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CULTURA

ME PARECE QUE HE VISTO UN LINDO PROYECTO

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Para alguien que le gusta la música, pero no llevó ese gusto mas allá de la escucha, el nombre Fabián “Tweety” Gonzalez Amado puede no sonarle. Pero para alguien que llevó ese gusto más allá, sabe que ese tipo estuvo involucrado en algunos de los proyectos musicales más importantes que tiene la historia de nuestra música. Tocó y produjo para bandas y artistas de la talla de Soda Stereo, Fito Páez y Luis Alberto Spinetta. Hoy, aunque guarda contacto y sigue trabajando con los viejos conocidos, Tweety está más cerca de los nuevos artistas. Con su sello Twitin Records, pasa la mayor parte del tiempo produciendo artistas locales de cualquier tipo: electrónica, pop, rock, folclore y folk, entre otro estilos.
La idea de fundar Twitin Records arrancó con un proyecto que no se logró de manera sencilla. Tweety planificó grabar y producir el primer disco solista de Richard Coleman, ex miembro de Soda Stereo y Los 7 Delfines. Con mucho esfuerzo y plata de sus bolsillos se grabó Siberia Country Club (2011). Tardaron un año en conseguir quién lo edite y lo fabrique y la persona que hizo ese trabajo terminó quedándose con mas plata de la que debía. “Lo hicimos por el placer de grabar, pero eso me hizo reflexionar. Pensé: yo si quiero hacer esto no quiero volver a pasar por millones de trabas, es muy humillante que alguien no vea lo que vos ves”, cuenta.
Cuando el nuevo sello se empezó a proyectar apareció una oferta de la distribuidora Orchard para laburar en conjunto. A Tweety le gustan las estadísticas y la ventaja que tiene trabajar en formatos digitales, y eso es algo que Orchard maneja a la perfección. “Se sumó el hecho de que sea una plataforma digital con tener un control total de la obra. Y tengo esta necesidad de querer bancar algunos discos que me gustan y no quiero que tengan un destino que sea de shopping. No quiero salir a venderlos cada vez que termino”, dice.
Maximiliano Calvo

Maximiliano Calvo

Para entrar en el sello no hay ninguna modalidad ni proceso, como suele haber en las grandes compañías. Cada caso es específico y se estudia con mucho cuidado. El productor explica que lo que se fija en un artista, antes de ver el estilo, es que sea muy laburador. “No me sirven los artistas que esperan que yo les haga todo, porque eso es un modelo viejo de trabajo que no existe más ni en las compañías grandes”, agrega.
Como productor se encarga de cubrir muchos flancos y la manera de trabajar cambia según el artista. Entre todas las bandas que produce se encuentran dos artistas ubicados en dos extremos bastante opuestos. Por un lado, Audia Valdez que mezcla música electrónica con folk y trip hop. Y por otro, Maximiliano Calvo, un artista del palo del folk, más cercano a la música pop o de raíz. Para la primera, después de muchos años trabajando de manera independiente, fue un alivio poder coproducir con alguien. Audia maneja teclados y equipos de la misma manera que el productor, por lo que se manejan con mucha química a la hora de grabar. “Siempre fue buena onda conmigo y nos acercamos un poco más en la producción de mi último disco (Fotogramas, 2014). Así que cuando empecé con el nuevo, lo llamé desde el principio”, explica Audia y agrega: “Aunque lo mío es un proyecto independiente, con pocos recursos, él se re copó y se puso la camiseta. Es una especie de padrino para mí”.

Para Maxi Calvo, Tweety actúa muchas veces como un tío. “A veces me llama y me pregunta en qué ando y ahí le cuento y vemos si se puede encontrar algo piola para sacar”. La música de Maxi es, en comparación con la de Audia Valdez, más sencilla de ejecutar, pero no de crear. La esencia de su música no cambia si suena con una banda completa o sólo con su guitarra. Pero para llegar a ese resultado, está el productor. “A veces me pego unos viajes con la música en los que tiro ideas y quiero juntar muchas cosas y él lo que hace es guiar todo eso a buen puerto”, explica el músico. Al ser de Rosario y tener toda su familia lejos, Calvo explica que el productor lo resguarda y la de seguridad a la hora de mostrar sus canciones. “A veces uno se mete en recovecos muy extraños y todas las cosas que voy pensando, él las organiza un poco y logra sacar un buen fruto de mí. Es una buena compañía” comenta.

Audia Valdez

Audia Valdez

Por último, formar parte de Twitin Records lo ayudó a Calvo a grabar un material de mayor calidad. “Soy bastante vagabundo. No tengo dinero como para pagar un estudio groso. Podría haberlo hecho, pero no con la calidad con la que grabé”. Y sobre el vínculo que tiene con el productor, explica: “A veces siento que le quemo un poco la gorra al Tweety. Pero el me ve y me conoce, hemos creado una empatía, un código interno en el que cada vez que el loco me ve ya se ríe. Tenemos una gran relación”.
Uno de los motivos por los que el productor lleva adelante este proyecto es darle a la música el valor que se merece. Explica que si bien hay buenas bandas en la actualidad, hay tantas que se dificulta elegir qué escuchar, pero que también el público no sabe elegir bien y termina escuchando bandas de cumbia que hacen “covers mal hechos”. “Creo que los medios son bastante cómplices de eso, porque siguen hablando de artistas que tienen 40 años de carrera y a los nuevos no les dan bola o los ningunean”, agrega.

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CULTURA

Todas las fuerzas: una denuncia social a través del género fantástico

El film, galardonado como mejor película de la Competencia Argentina, se estrenará en salas argentinas el 15 de mayo. La segunda película de Luciana Piantanida pone foco a través de lo fantástico en la vida de mujeres migrantes trabajadoras del barrio de Once.

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El film, galardonado como mejor película de la Competencia Argentina, se estrenará en salas argentinas el 15 de mayo. La segunda película de Luciana Piantanida pone foco a través de lo fantástico en la vida de mujeres migrantes trabajadoras del barrio de Once.

En el actual contexto argentino, que “Todas las fuerzas” haya ganado la Competencia Argentina del BAFICI se muestra como un acto de resistencia frente a los discursos del Gobierno de Javier Milei. El film, premiado como Mejor Largometraje de la Competencia Argentina, recurre a elementos del relato fantástico y a géneros clásicos como el policial para narrar una historia con una fuerte mirada social, ambientada en un universo de mujeres poderosas, cuyos dones las fortalecen y las unen.

Lo que inicialmente se presenta como el retrato de una mujer migrante en Buenos Aires evoluciona rápidamente hacia un policial: Marleen, la protagonista, vive en el barrio de Once, trabaja cuidando a una mujer mayor con demencia y, tras la desaparición de una amiga, debe recorrer la ciudad en su búsqueda.

El interés de Luciana Piantanida por filmar el barrio de Once nació de la curiosidad por conocer más el lugar donde vive. “Lo primero que me llamó la atención cuando me mudé fue la diversidad de personas y comunidades que hay en el barrio”, comentó. Al escribir el guión, tuvo muy presente el movimiento migratorio que, durante los años noventa, trajo a Buenos Aires a chicas muy jóvenes provenientes de Bolivia y Paraguay.

A partir de esas historias, Piantanida imagina un universo de mujeres migrantes que no solo sobreviven, sino que resisten y se conectan a través de poderes sobrenaturales. Marleen se comunica con palomas, mientras otras mueven objetos con la mente o manipulan la energía. Ellas se reconocen y cuidan entre sí, formando una red donde la dimensión política y afectiva está siempre presente.

No fue una decisión deliberada la decisión de partir desde el género fantástico. Había una escena que ahora no está en la película, pero que era una persecución por las azoteas de Once. Cuando estaba escribiendo, en un momento de la persecución, la protagonista llegaba a la esquina y tenía que dar un salto un poco más largo de lo humanamente posible cuenta Luciana y agrega–.  Nos quedamos pensando con los productores de la peli y enseguida dijimos: ‘Ah, la protagonista aprende a volar en el transcurso de la película’. Y entonces a partir de ahí pensé: ‘Ah, tiene superpoderes’. Empezamos a indagar cómo podía ser este universo y surgió también esta idea del lado B de la ciudad, de la noche y de las partes de atrás de los lugares que vemos como consumidores”. 

Una de las primeras imágenes de la película muestra palomas sobrevolando la Plaza Once, una postal que sintetiza el espíritu del barrio. “Haciendo la película me di cuenta de la poca relación que tenemos con el barrio y con los vecinos. Empecé a ir mucho a las plazas, que tienen poco verde y mucho cemento. Lo que hacían las palomas me pareció espectacular: un vuelo hermoso en el cielo; una imagen que no tenemos porque no estamos mirando hacia arriba”, relató Piantanida.

Para construir el elenco, un equipo de casting entrevistó a más de 150 mujeres. En una primera instancia, se las invitó a contar sobre su vida cotidiana y su trabajo. Celia, quien terminaría interpretando a Marleen, se destacó desde el comienzo. “Ella es muy creyente y contaba una historia relacionada a una enfermedad que se revirtió gracias a esa fe”, recordó Piantanida. En la segunda o tercera prueba, se le propuso representar una escena de videncia: “Relatando una visión, lo que hacía con la mirada era muy fuerte. Tiene una intuición enorme para la actuación. Es un talento enorme que ella misma desconocía”.

En cuanto al futuro del cine argentino, en un contexto de desfinanciamiento de la cultura y ataques al INCAA por parte del actual gobierno, la directora expresó su preocupación: “Hay una sensación terrible de fin de época por el enorme daño que está haciendo esta gestión sobre el INCAA y sobre la cultura en general”, manifestó Luciana. Y agregó: “Parece un chiste, pero tenemos que seguir demostrando que el cine argentino es recontra rico y diverso, e interesa tanto acá en el país como afuera”.

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La Zurda: una película con tonada cordobesa 

El film explora la vida de dos jóvenes marginales en la provincia de Córdoba. En medio de un crímen y la búsqueda de la fama a través del crecimiento de su banda de cuarteto, la película logra tejer entre la amistad y el drama social, acompañados de La Monada, como soundtrack principal.

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El film explora la vida de dos jóvenes marginales en la provincia de Córdoba. En medio de un crímen y la búsqueda de la fama a través del crecimiento de su banda de cuarteto, la película logra tejer entre la amistad y el drama social, acompañados de La Monada, como soundtrack principal.


Con rasgos propios del thriller policial, La Zurda se construye como una historia de amistad, traición y drama social. Más de una década después de De Caravana, el nuevo filme de Rosendo Ruiz encabeza los estrenos de la semana y reafirma la potencia del cine hecho en las provincias, esta vez con el cuarteto como protagonista.

El suspenso, la acción, las persecuciones, son los recursos cinematográficos de los que se sirve la película. Rosendo define a La Zurda como una película de género: “Me gustan las buenas películas de género, me encantan, La Zurda está hecha en Córdoba con muy pocos recursos, sin una tradición previa”. 

La trama sigue a “La Zurda” (Juan Cruz “El Gáname”) y Yonatan (Marcio Ramsés Salas Ortuay), dos jóvenes de clase trabajadora que sueñan con alcanzar el éxito con su banda de cuarteto. Pero una noche quedan atrapados en un crimen que no cometieron y deben huir, convencidos de que su condición social los condenará irremediablemente. 

Así comienza su descenso en una espiral de corrupción y relaciones turbias, que deberán exponer si quieren salvarse. Paralelamente y en el momento más inoportuno, al protagonista se le abre un camino para triunfar como cantante. 

Rosendo logra poner sobre la mesa una realidad social empapada de la identidad barrial, en gran parte por la actuación de sus actores. “Los dos protagonistas empezaron a ir al comedor comunitario conmigo durante los dos meses previos al rodaje. El trabajo que hicimos no fue para que imitaran a alguien, sino para que buscaran dentro de sí mismos quiénes serían si les hubieran tocado esas condiciones”, explica Ruiz.

El acento cordobés de los personajes también permite sentir la esencia local: “Cuando presenté la película en el Gaumont se sorprendían, como nos pasó con De Caravana, de ver una película hablada en cordobés. Así tendría que ser, no tendría que ser excepción, tendrían que haber muchas películas de otras provincias”.

Uno de los desafíos más grandes para él fue el montaje. Rosendo comentó que uno de los criterios que guió la puesta en escena fue apostar por el plano secuencia siempre que la acción pudiera sostenerse en un solo encuadre. La decisión respondió tanto a una búsqueda estética como a la necesidad de ofrecer a los actores un terreno con mayor libertad para su interpretación. “Para ellos es mucho mejor poder actuar sin cortes. Aman el plano secuencia porque son ellos respirando el plano”, señaló.

Sin dudas, la incorporación de La Monada como banda sonora fue una de las decisiones más acertadas. “Para muchos es muy acertado de que el universo musical sea cuartetero”, aseguró el director, no solo transportan al espectador al universo cuartetero con sus propias canciones, sino que también compusieron la música extradiegética usando instrumentos característicos del género.

“Si me preguntan los momentos de mayor felicidad es sumar la semana de rodaje De Caravana, de Casa Propia, de La Zurda de todas las pelis porque estando de rodaje la adrenalina está muy alta. Somos un montón de gente, la mayoría amigos en búsqueda de lo mismo, trabajar en conjunto, coordinado, ir superando problemas porque filmar una peli es superar un problema detrás de otro. Eso es dirigir una película, resolver problemas y hacer eso en conjunto. Siempre hay situaciones difíciles y hay que sortearlas y seguir adelante”.

“No sé qué va a pasar con el cine argentino”

A un año del inicio de la gestión de Carlos Pirovano al frente del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa), el Espacio Nacional Audiovisual presentó un informe desolador para la industria. “Presentamos un guión al Inca, en enero iban a dar los resultados, y nunca los dieron. Está desfinanciado y paralizado el Inca, lo quieren realmente destruir. El INCAA debería ser el órgano en el cual nos sentimos apoyados”, señaló Rosendo Ruiz.

“Hace 15 años que Córdoba saca varias pelis, no paramos desde el 2010”, comentó sobre la producción en la provincia. La eliminación de los instrumentos de fomento a la producción, el retiro del apoyo a la difusión y comercialización del cine nacional como la pérdida de presencia en el ámbito internacional, son los factores, que según el balance, a lo largo del 2024 no se aprobó la producción de ninguna película argentina. En el caso de Córdoba, Rosendo resaltó que “había tres pelis Incas que se iban a filmar y no se filmaron. Necesitamos nuestro cine, el mismo Córdoba no puede creer de ir al cine y ver su ciudad”. 


A futuro, proyectan la posibilidad de la continuidad de La Zurda, aunque sea la primera vez que piensa en la segunda parte de una sus película, Rosendo cree que le quedaron algunos cabos sueltos “que tienen que ver con cómo fue la transa que hizo La Tana, el comisario, el papá de Sol, que es un empresario político con poder”.

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CULTURA

Por qué debemos mirar la vida como Agnès Varda

El viernes 11 de octubre, el Barrio del Raval se transformó para homenajear a la directora de cine, actriz, fotógrafa y artista belga. Cómo fue la acción que realizaron dos cineastas en Barcelona.

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El viernes 11 de octubre, el Barrio del Raval se transformó para homenajear a la directora de cine, actriz, fotógrafa y artista belga. Cómo fue la acción que realizaron dos cineastas en Barcelona. 


¿Será que se heredan las ganas de que las cosas no terminen? Atreverse a heredar algo puede verse como un deseo de conservación pero, ¿qué conviene perpetuar de lo que se recibe? En las calles estrechas del casco histórico de Barcelona no parece haber mucho espacio para las ideas conservadoras, ¿o sí? En octubre de 2024, la Bienal del Pensamiento reapareció pero no para darle entidad a lo limitante del pasado, sino mostrar ideas visionarias e inundar la ciudad con mentes de vanguardia. 

Cuando un público permanece completamente callado en un acto póstumo se impone a gritos una sensación colectiva de respeto y nostalgia. Así como en las películas de Agnès Varda, el patio trasero del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA) suele ser un espacio de juego y experimentación, pero ese día -el 11 de octubre- fue un juego de memoria y silencio inusual. 

El otoño regaló una última noche veraniega, las hojas ya tostadas se resistieron a caer y la gente se empeñó en no abrigarse. Las ganas de aferrarse a algo que supuestamente ya terminó invadieron el evento, una emoción muda pero comprendida por todos los presentes. 

Agnès nació en Bélgica en 1928 y murió en París en 2019 dejando una estela de creaciones que inundaron la mente de generaciones de cineastas y artistas de todo tipo. Fue directora, actriz y, a su vez, guionista y artista plástica. Su forma de retratar la condición humana, de invocar pausas contemplativas en quienes ven sus películas y de poner un foco honesto en lo cotidiano, marcó el movimiento artístico de la Nouvelle Vague.

Aunque aquella corriente de cineastas franceses comenzó hace más de 50 años, el siglo XXI se nutre activamente de sus formas de dar a conocer historias. La tan característica mirada juguetona de Agnès fue fuertemente atravesada por claves de género, problemáticas sociales y existencialismo sin censuras. En esa confluencia de vivencias contradictorias (enternecerse con la nostalgia o reírse de lo efímero, por ejemplo) es que se gestó un nuevo idioma fílmico: el “vardiano”.

Audrey Diwan, Carla Simón y Mariana Borull en “Herederas de Varda”. Créditos: Luna Bereciartua

Sentir admiración ante la creación de los demás puede ser una de las formas más intensas de heredar una mirada en el cine. Carla Simón fue la cineasta catalana invitada a “Herederas de Varda”, la charla en el Patio de las Mujeres del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona. Una de las primeras cosas que Carla destacó de Agnès fue haber decidido que la libertad sería su estilo artístico. Admitió que, incluso para una cineasta consagrada, es algo muy complejo de encontrar. 

“Varda rompió la idea de genio”, respondió la francesa Audrey Diwan, la otra directora citada al evento. Luego, la conductora Mariana Borull llevó el debate hacia los confines de la vida sosteniendo que la homenajeada le recuerda a “una niña y una abuela a la misma vez”. Puede que ahí, donde los extremos se tocan, es que resida el legado y el amor por esta cineasta. 

Collage cortesía de @millslemons y foto de Luna Bereciartua de la exposición Agnès Varda en el CCCB.

Agnès documentó historias desde 1956 hasta 2019. Entre filmar entrevistas a gente que recolecta comida desechada (“Los espigadores y la espigadora”, 2000) y retratar la vida de una joven francesa en la década del 60 (“Cleo de 5 a 7”, 1961), hay un interés de por medio: las ganas de jugar con el retrato, conservar las esencias de la gente y los lugares.

En su filmografía se siente la importancia del paso del tiempo. Ella grabó y fotografió todo lo que el tiempo quiso que pase desapercibido: las fotos de las papas de una cosecha que no fueron seleccionadas para ser vendidas por su forma inusual (“Corazón de Papa”, 1953), las gigantografías de vecinos de pueblos muy pequeños (“Caras y Lugares”, 2017), sus propias manos envejeciendo año tras año.

Collage cortesía de @millslemons y fotos de Luna Bereciartua de la exposición Agnès Varda en el CCCB.

El afán por jugar con lo actual y el vértigo de percibir que todo es efímero conviven en paz en la obra de Agnès. Sin embargo, sus dos “herederas” resaltaron que ser una mujer reconocida en el cine no es nada fácil. Hasta la propia Varda sufría el recibimiento social de sus películas. 

“Agnès no te dice qué tienes que ver, sino que te comparte lo que ella percibió”, explicó Audrey. Esa noche, la Bienal del Pensamiento homenajeó a las miradas que invitan a la reflexión personal, la herencia artística que no dicta o delimita, sino que invita al juego y a la libertad y, por lo tanto, jamás perece.


*Estudiante de la carrera de Periodismo y Producción de contenidos a distancia.

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