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POSTALES DE LA CRISIS


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Mientras los noticieros, durante las 24 horas, siguen minuto a minuto la cotización del dólar, la caída de las reservas, la reacción de “los mercados” y el riesgo país, la delicada situación que vive Argentina se siente y se palpa en la calles. Solo es cuestión de abrir los ojos, prestar atención y detenerse en las miles de historias, como éstas, que pueden encontrarse en cualquier lugar.


SR. MIYAGI

Por Leandro Altare

Román es peruano, tiene 65 años y una barba blanca y finita que le da un aire al señor Miyagi. Desde hace cuatro, pasa sus días vendiendo medias en la puerta de un famoso local sobre avenida Corrientes. Cuando empezó, la policía venía a sacarlo cada dos por tres. “Necesita permiso para vender”, le decían. En la Dirección de Espacios Públicos no le pusieron trabas, pero le hicieron una aclaración: “No puede usar ni el piso ni la pared para exhibir”. Desde entonces, Román actúa de perchero humano. Lleva sobre su cuello un dispositivo que le permite mostrar toda su mercadería con libertad de movimiento. La creatividad en tiempos de crisis. “El par de medias siempre estuvo 20 pesos, hasta el año pasado que lo tuve que empezar a subir. Ahora lo tendría que estar cobrando 100, pero prefiero ponerlo a 90 y vender alguno más”. Es que Román tiene que llegar a los 6500 pesos para pagar la habitación en la que vive, y entiende perfectamente que “la gente tampoco tiene un mango”. No se va a desquitar con ellos. Será por eso que compartir una charla con este personaje del barrio de Villa Crespo es todo un desafío que se verá interrumpido una, dos y hasta tres veces por minuto por el cariño con el que lo saludan los vecinos. Es que para el barrio, Román Altamirano más que un vendedor ambulante, es un amigo que te vende barato. 


PILAS Y PILAS DE CARTÓN

Por Guido Migoyo

Hace frío y a paso acelerado Alejandra arrastra junto a su compañero un bolsón de tela de arpillera por la avenida Córdoba. Se detiene frente a un contenedor, y casi en simultáneo, otra pareja aparece con un bulto cargado de cartones. Empiezan a unificar lo que juntaron. Ellos saben que si no tienen el bolsón completo, no pueden avisarle al camión para que los venga a buscar. “Desde marzo estamos trabajando de esto. Acá es más difícil porque no hay nada”, dicen. Su jornada arrancó a las 18:30 y el contexto no ayuda. Mucha gente se dedica a juntar cartón para ganar unos pesos en la Ciudad. “Con suerte hoy el camión viene a las 22:30 y tiene que seguir levantando todo hasta microcentro”, comenta Alejandra y se prepara para salir de nuevo a llenar la bolsa. Es consciente de que la vuelta a su casa, en Campana, no será temprano. Mientras a una de sus compañeras exhibe una sonrisa resplandeciente, como las bandas refractarias de su uniforme. Había “pegado” un perfume y no todo era tan opaco como los cartones.


NOTICIAS DE AYER

Por Daniela Levy Hara

Corrientes y Medrano. Un puesto de diarios da la ilusión de un mundo anterior a los bytes. Recorrer los ejemplares resulta un pacto suicida. “Por la devaluación, la carne ya subió 10% y los medicamentos 15%”; “Más de tres mil comercios en venta en Capital y Provincia por la crisis”; “El gobierno ajusta su estrategia económica para calmar el dólar”, “Asume Lacunza en Hacienda y anuncia su programa para llevar calma a los mercados”. Se asimila a un desfile de carros fúnebres, pero no: son los titulares de los principales medios de comunicación del país. A un costado, debajo del diario que habla de Lacunza y al lado del que refleja el aumento de la carne, asoma la foto de una playa paradisíaca. El título: “Los mejores cinco destinos europeos para vacacionar este invierno”. La revista lleva el precio más alto de todo el puesto. De su vecina la carne queda solo un ejemplar. De Lacunza, tres. Es la playa paradisíaca la única que desborda de ejemplares. El canillita advierte a un potencial comprador, en busca de captar su atención: “Las malas noticias no desaparecen por desviar la vista”.


JAIME, EL SAYERO

Por Matías Aguinaga

Caminar por Scalabrini Ortiz puede volverse dificultoso entre Padilla y Camargo. Un obrador obliga a los transeúntes a ir zigzagueando. A la vuelta, por Padilla, es toda una tentación bajar a la bicisenda para simplificar el recorrido, al menos hasta que alguien en bicicleta chifle y reclame su sendero. De repente, a lo lejos, se oye un ritmo boliviano: una saya brota en el silencio de la exCanning. Sale de la verdulería de Jaime. El hombre está solo y sin clientes. No sabe qué responder ante la pregunta sobre qué espera para los próximos meses. Cuenta que, ahora, la gente “compra bananas de a una o las zanahorias de a 30 pesos”, y que aguanta “como puede”. Mientras, nota que muchos negocios de la avenida “están tres o cuatro meses, levantan todo y se van”. El ritmo de la saya sigue, de a poco pierde intensidad cuando uno se aleja del local, y ahí se queda Jaime, concentrado en lo suyo, pesando los tres tomates peritas que le pidió una señora rubia que compra lo justo y necesario.


EN EL RING DE LA SUPERVIVENCIA

Por Franca Boccazzi

Son las cinco de la tarde de un jueves en Parque Patricios. El sol tibio de invierno está escondido detrás de las copas de los árboles, lo que hace que el frío penetre más en la piel de los que circulan alrededor de la boca del subte de la línea H. La excepción es este hombre que se destaca entre la multitud porque parece ser el único valiente que se atreve a usar remera manga corta. El pedazo de tela gris deja entrever unos brazos robustos y un par de hombros fornidos que acompañan su larga estatura. A los pies de su conjunto deportivo, se despliega un paño blanco con decenas de billeteras de cuero. Es boxeador profesional y cuenta que hace un tiempo se fue al exterior a pelear y le fue bien como para volver a Argentina y vivir un tiempo. Pero ahora ya se le acabó el margen. “Arranqué a vender las billeteras hace tres días, porque la situación del país y la economía no dan para más”, explica. Se levanta a las siete de la mañana para ir a entrenar, a las once llega al parque con las billeteras y se queda hasta la noche, haciendo un corte en el medio para volver a entrenar dos horas más. Sus palabras van acompañadas de un balanceo constante entre un tobillo y otro, mientras practica golpes a puño cerrado con la palma de su mano: “La situación de los deportistas es cada vez peor, no hay nada de financiamiento”. Al momento de mirar a la cámara, cancherea: “No me gustan las fotos, pero ya estoy acostumbrado”.


EL FRÍO DE LA INDIFERENCIA

Por Hugo del Valle y Serviddio

Un cangurito azul desteñido, unos jeans gastados y un par zapatillas rotas son todo lo que lo protegen de esos 10 grados que se hacen sentir en la Ciudad de Buenos Aires. Una capucha con agujeros auspicia de madriguera y también de almohada, para evitar la dureza de aquellos cerámicos anaranjados del vestíbulo de ese edificio de Humboldt y Paraguay, en pleno corazón del barrio de Palermo. Como un escudo contra el viento, sus brazos se entrecruzan con fuerza sobre su pecho. Aquella persona que yace en el suelo, posición fetal, es una de las más de 7000 que viven a la intemperie, según el Segundo Censo Popular de Personas en Situación de Calle. De pronto, un vecino del edificio llega y se detiene en la entrada antes de abrir la puerta. Lo observa, parece dubitativo, como quién no sabe cómo actuar, como si no supiese si ofrecerle algo calentito de comer o traerle algo para que se tape. Lo mira unos segundos más, pero finalmente desiste. Abre la puerta y se interna en el calor de su hogar. Mientras, afuera, un cagurito, unos jeans y unas zapatillas rotas, son el único abrigo para muchos.


PARAR LA OLLA

Por Valeria Silva

Hace un tiempo, Cristina trabajaba como empleada doméstica limpiando casas cuatro veces a la semana. Con el dinero que recaudaba, alimentaba a sus siete hijos. Con orgullo recuerda que hace un par de años algunos domingos lograba hacer un “asadito” para disfrutar con su familia, y eso la hacía vivir “tranquila”. Ahora, la crisis y la desesperación la empujaron a ella y a sus dos niños, a vender pañuelitos descartables en la Avenida Corrientes. Las changas que tenía fueron disminuyendo y hace cuatro meses no tiene trabajo. La Asignación Universal por Hijo “no es suficiente” para brindarle a su familia las cuatro comidas necesarias. “Hoy logré para juntar dinero para hacerles un guisito. Por suerte ellos no son delicados y con lo que sobre, van a poder almorzar mañana”, cuenta un poco más aliviada, aunque con algo de preocupación porque quiere que sus hijos dejen de sufrir el frío todos los días en la calle.


LUCES Y SOMBRAS

Por Melanie Prokopiec

Antes las luces del restaurante “Paseo del Sol” se reflejaban contra el mástil de la bandera argentina del Parque Centenario. Antes se podía ver lo que había en su interior. Sin embargo, ahora, las ventanas se cubrieron del lado de adentro con papel madera, y del lado de afuera con afiches de campaña del Nuevo MAS. “Desde octubre del año pasado iban a cambiar de firma”, cuenta un vecino del barrio, dueño del maxikiosco ubicado en Diaz Velez 5017. En las puertas del local se repiten dos carteles: uno es un folleto en el que hay dos números y la palabra “Habilitaciones” y otro que señala “Cerrado por reformas”, aunque hasta ahora el lugar no se ha modificado. Permaneció estancado, inmóvil como el rubro gastronómico al que pertenece y que fue uno de los más golpeados por la crisis. En esta esquina, de Leopoldo Marechal y Díaz Vélez, la bandera flamea acompañando al viento de la noche. Su movimiento pareciera querer revertir la quietud y el abandono de otra pyme.


BÚSQUEDA

Por Nicolás Matheos

El cielo se apaga con apuro y comienzan a prenderse las luces de la avenida Scalabrini Ortiz. Los locales despliegan sus cortinas de chapa hasta abajo, y en ese contexto, Martín sigue despierto y parece no tener descanso. Aún le queda un gran recorrido por hacer, que le ocupará toda la madrugada. Con cierta resignación, comienza a revisar las bolsas de consorcio en busca de comida y ropa. Cuatro grados son los que marca la sensación térmica y él lleva puesto un jogging de fútbol, una remera con agujeros y unas zapatillas con ventilación propia. En su espalda una mochila vieja que parece no tener mucho espacio para algo más. El frío no parece detenerlo. Despacio y con mesura, revisa cada bolsa. Agarra una prenda y la dobla ordenadamente dentro de la caja que lo acompaña a todos lados. Inmediatamente y sin pensarlo, vuelve a ubicar la bolsa donde estaba desde el primer momento. Cada contenedor de basura parece una oportunidad para salir a adelante. O, simplemente, para encontrar algo más de ropa y comida. Para él, el orden no se negocia. Aún, no teniendo nada.


ALEJANDRO, EL OPTIMISTA

Por Rodrigo Paradiso

En avenida Corrientes y Acevedo, Villa Crespo, se encuentra Alejandro, uno de tantos vendedores de diarios y revistas que se “ganan el mango” en la Ciudad. Ale se entretiene durante la noche viendo la serie de Carlitos (Monzón) con su smartphone, aprovechando la baja o nula clientela que se acerca hasta el puesto. Más allá de que la compra de diarios y revistas se ha reducido, la crisis que atraviesa el país no parece haberlo afectado, a grandes rasgos, como él esperaba que lo hiciera. El kiosco se mantiene “bien en ventas”, con las distintas colecciones que lanzan La Nación o Clarín por ejemplo. Es que esas ediciones no han “pegado el aumentazo” y los suscriptores se mantienen fieles en las compras semanales, quincenales o mensuales. Alejandro opta por mantenerse optimista ante la difícil situación, haciendo el trabajo que desde muy joven sabe hacer, pero sin bajar los brazos en ningún momento. “Cuando era chico, todos pensaba que los únicos negocios que jamás iban a cerrar eran los telos y, sin embargo, ya cerraron muchos importantes”, recuerda entre risas.


ESPERA ETERNA

Por Carolina Gómez

Hace una hora está en la misma posición. Hace una hora actualiza Instagram una y otra vez. Hace una hora que no entra nadie. Desde la incomodidad de la banqueta, Carla observa a las personas que pasan por Juan B. Justo y Corrientes esperando que alguien le compre un par de zapatos. Carla tiene las facciones marcadas y unas ojeras que revelan a simple vista que ayer no durmió. Con casi cuatro horas de sueño, intenta no quedarse dormida mientras actualiza su teléfono. “Tener dos trabajos es agotador, estresante”. Madre soltera y con un hijo de cuatro años, Carla se las rebusca para poder llegar a fin de mes, una misión imposible. Poder vender se volvió una tarea difícil. Arriba de los dos mil pesos cada par de zapatos, con el dólar a sesenta, ¿quién va a poder comprarse algo? Carla está cansada, abrumada, mientras sigue esperando.


SE BUSCA TRABAJO

Por Eugenia Belingar

Campera naranja, jogging gris, gorra blanca. En su espalda lleva una mochila tan gastada como sus zapatillas marca Nike. Su vestimenta no parece amortiguar el frío que azota a la Ciudad de Buenos Aires. Mientras sostiene una bicicleta oxidada, que algunas veces funciona como transporte y otras como mula, pega folletos sobre un contenedor negro de basura. “Vidriería, arreglos en el acto”, se lee sobre el cuadrado de papel mal cortado. Mimetizándose con los cartoneros de enfrente, “Checo” revuelve la basura antes de que en pocas horas pase el camión a levantarlos. Minuciosamente y con una delicadeza innecesaria, separa algunos cartones y descarta los restos que no le sirven para reciclar, y así repite sus movimientos una y otra vez, hasta el hartazgo. Esta vez no tuvo suerte. Con las manos vacías, y ya sin publicidad con la que presentarse, avanza por Scalabrini Ortiz en busca de un trabajo con el cual vivir.


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