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QUÉ VES CUANDO ME VES


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Existe aún una idea errada de que los aborígenes residen en áreas rurales, alejados de las grandes urbes, y que se dedican a trabajar la tierra. Sin embargo, 7 de cada 10 integrantes de los pueblos originarios habitan en ciudades, siendo la zona centro del país (Córdoba, Santa Fe, provincia de Buenos Aires -interior y Gran Buenos Aires- y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires) la que concentra aproximadamente la mitad (52,68%) de los hogares con población indígena del país. Según datos proporcionados por el INDEC del último censo de 2010, el 2,1% de la población de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se reconoce indígena. Se trata de 61.876 personas sobre un total de 2.890.151 habitantes.

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Nicolás Torres, director del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI), afirma que hay una gran migración a centros urbanos por lo que se formaron muchos asentamientos en el Gran Buenos Aires. Además, considera que ahora el concepto de comunidad está ligado a criterios de autorreconocimiento y autodeterminación de sus lenguas y culturas. “Antes la comunidad estaba ligada a la tierra, de las que ellos siempre fueron despojados”, concluye.
Simón Morales es cacique de la comunidad 19 de Abril de Marcos Paz. Vino a Buenos Aires en 1986 en búsqueda de trabajo y progreso porque en la provincia del Chaco, donde vivía, no podía subsistir. “La comunidad indígena del norte está olvidada por los gobiernos, no hay trabajo”, señala el cacique toba.
Cuando el líder qom llegó, se sentía perdido en una ciudad tan grande y fue a la Isla Maciel, partido de Avellaneda. Ahí descubrió que había otras colectividades tobas y formó su propia familia. Consiguió su primer empleo limpiando barcos petroleros, pero vivir a orillas del Riachuelo estaba muy alejado de sus sueños. “Teníamos la necesidad de conseguir un lugar donde irnos a vivir como vivíamos en el norte”, recuerda. En 1996, Simón y otras 20 familias se organizaron como comunidad y obtuvieron la personería jurídica del INAI. Recibieron varias propuestas de tierras que no eran aptas para vivir, como cuenta el cacique: “Nos querían mandar a Glew pero era dentro de un basural. Después al Delta, pero era muy difícil para lleva a los chicos al colegio”. En el año 2002 surgió la propuesta de establecerse en el partido de Marcos Paz dentro de un espacio de 5 hectáreas, gracias al proyecto “Plan Federal de Viviendas” del que participaron el municipio, la Universidad de Morón y el INAI. Se construyeron 20 viviendas, y en 2007 concretaron el traslado desde Avellaneda.
Algunas de las causas que producen la migración de los indígenas a zonas urbanas, según el proyecto UBANEX, informe de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, son la mecanización agrícola; la expansión del capital agroindustrial; el avance de la frontera agraria; la crisis de la producción algodonera (en la región Chaqueña); los desmontes indiscriminados; la reconversión de tierras agrícolas a zonas turísticas, entre otras razones. Pero desde los tiempos coloniales las poblaciones indígenas siempre han sido expulsadas.

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René Salteño pertenece a la comunidad Mocoví-Qom “Nogoyin Ni Nalá”, que quiere decir sol naciente en lengua mocoví. Son 20 familias que viven en Rafael Calzada, partido de Almirante Brown. La historia de René no es muy diferente a la de Simón. Se crió en el monte chaqueño junto a su abuela, aprendió el castellano cuando ingresó al colegio a los 11 años en Las Tolderías y a las 18 se vino a Buenos Aires en búsqueda de trabajo. Consiguió empleo en la construcción, luego en una papelera y, los últimos 15 años, en una empresa textil, hasta que se retiró por un problema de salud. La comunidad está compuesta en su mayoría por mocovís y qom, y en menor parte por guaraníes y tonocotés. Muchos trabajan en la construcción y otros se dedican a la artesanía. Pero buscan formar profesores bilingües para que sigan enseñando sus lenguas a las generaciones futuras.
Urbanizarse sin perder sus orígenes implica un largo camino, ya que la presencia de aborígenes en la ciudad está sistemáticamente negada y estigmatizada. René cuenta que al principio no decía sus orígenes por miedo a la discriminación, pero con el tiempo eso cambió, según aclara: “El indio existe y somos parte de la sociedad”.
El doctor antropólogo Sebastián Valverde, especialista de pueblos originarios y partícipe del informe UBANEX, considera que algunos sectores apoyan y otros discriminan al aborigen al ponerlo en lugar del “buen indio”. Cuenta que muchas de sus prácticas estuvieron ocultas, como la fiesta de San Juan, que en verdad es el año nuevo de los pueblos indígenas. Valverde asegura que recién ahora existe una revalorización: “Antes la idea era integrarlos, ahora el concepto es que sean ellos mismos, lograr una reivindicación étnica”.
El proyecto UBANEX, presentado por la Facultad de Filosofía y Letras, demuestra que la presencia indígena muchas veces es menor en relación a la presencia real, ante la falta de registro y prejuicios. Informa que en ocasiones no son censados por residir “en las ciudades”, o en algunos casos la histórica discriminación los lleva a negar su condición de
tales en los censos. Por otro lado, se supone que es mayor el número al informado por el INDEC ya que la pregunta que se hace, si se autorreconocen descendientes o pertenecientes a un pueblo originario, puede llegar a ser prejuiciosa y muchas veces, el encuestador, no la realiza.
Simón piensa en voz alta y dice: “Lo que espero para el día de mañana es que mis hijos tengan algún título pero que sigan manteniendo su cultura”.


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