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“PODRÍA CONCEBIR LA VIDA SIN MUCHAS COSAS, PERO NO SIN LIBROS”


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El destacado periodista Walter Vargas habló –entre otros temas– de su infancia, su pasión por la lectura, sus referentes en los medios y cómo lo está afectando el aislamiento en lo laboral.

Por María Belén Longueira

-¿Qué significan los libros para vos? 

-Para mí son un elemento básico de mi canasta existencial. No me crié en una casa donde hubiera libros. Es una de las tantas curiosidades que escalonan mi vida porque no había dinero para tal cosa y tampoco había hábito. Ni mi padre, albañil; ni mi madre, modista; ni mis hermanos, salvo uno de ellos, el más grande, leían. Nadie cultivaba la costumbre de leer y no existía acceso a la compra de libros. Pero cada tanto alguno llegaba a mis manos. Gozaba de los beneficios de lo amplio, de lo heterogéneo y de ahí me nutrí. Recuerdo con especial cariño, un libro que me regaló una cuñada ya fallecida, “El  Hijo Maldito”, cuando cumplí 18 años. Es uno de los regalos que más atesoro. Después de los 20, ya con trabajo, tuve la mínima posibilidad de entrar a la librería a comprarme uno. Desde entonces, no paré más. La lectura es una dichosa sed eterna. Podría concebir la vida sin muchas cosas supongo, pero no podría concebirla sin los libros.

-¿Quiénes fueron tus referentes cuando iniciaste el camino del periodismo? Y contá si fueron cambiando.

-Pasé toda la niñez y la adolescencia en una alternancia intensa entre las páginas deportivas: Goles y El Gráfico, eran una  especie de Boca y River de las revistas de la época. Pero mi relación más profunda y simbólica con el mundo deportivo del fútbol y el boxeo estaba dada por la radio. Entonces tenía referentes desde esa perspectiva, desde el muchacho que soñaba con ser relator al escuchar a José María Muñoz. Él marcó una época. Pese a eso me llevó mucho tiempo convencer a mi madre con que yo no iba a ser relator porque mi vida había agarrado otro rumbo. En términos de escritura y lectura mi primer referente fue Osvaldo Ardizzone, columnista de El Gráfico. Creo que marcó un hito porque fue quien llevó a un plano de belleza suprema esa mistura entre la crónica deportiva y el relato literario. Mi cadena de emulaciones fue basta y me gusta la pregunta porque sí, fue cambiando, y de hecho no reniego a los referentes y a la capacidad de emulación. Nadie debería renunciar a eso. Otra cosa es la idolatría que uno desiste de su espíritu crítico en aras de una veneración. No soy cultor de idolatrías, pero sí de admiraciones fuertes y de identificaciones fuertes. De modo que si bien han variado los nombres sigo teniendo referencias para ser cada día mejor. La identidad de un hombre se va construyendo en una sucesión de identificaciones como las capas de una cebolla. Y si uno no tiene la trasnochada idea de que ya llegó, de que ya está, de que todo ha sido sellado y vivido, seguirá identificándose buscando ser mejor, y esto no se logra sin la mirada en el otro.

-¿Tenés alguna anécdota que haya marcado un antes y un después en tu profesión?

-Estás hablando con una especie de dinosaurio que a finales de abril estará cumpliendo 42 años con este oficio. Pero creo que hay una anécdota fundante que es la del origen. Lo que funda persiste. Cuando yo tenía 19 años, había terminado malamente la primaria en una escuela nocturna, no había hecho la secundaria y no tenía un horizonte muy claro en la vida. Mi padre me dijo: “Hijo no siempre tu viejo va a poder trabajar. ¿Qué vas hacer de tu vida?”. Le respondí que iba a ir a Buenos Aires a pedir trabajo a una revista de boxeo, que también tenía un programa de radio. Quería ser periodista y escritor, y así fue. Una mañana llegué a la esquina de Córdoba y Callao, le pregunté al encargado del edificio a qué hora venía la gente. Al mediodía llegó Hernán Santos Nicolini, que era el director de la revista y tenía una agencia de publicidad: “Hernán Santos Promociones”. Le dije que a pesar de no tener estudios quería ser periodista, que si bien solo tenía la primaria me sentía formado para serlo. Luego de una pequeña prueba, que pasé sin apremios, ingresé. A los pocos días ya era un cadete polifuncional que servía café, llevaba cheesecake e iba al gimnasio del Luna Park y escribía pequeños artículos de boxeo. Me faltaban 4 meses para cumplir 20 años. Tuve varias historias, pero esa fue la central, la que le dio sentido a todo.

-¿El corazón late de igual manera cuando agarrás un micrófono y comentás un partido que cuando escribís una nota?

-En realidad después de varios años, me siento cómodo en todos los formatos. No tanto en el televisivo de cámaras porque cuando hago cámara, me siento obligado a preocuparme por cosas que en el mundo real no existirían como preocupación para mí. Que es: el maquillaje, el saco, la corbata, el plano… Me parecen cosas estúpidas, por lo tanto, en televisión tengo un resto de tensión. Si estoy comentando un partido en off, como lo hacemos en ESPN, me siento muy cómodo. Al ser partidos en vivo, me implican una concentración adicional porque tenés que intervenir cada equis tiempo. Hay mucho diálogo en estos formatos del siglo XXI. Antes no había tanta conversación entre el comentarista y el relator. Tengo un nivel de autocrítica muy alto, me castigo mucho, por ende intento decir la menor cantidad de pavadas posibles. En la radio me siento como pez en el agua. Me encanta. Sin embargo, no hay un formato que me represente tanto como la escritura. Esa conexión con el papel en blanco, esa incertidumbre que genera el no saber si puedo llegar a decir lo que quiero decir, y ese acceso al horizonte como un mundo muy basto, es muy atractivo. Me genera un cosquilleo especial, un sabor diferente. Si tuviese que decirte 4 estadíos en los que me siento plenamente yo, Walter, uno es en la escritura.

-¿Cómo te afectó el coronavirus en el ámbito laboral? ¿Estás de acuerdo con que es una tragedia, pero que puede ayudar a la toma de conciencia social?

-En relación con ESPN, me afecta de todas las maneras posibles, porque no tengo relación de dependencia con PESA, que es la empresa que me contrató. Eso implica que si no hay ligas europeas, no hay partidos; si no hay partidos, no comento; si no comento, no facturo. Para la agencia Télam, que escribo cada día, no me cambia demasiado porque laburo desde mi casa. Por otro lado, hace años enseño la materia: “Olimpismo y Deportes Federados” en la Universidad de Palermo. Es una materia que para mí es básicamente presencial, pero ante la imposibilidad  manifiesta de hacerla de esa manera, se me pidió que busque alternativas y no me siento plenamente capacitado para asumir los formatos que eligen muchos docentes para darla en una plataforma online. Pero con mi adjunto y otro profe le estamos encontrando la vuelta. Un escenario completamente nuevo para mí. Y en cuanto a la otra pregunta, sí, es una hipótesis muy robusta de que se pueda dar un cambio social. Uno supone que sí, que nada será igual, pero por ahora tengo una mirada más escéptica en relación con el hombre, los humanos, en que todos, todas o todes, como quieras llamarle, tengamos una reserva de bondad, de empatía y resonancia positiva con el otro que no teníamos. La verdad es que por ahora soy relativamente escéptico. Creo que sigue habiendo un componente alto de maldad, empezando por los gobernantes en general, y se me hace difícil imaginar un verde prado después de esto. De hecho, en las respuestas que están dando Trump, Bolsonaro y muchos compatriotas, demuestran una maldad supina, grande y evidente, que desmentiría esa hipótesis que planteás. Quisiera ser en todo caso tan optimista como vos. De todas maneras, es un fenómeno que recién empieza y tal vez conforme pase el tiempo, esa hipótesis tuya sea mucho más vigorosa y plausible, y ojalá así sea.

-En este punto de tu vida, si pudieses retroceder el tiempo, ¿qué le dirías al Walter de pequeño?

-Si pudiese retroceder en el tiempo, al Walter pequeño, aquel chico rubio medio melancólico, hoy, éste hombre canoso y medio melancólico, le diría que siga creyendo. Ese niño insensatamente creía mucho, era casi todo lo que hacía: creer. Y en estos días sería de mucha utilidad para mí, para mi economía psíquica y para mi quantum energético, y para mi mirada de lo que hay, de lo que deduzco que habrá, que aquel niño me transmita esa premisa, creer. Seguir creyendo. Hace poco inicié mi camino como comentarista  de fútbol…

-¿Qué consejos nos darías a las mujeres que quieren hacer lo mismo?

-Te daría el mismo consejo si así pudiera decirle, porque consejos da el viejo Vizcacha. En todo caso yo participo de una experiencia y ofrezco mi mirada cuando me la piden. Lo fundamental es que te formes, que le dediques mucho tiempo a eso. Uno no es periodista porque pasó por una escuela de periodismo, es periodista porque sabe y puede serlo. La formación requiere mucho más tiempo y dedicación de la que te pueda dar una institución. Uno se forma con las instituciones, por las instituciones y pese a las instituciones. De manera que no le quites el tiempo de formación a un buen empleo de la lengua castellana. Estudiá táctica de fútbol. Entrená la mirada de ver qué es lo que pasa en un partido, no temas equivocarte. Nunca te la creas, eso es importante. No tomés éxitos parciales como un absoluto que te acompañará siempre, porque eso no existe para nadie. Creé en vos. Nutrite de buenos maestros, de buenas identificaciones. No dejés de ser generosa para recibir las enseñanzas y también para agradecerlas, sin necesidad de que te subordines y que niegues tu identidad. En cuanto a lo específico de tu condición de mujer hay algo que quiero decirte: los tipos llevamos siglos viendo partidos de fútbol, hay un condimento de concreto conocimiento que en ese sentido nos favorece. Hay una especie de asimilación, del modo, de la jerga y también del prestigio que implica eso. Las mujeres están construyéndolo. En ese sentido te digo que seas paciente. Es un colectivo potente el de las mujeres que comentan fútbol. Pero no creas que un hombre, por el simple hecho de serlo, sabe del deporte. Eso es una leyenda que por “el solo hecho de tener algo entre las piernas” ya sabemos más que las mujeres, es una mentira. Conozco cientos de comentaristas que ven el fútbol no tan bien como unas cuantas mujeres que ya laburan de esto.

-¿Cómo describirías vos a Walter Vargas?

-Recuerdo cuando tenía 16 o 17 años llegó a mis manos un libro de aforismos. Hubo uno de ellos que me encantó, decía así: “Solo una vez me hicieron enmudecer, fue cuando me preguntaron ‘¿quién eres?’”. Sin embargo, tampoco voy a huir de manera elegante a tu pregunta. Te voy a dar dos definiciones. Una es que soy un simple hombre con múltiples pasiones. La otra consta en un diccionario poético que hice con una amiga hace muchos años, que se llamaba diccionario de equívocos, y en la W dice: “Walter: extraña certeza que sigue en pie”.


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