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Ramadán en Barcelona: la mezcla de dos mundos


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Una crónica sobre cómo se vive el festejo conocido como “navidad musulmana” en pleno paso de la rambla más famosa de España.

Las calles del Raval se sienten diferentes. Hay algo en el aire viciado del barrio barcelonés que cambió, no se siente su energía arrolladora, su vesania cotidiana. Carga una templanza que no le pertenece. 

En el escaparate de un restaurante descansa la leyenda: “Menú de Ramadán” y todo cobra sentido, comenzó el Ramadán. Para este barrio obrero poblado de inmigrantes, en su mayoría musulmanes, el avistaje de la luna creciente hace un quiebre en la cotidianeidad de sus vidas y del barrio. Llegó el momento en que los devotos se toman un momento para conectar con Ala, dejar los malos pensamientos y hábitos. Realizar una limpieza de cuerpo y alma. 

Van a contrarreloj. Su ayuno “suhûr” comienza cuando el sol sale por el Este, justo sobre el mar mediterráneo, y no hacen otra comida hasta el atardecer. La comida nocturna “iftâr” se realiza en comunidad. 

Las diferentes organizaciones que tienen sede en Barcelona planifican una gran cena para sus adeptos. A medida que la luz del día cae sobre la Rambla del Raval se preparan para el banquete: una mesa alargada en mitad de la Rambla repleta de comida de diferentes colores y aromas, de dulce a salado pasan sin escalas, se pueden ver variedad de frutos secos, dátiles, carne y dulces típicos. 

La gente comienza a llegar, se saludan, charlan, las mujeres ayudan a ultimar los detalles y poco a poco van ocupando sus lugares. Alrededor, todo sigue igual: los coches y buses pasan a su lado, la gente sale de sus trabajos y las terrazas de los bares se van llenando. Algunos curiosos se detienen a apreciar la imagen que rompe con la dinámica natural del barrio y a respirar un poco del aire que viene condimentado con una mezcla de comino y miel.

Este Ramadán marcó una diferencia para Najla, en sus recién cumplidos diecinueve años, siente que muchas cosas cambiaron. Ve la religión de otra manera y comprende lo que antes le parecía irracional. Ella nació en Marruecos pero, en su preadolescencia y luego de la pérdida de su padre, la madre tomó una decisión compartida con muchos otros de su país: subirse a un bote y cruzar el mediterráneo para llegar a España. 

Najla vino un tiempo después y creció en Barcelona. Hace dos años sufrió otra gran pérdida: la de su madre. Para ella, su mentora, compañera y quien la mantenía más cerca de su parte musulmana. Le tocó crecer de un día para el otro e inevitablemente fue perdiendo cercanía con sus raíces. 

Durante mucho tiempo se comportó como una típica adolescente europea, desde su vestimenta hasta sus hábitos y amistades. Si bien siempre hizo el Ramadán confiesa que este es el primer año que vuelve a pisar una mezquita desde la partida de su madre. “Fue lo primero que sentí cuando entré: mi madre ya no está”, afirma con tristeza. Sus ojos esquivan la mirada y se colman de lágrimas cuando la nombra, pero hace un esfuerzo enorme por no dejar caer ninguna. 

A nadie le gusta llorar en público y el Raval hoy está repleto. Es un día que, propio de primavera, el sol en lo alto y el polen que no deja respirar casi tanto como los cigarrillos de Najla, que se consumen uno tras otro. A pesar de que es una fecha para estar en familia, comenta que se sintió acompañada. La comunidad marroquí es muy grande en Barcelona y, ella en particular, tuvo la suerte de tener a su compañera de piso que también, al igual que ella, pasó su adolescencia fuera de Marruecos y se encontraba alejada de la religión. Juntas emprendieron este viaje de descubrimiento y acercamiento a Ala. 

El Ramadán entre la gente de occidente está relacionado con la navidad, es la navidad musulmana, una frase que se repite mucho entre aquellos que no pertenecen a la religión. 

Una de las cosas que notó en este Ramadán es la unión de la comunidad islámica: “En la calle es distinto pero, en cuanto voy a la mezquita, me siento en Marruecos. Todo el mundo te saluda ‘Salam malecum’, todo el mundo se conoce, puedes hacer nuevas amistades. Es muy bonito”, cuenta con alegría.

El español y el árabe se van mezclando a lo largo de la conversación, hay palabras que las repite varias veces por lo bajo en árabe hasta hacer la traducción. Al igual que el barrio, ella es una perfecta combinación de las dos culturas. En los países donde celebran el Ramadán los horarios cambian para acompañar el ayuno de las personas. Muchos locales no abren por la mañana o por la tarde hasta la hora de romper el ayuno. Por un mes, la rutina cambia por completo. Najla, algo nostálgica, afirma: “Sentís que todo el mundo lo está haciendo contigo, te sentís acompañada en ese viaje”.

Combinar la tradición con la vida cotidiana puede resultar un desafío cuando el entorno que te rodea no lo comparte. Así lo cuenta Bemba, un joven marroquí que lleva una década viviendo en Barcelona. Se refiere a su pasado como “en mi juventud”, aunque apenas sobrepasa los veinte años, propio de aquellos que vivieron mucho desde pequeños. “Peor es cuando trabajás en hostelería porque tenés que tocar la comida y la bebida, y eso es haram (prohibido)”, se lamenta Bemba, hostelero por necesidad. 

En sus inicios en Barcelona, Bemba se adentró por un camino peligroso, plagado de excesos y malos comportamientos. Sin embargo, ahora intenta alejarse de la hostelería y de la noche, que lo consumen y deterioran, para dedicarse a la venta de ropa online. Su vida es muy distinta a la de ese adolescente marroquí que llegó en una lancha a la costa del mediterráneo para establecerse en la Ciudad Condal, conocida por su arquitectura gótica y ajetreada su vida nocturna. La tarea de fusionar dos mundos tan distintos no es sencilla, pero Bemba, lejos de soltar sus raíces, hace todo para lograrlo

La introducción a la celebración comienza desde los siete años, el proceso es paulatino. Algunos días se hace el ayuno y otros no. “Para las mujeres comienza apenas te baja la regla”, cuenta Najla. Ella comenzó a los once años y opina que no es necesario preparar el cuerpo previamente, “un día dejás de comer y listo”. Pero, Bemba difiere: “40 días antes dejás el alcohol, porque para acercarse a Ala hay que estar limpio de malos hábitos”. En lo que coinciden es en la dificultad de volver a comer normalmente, les cuesta recuperar el apetito y hacer más de una comida por día. El lado espiritual del Ramadán es algo muy importante, no es solo limitar la alimentación a una determinada franja horaria, el no tener malos pensamientos o pensamientos “impuros” es lo más gratificante para ellos. La tranquilidad en el habla y la forma en la que relatan la experiencia sin resentimiento o agotamiento alguno muestra el orgullo de haberlo logrado y el sentimiento de satisfacción se le sale por los poros.

Eid al-Fitr, ¿la navidad islámica?

El sol en lo alto alumbra toda la Avenida Paralel, son las nueve de la mañana del sábado 22 de abril y algo rompe con la dinámica clásica de este día. No son los jóvenes volviendo de fiesta o los trabajadores con cara de hartazgo lo que predomina; son los hombres, mujeres y niños vestidos con sus ropas tradicionales musulmanas. 

Las mujeres lucen unos vestidos coloridos, largos hasta los pies y completando el outfit su respectivo hiyab (velo que cubre cabeza y cuello); los hombres visten una túnica larga, los colores varían según el gusto de cada uno. Hay quienes llevan su taqiyah (sombrero tradicional que utilizan los hombres) y otros optan por ir al descubierto. Es tradición en el Eid al-Fitr, el día que se termina el Ramadán, estrenar ropa nueva y lucirlas durante todo el día. Y aquí no es la excepción. 

Luego del tradicional rezo de la mañana rompen el ayuno y comienzan su día. “La mezquita estaba tan llena que no teníamos donde sentarnos”, cuenta Najla que, al igual que todos, se calzó su nueva prenda: un vestido largo color beige y un hiyab a tono con unos detalles en dorado. 

En los países donde se celebra, en la mayoría de los casos, es algo que dura todo el día; y, aquí, luego de romper el ayuno, volvieron a la rutina del mundo occidental. 

Hubo quienes como Rajim mantuvieron su vestimenta todo el día. Es dueño de un supermercado, muy querido por todos en el barrio y varios pasaban a felicitarlo, aquellos que no conocen la frase “eid mubarak” se limitaban a decir “felicidades”. El Ramadán entre la gente de occidente está relacionado con la navidad, es la navidad musulmana, una frase que se repite mucho entre aquellos que no pertenecen a la religión. Un razonamiento que Najla nunca había hecho, pero estuvo de acuerdo en la comparación. 

Efectivamente se trata de una fiesta religiosa que se celebra por costumbre y creencia en comunidad, entonces puede ser una buena manera de explicarlo. 

Al igual que el inicio, el final del acontecimiento religioso más esperado por los islámicos lo determina, nuevamente, la luna. No en todos lados es igual. España se guía por lo que dictamina Arabia Saudita. Marruecos, por ejemplo, lo celebró un día después y, aquí, en Barcelona, algunos decidieron celebrarlo junto a Marruecos. “Es una lucha de poder”, critica Samira. Ella es de Marruecos y, si bien hace mucho tiempo que no hace el Ramadán, celebra el Eid al-Fitr y opina que con los avances tecnológicos no debería ser un problema determinar la posición exacta de la luna y tener una sola fecha. 

La luna ha cumplido un nuevo ciclo, marcando el fin del mes sagrado. Aquellos que lo han honrado regresan a la cotidianeidad de la vida occidental. Esta experiencia ha fortalecido su fe y les ha demostrado que la comunidad musulmana es global y acogedora. Se quedan con una sensación de unión, comunidad y orgullo. Demostrando que no siempre hace falta estar en casa para tener hogar. Emigrar es un poco eso, llevarte un pedazo de tu tierra a donde quieras que vayas. 


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