común de escuchar. 

-¿Cómo se conecta la vida de Manu con el arte?

-Paralelamente a todo el padecimiento que él sufría y sufríamos nosotros, nos dimos cuenta que había algo que hacía con mucha atención, pasión y entrega: dibujar. Manu tuvo mucho tratamiento y estimulación artística. A mí me gusta el teatro lo llevaba todo los fines de semana a ver una obra. También veía muchas películas, sobre todo las infantiles de Pixar. Y ahí viene el tema del lenguaje. Por esas películas que veía es que él un día empieza a hablar.

-¿Qué fue lo primero que dijo?

-Un día estábamos mi marido y yo en el baño discutiendo y aparece Manu. Me mira y de repente dice: “Mamá, ¿tu marido cumple o no cumple?”. Esa es una frase que le dice Merlín a Coral en “Buscando a Nemo”. Él extrajo tipo programación esa frase y la aplicó en una situación perfectamente adecuada. Eso es arte en la terapéutica.

-¿Recordás alguna escena en la que el arte haya ayudado a Manu?

– A sus 11 años se le dio la oportunidad de exponer en un centro cultural y durante la exposición él empezó a mirar la cara de la gente y a mirar sus dibujos. Todo orgulloso le preguntaba a las personas: “¿Te gusta?”. Aunque te parezca insignificante eso es la empatía, que supuestamente una persona autista no tiene. Previo a eso, cuando él te mostraba un dibujo, te lo mostraba al revés, mirándolo él. Eso te da la pauta de lo que es no poder ponerse en la perspectiva del otro. Ese día vimos un montón de avances en relación a que tenía en cuenta el otro. Ese fue el primer logro del arte, que tiene que ver con el lenguaje, ponerse en el lugar del otro, la empatía y la alegría.

-¿Creés que el arte es una buena manera de dirigir las terapias tanto para una persona con autismo como para quienes tienen otras condiciones o alguna discapacidad?

-Absolutamente. Las películas nos dan ejemplos. Como es el caso de “Mi pie izquierdo”, un film sobre un sujeto que lo único que puede mover es su pie y con él  pinta y escribe. Y como ésta hay un montón más. Pasan cosas muy impresionantes a través del arte. Yo no soy arte terapeuta, soy una psicoanalista que usa el arte como elemento transversal en la terapia. Yo mando al  paciente a ver una película y el paciente después de verla me dice: “Me hizo un clic”. 

-¿Qué películas recomendás?

-Las de Pixar. Tienen un alto contenido psicológico y psicoanalítico. Por ejemplo, “Toy Story 2” habla de la muerte. El sujeto tiene que elegir entre ser un juguete sano para toda la vida en un museo o romperse y jugar con el nene. Está hablando de la aceptación de la muerte y de la vida que conlleva. Son obras de arte que te atraviesan.

-¿Cómo surgió la idea de crear la Fundación Alebrijes, arte para todos?

-Con una amiga, Alejandra Libertela, que se copó siempre con la obra de Manu, hablamos de que teníamos que hacer algo para otros chicos, ya que Manu le fue también con el arte y poder transmitirlo a otros. Así fue que decidimos armar la fundación. Hay casos clínicos impresionantes que salieron a flote a través del arte. Algo que no hubiera sucedido con  una terapia convencional.

¿Por qué cerró?

-Estábamos poniendo mucho dinero y mucho esfuerzo en relación a los resultados que podíamos obtener y bueno, nos gastamos, pero lo que duró fue maravilloso. En el arte es todo bastante difícil, es remar en dulce de leche y que siempre estén dando vueltas los mismos.

-Te escuché hablar de que un  miedo tuyo es qué va a pasar con Manu el día que vos y tu marido no estén.  En cierto modo, ¿la Fundación Alebrijes era para dejarle un espacio de apoyo?

-Claro. Nosotros somos padres grandes y no tenemos familia. He llegado a decir muchas veces que, aunque parezca macabro, deseaba que Manu muriera antes que nosotros Y lo sigo deseando. Prefiero que tenga una vida corta, pero feliz y no larga pero inferior. Es duro, pero en el fondo de mi ser lo sigo deseando. Pero mientras sigo deseando eso macabro, trato de construir algo más optimista.

-¿Como qué?

-Por ejemplo, asociarme con otros padres con hijos autistas. Se están haciendo avances en lo que es la vida independiente y hay padres que están tratando de armar como una especie de hogar para que sus hijos vivan juntos. Ahora estoy en esa búsqueda.


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