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PERFIL: ALEJANDRA PIZARNIK


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Representante del surrealismo poético. Escritora motivada por temas como la soledad, la angustia y sobre todo la muerte. Ella fue Alejandra Pizarnik, una mujer que ya en sus primeros libros, “La tierra más ajena” (1955) dedicado a su psicoanalista Oscar Ostrov, y un año más tarde “La última inocencia”, demuestra estos sentimientos al expresar sus fracasos amorosos, la tristeza por la partida de un amor, la decisión de dar fin a su vida y la voluntad para hacerlo.

Por: Sebastián Bustamante

Nacida en 1936 con el nombre de Flora Pizarnik, la poetisa creció en un barrio de Avellaneda junto a Miriam, su hermana mayor y a sus padres Elías Pizarnic y Rejzla (Rosa) Bromiker, ambos inmigrantes judíos rusos. Durante su infancia hablaba el español con un marcado acento europ
eo y tartamudeaba. El asma, grandes problemas de acné y una marcada tendencia a subir de peso, sumado a una constante comparación con su hermana, bonita y capaz, la llevaron a realizar dietas y consumir anfetaminas.

El pesimismo y la inconstancia en sus proyectos fueron dos de sus características particulares. Así es como en 1954, después de terminar el bachillerato, ingresó en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Permaneció como estudiante hasta 1957, tomando cursos de literatura, periodismo y filosofía, pero no acabó sus estudios. Paralelamente tomó clases de pintura con Juan Batlle Planas, pero nuevamente perdió el interés y también lo dejó inconcluso.

Pizarnik

Entre 1960 y 1964, Alejandra vivió en París donde conoció a Julio Cortázar, Rosa Chacel y Octavio Paz mientras estudiaba historia de la religión y literatura francesa en la Sorbona. Trabajó para la revista “Cuadernos” y algunas editoriales francesas, publicó poemas y críticas en varios diarios, tradujo del francés a varios escritores pero a pesar de esto la vida en Francia le resultó una etapa de gran pobreza económica. Vivía en una pequeña habitación, oscura y con olor a cigarrillo, donde se dedicó a realizar su cuarto poemario llamado “Árbol de Diana”.

En esa época los tormentos de la adolescencia volvieron a buscarla. Relató en su diario: “Se me presentó la vieja imagen de la adolescente que quise ser: una muchacha de rostro fino y noble, bella tal vez pero de una manera sobria. Me molesta mi carencia de edad visible. Lo que me angustia mucho no es por miedo a la vejez ni a la muerte (las llamo a gritos) sino porque sé que necesito de un cuerpo adolescente para que mi mentalidad infantil no sienta la penosa impresión de ser una niña perdida dentro de un cuerpo maduro. Por eso, mi perpetuo régimen alimenticio y mi resistencia al alcohol.”

Regresó a Buenos Aires y publicó “Los trabajos y las noches” (1965), una obra donde empiezan a incrementarse sus obsesiones y que, según ella, allí la muerte es una presencia real. En 1967 falleció su padre, un hecho que le inició una depresión de la cual no tendría salida. Un año después escribió extracción de la piedra de la locura, su obra más oscura y en 1970, encerrada en su departamento casi sin escribir, tuvo su primer intento de suicidio.

En 1971, volvió nuevamente al hábito de la escritura, la noche y el consumo de fármacos. Ahí creó “El infierno musical”, una obra donde refleja explícitamente su locura, sus múltiples personalidades y una vez más su deseo de morir. Ese mismo año escribe en prosa “La condesa sangrienta”, un relato basado en la condesa húngara Erzsébeth Báthory. Esta noble, con la creencia de que para mantener su belleza y la vida eterna debía beber y bañarse con la sangre de jóvenes vírgenes, torturó y asesinó a más de seiscientas muchachas entre 9 y 26 años en su castillo de Cachtice.

A consecuencia de su cuadro de depresión y tras un nuevo intento de suicidio, fue internada en el hospital psiquiátrico Pirovano donde escribió uno de sus últimos textos titulado Sala 18 (Pirovano). Pero en una de sus salidas transitorias, el sábado 25 de septiembre de 1972, a los 36 años, tomó 50 pastillas de un barbitúrico (Seconal) poniéndole de esta manera fin a su vida y realizando ese deseo que la atormentaba.


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  • Un buen trabajo sobre Alejandra Pizarnik. Cubre muchos aspectos de su vida y de su obra. Detalles y sobriedad para un acercamiento preciso.