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Martín Coggi: “El gimnasio del Luna Park era como una guardería”


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La pasión por el boxeo la heredó de su padre, el campeón Látigo Coggi y habló con ETERDigital sobre su infancia en los pasillos del estadio.


Un par de guantes de boxeo se posan sobre los hombros de su entrenador. Los guantes protegen las manos de Martín “Principito” Coggi en la pelea de su retiro. Los hombros son los de su padre y entrenador, Juan Martín “Látigo” Coggi. Juntos caminan hacia el ring en la noche del 19 de enero de 2021.

Además de su amor por Coronel Brandsen, padre e hijo, comparten la misma pasión: el boxeo. Martín (38) mencionó que tuvo una infancia hermosa, de libro de cuentos, repleta de viajes en avión debido que, cuando él tenía tres años, Látigo, su papá, se consagró campeón argentino en la categoría welter junior. Sin embargo, destacó que lo más importante fue haber crecido en una familia repleta de amor. “Me acuerdo del gimnasio del Luna Park y yo ir y jugar como si fuera una guardería”, recordó Martín. Entiende perfectamente que a los ojos de los demás es extraña su infancia, pero él no sabe cómo es no ser hijo de un boxeador profesional y tener una vida “normal”. El ring, los guantes, los gimnasios eran parte de su vida cotidiana.

Las primeras manos

De chico corría su cama de lugar, agarraba los guantes de su papá y se ponía a pelear con sus compañeros de la escuela primaria. Él ya sabía que quería boxear, pero su padre no quería que lo hiciera. Por eso empezó a entrenar a escondidas. Hasta que un día fue descubierto por haber llegado a su casa con una herida en la nariz, lo que ocasionó un revuelo familiar que desencadenó en que su padre empezara a ser su entrenador.

“Primero me aconsejó para que no boxeara, y después, una vez que yo ya estaba hasta las manos, me aconsejó con las cosas que tenía que hacer bien dentro del boxeo”, destacó el Principito. “Si no escuchamos a los que realmente la vivieron, somos unos boludos”.

– ¿Cómo es Látigo como padre? 

 – Y… mi viejo como padre siempre fue un gran amigo. Siempre estuvo en todo, me retó cuando me tuvo que retar -Martín dejó escapar una sonrisa-. Pero fueron menos las veces que me retó porque siempre fueron charlas.

Con una voz llena de emoción mencionó que, si bien su padre fue un referente, lo fue mucho más como persona, en la simpleza que tiene. “Es un tipo que hoy en día a las nueve de la mañana agarra la yegua, la ensilla y sale a dar una vuelta por el medio del campo, y su felicidad es esa. Encuentra felicidad en las cosas simples, que no brillan”.

De tal palo tal astilla, hechos con la misma madera, Martín recordó una anécdota reciente tomando mate y comiendo facturas, con su madre, su padre y su hermana: “Esos son los momentos realmente felices, y son los momentos que, después, con el tiempo, terminás añorando”.


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