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“ME MOVILIZA QUE HACE MENOS DE DIEZ AÑOS SABEMOS QUE HAY MILLONES DE GALAXIAS COMO LA NUESTRA”


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Julieta Arroquy es dibujante y creadora de Ofelia, una joven adulta que condensa el pensamiento de una generación desencontrada por los clichés y los mandatos sociales. Una voz fresca que se replantea todo y arremete con fuerza y convicción los lugares comunes, sin perder la ternura y profundidad que la caracterizan. Encuentros, desencuentros, malos entendidos, son solo algunos de los temas desde donde construye el sentido de lo que Ofelia busca expresar: una mirada menos superficial sobre el mundo.

Por David Radosta

Foto: Katia Schwindt
Foto: Katia Schwindt

Estudió Ciencias de la comunicación en la UBA y quedó a solo una tesis de distancia de recibirse, pero ejerció varios años la profesión periodística. Tuvo poca vinculación con el dibujo hasta pasados los treinta años, pero una vez que se introdujo en ese mundo no paró de generar contenido original. Autora de los libros Oh no! Me enamoré y Ofelia I, II y III, busca mantener la frescura en su obra a través de los años y se niega al “hacer por hacer”. Si bien hoy publica a través de las redes sociales y valora la libertad que la independencia editorial le brinda, reconoce que el trabajo constante también hace a la profesión, aunque prefiere evitar las presiones comerciales.

-Si te preguntan hoy a qué te dedicás, ¿dirías dibujante?
-Hace poco tuve esa misma discusión con una amiga que es dibujante, y según ella, yo también los soy. Sinceramente no me considero dibujante pero porque creo tener una fantasía de cómo es la vida del dibujante. Admiro mucho a los músicos y hago como un paralelismo con ellos. Me imagino al músico volviendo a su casa después de un día horrible, agarrar su instrumento y conectarse con eso.

-¿Y a vos no te pasa con el dibujo?
-En algún momento me pasó de tener esos días, llegar a mi casa y dibujar como una loca. He tenido etapas de mucho placer y mucho descubrimiento, pero ahora por ejemplo es algo que no estoy teniendo. En ese sentido no me considero dibujante, porque no disfruto siempre de la acción de dibujar. Tengo la ventaja de no estar obligada a publicar una tira a diario en algún medio y eso me permite no caer en el “hacer por hacer”. Tampoco digo que hago chistes buenos todos los días, pero a veces la obligación de tener que publicar te lleva a generar contenido malo porque te lo exigen. Sin embargo, el ejercicio de dibujar diariamente también te da mucha soltura y flexibilidad. Mas dibujas, más fácil te sale.

Foto: Katia Schwindt
Foto: Katia Schwindt

-¿En qué contexto nace Ofelia, personaje que hoy te identifica tanto?
-Empecé dibujando en el 2007 y muy rápido terminé siendo la humorista gráfica de la revista “Oh! La La”. De 2008 a 2010 trabajé ahí y en 2010, a partir de una compilación de tiras, pude editar mi primer libro: Oh no! Me enamoré (cuyo prólogo está firmado por el artista gráfico Liniers). En ese momento me dedicaba únicamente a hacer humor con objetos y ya estaba un poco aburrida de eso. ¿Cuánto tiempo más puedo seguir contando de esta manera? Me pregunté. Ofelia fue una bocanada de aire que rompió con el movimiento anterior, con esa forma de construir sentido. Dejé de hacer ese otro tipo de humor de forma automática, no es que se mantuvo en paralelo. Fue como si algo a nivel cognitivo se hubiera “switcheado” y dejé de ver la realidad mediada por objetos para empezar a verla a través de una persona, cosa que lo hacía mucho más cercano y posible. La posibilidad de hablar de un personaje humano hizo posible un mundo nuevo.

-¿Es cierto que surgió casi como una firma?
-(Se ríe) Sí, fue tal cual. En mi primer libro no aparecía la figura humana en absoluto. Me negaba a dibujarlas porque sentía que me salían muy infantiles. Quería dibujar personas adultas y salían muy infantilizadas. Si te fijás, en los primeros dibujos de Ofelia, intentaba que pareciera una mujer en sus veinte o en sus treinta, pero bueno, por una cuestión de agilización del trazo, al dibujarla todos los días, la cosa se va simplificando y fue lo que quedó. Bueno, la historia de su nacimiento fue así. Era la feria del libro, edición 2011, y yo estaba haciendo los autógrafos de mi primer libro. Al lado de Gustavo Sala (dibujante marplatense creador de las tiras Bife Angosto e Hijitos de puta!), que es un amigo y lo admiro mucho. Con los dibujantes pasa algo a la hora de autografiar, en general hacen un dibujito o algo así como firma. Yo era muy desconocida y recién sacaba mi primer libro, entonces me empecé a fijar en lo que hacía Gustavo. Con cada dedicatoria se tomaba un tiempito, no sé, diez minutos más o menos. Agarré y empecé a hacer lo mismo, deje de poner solo “Con cariño, Julieta”. Me tomaba mi tiempo y fui armando un personaje, cosa que en general no hago (se ríe). Es raro que me siente a explorar y probar que sale, pero como ahí tenía un poco la obligación lo hice, y de ahí surgió Ofelia. Terminó esa feria del libro e hice la primer tira de Ofelia.

Foto: Katia Schwindt
Foto: Katia Schwindt

-¿Y cuánto de vos tiene Ofelia?
-Con cada entrevista voy descubriendo que digo que tiene un poco más. Obvio que tiene mucho de uno porque hay algo del tono con que yo me expreso que es el que uso para hacer expresar a Ofelia. Además mi propia vida, mis experiencias, mis amigos, mis percepciones del mundo son las que le van dando forma al mundo del que habla ella. No es que lo que pasa en las tiras es literal. Está tamizado por mi mirada, pero después me dispara otras cosas, la letra de una canción, una película, una discusión que escucho en la calle o esas afirmaciones medio contundentes que hace la gente que me causan gracia. Hay cosas externas también. Igual no es que llevo mi vida personal al dibujo y hay como una cronología que uno podría leer en paralelo con mi vida. Alguna vez quizá sí, algunos dolores personales los he canalizado por allí, pero nunca de forma literal, siempre como una huella de esos dolores. Y tampoco está dirigido a nadie en particular (Se ríe).

-¿Qué temas o situaciones son las que te movilizan a la hora de darle vida a Ofelia, de hacerla hablar?
-Puntualmente ahora estoy pensando hacia dónde vamos como especie los humanos. Encuentros, desencuentros, malos entendidos y cosas bien humanas. Temáticas como las diferencias de género me llaman la atención en este momento puntual. O me moviliza por ejemplo que hace menos de diez años sabemos que hay millones de galaxias como la nuestra. Estamos tan en nuestros munditos particulares y en nuestras miserias humanas que no vemos que somos parte de algo mucho más grande, que nos excede y nos da miedo. Me llama la atención esa insistencia del hombre por marcar que somos distintos, ya sea por raza, religión o sexo. Somos mucho más parecidos de lo que se cree y nos unen muchas más cosas a este mundo que las que nos diferencian.

-Una mirada sobre las miserias del ser humano, ¿un poco pesimista tal vez?
-La tira se tiñe bastante de eso pero hay otras cosas, es un conjunto. La generosidad de la gente, el salir un poco de las pantallas, el hecho de que dar es mucho más gratificante que recibir. Muchas cosas que veo que están pasando y que me parece genial, pero que siempre falta. Todavía en el mundo nos seguimos matando como especie, al planeta también y no nos damos cuenta de que podríamos ser seres mucho más luminosos de lo que ya somos. Eso es un poco lo que vengo elaborando en las últimas semanas igual, no sabría aún cómo llevar todo eso a la tira.

-¿Quiénes te gustan como dibujantes? ¿Cuáles son tus influencias?
-Mi principal referencia es Quino. Tengo gran admiración por su trabajo, el tono, la sabiduría y la finura que tiene para tocar fibras sensibles en lo político y social, con una altura increíble. Y no solo por Mafalda eh, sino con todo el trabajo que hacía de humor gráfico con sus páginas mudas. El humor sin texto tiene mucha fuerza en lo gráfico y lo de Quino es de una excelencia que no he visto en nadie más. El nivel técnico, gráfico, la precisión, el detalle y el impacto que supo generar. Yo nunca fui una gran consumidora de cómics e historietas la verdad, ese fue un mundo al que llegué de grande y se fue abriendo de a poco, por eso me cuesta identificar referencias más contemporáneas. Los demás referentes que tengo son colegas cuyo trabajo me encanta, como lo son Tute, Liniers, Gustavo Sala o Paola Gaviria. Incluso algunos terminaron siendo amigos o compañeros de editorial.

-Venís dibujando a Ofelia hace al menos cuatro años. ¿No sentís algún tipo de desgaste?
-Mirá, Quino dibujó a Mafalda durante diez años. Pensemos que Quino tiene más de ochenta, y habrá dejado de dibujar hace, no sé, ¿diez años? Quedan sesenta años ¿no?… Supongamos que empezó a dibujar a los veinte. Hay más o menos treinta años de dibujo de Quino que a veces parece opacado por Mafalda. A lo que voy, diez años de un personaje en la vida de alguien con una trayectoria como Quino, no es tanto. La gente se encariña con ciertas obras y se resiste a los cambios. A todos nos gustaría seguir viendo a Mafalda, pero hay personajes que son parte de una época, de un tiempo y bueno, después desaparecen para dar paso a otras posibilidades. Hoy en 2015 a veces siento que Ofelia se agota, pero me parece que la que se agota soy yo. Puede que tenga que ver con una cuestión social y cultural también, como esta presión contante en la que uno siempre está obligado a evolucionar. Pero por ahí lo que estás haciendo está bueno y la evolución está en disfrutarlo cada vez más y entregarle al mundo eso. Son subas y bajas que tengo. Sé también, más allá del desgaste, que con compilar cien tiras ya puedo editar también un libro, y eso está bueno porque los libros te abren muchas puertas.

-¿Cómo es la experiencia de poder editar y lanzar un libro?
-Es una experiencia maravillosa. Sumale que me publicó ediciones De la Flor, un sello que a mí se me quedó grabado desde chica y que me encantaba. Fueron los primeros a los que les mandé un mail con la propuesta, bah, los únicos (se ríe). Un día me llamó Daniel Divinsky (Fundador de Ediciones De La Flor) y me dijo: “Bueno, vamos a hacer un libro”. En materia económica los libros no dan mucho rédito la verdad por cuestiones de distribución y editoriales, no hay un factor económico revitalizante, pero sí brinda la posibilidad de viajar, conocer mundos nuevos, gente. Esas cosas son las que en realidad valen.


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