En nuestro país el consumo recreativo de marihuana se encuentra prohibido. Pero a partir del 2017, una ley permitió su uso científico y medicinal para ciertas enfermedades como las epilepsias refractarias. El fracaso del prohibicionismo planteó, a nivel internacional, buscar nuevas formas de regulación.
Por Dolly González y Nicolás Tecce
En las últimas semanas el gobernador de la provincia de Jujuy, Gerardo Morales calificó a la planta de cannabis como “virtuosa, tremenda y fantástica”. Un paper del Ministerio de Desarrollo Productivo de la Nación señaló que es la droga ilícita más consumida en el mundo. Sin embargo, según un informe de la Defensoría del Pueblo de la Provincia de Buenos Aires del año 2018, se incrementó en un 29% la judicialización de causas por tenencia de drogas para consumo personal.
En diciembre del año pasado la Comisión de Estupefacientes de la ONU, en Viena, tuvo una decisión histórica: suavizar la fiscalización internacional de la marihuana para así facilitar su uso medicinal y científico en los países miembros. El último tratamiento se había dado en la Convención Única de Estupefacientes de 1961. Este cambio del marco jurídico mundial sobre las drogas se da luego de 59 años.
Los países de la Unión Europea (excepto Hungría) y otros de América votaron a favor de retirar el cannabis de la lista de drogas más peligrosas como la heroína. Entre los países que se manifestaron en contra se encuentra los de continente africano y Asia.
En el contexto del mercado, la marihuana se constituye como una variable con proyección a futuro. En Argentina, la primera empresa autorizada a producir cannabis es jujeña y se denomina Cannava, una empresa estatal y de capitales privados. Se espera alcanzar los 50 mil litros de aceite de cannabis medicinal para fines de este año.
La votación se produjo casi dos años después de un dictamen de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que reconocía la utilidad médica del cannabis y sus recomendaciones suelen ser adoptadas sin mayor polémica.
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