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“Odiar a Japón”: el lema de los chinos que permanece activo desde 1937


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Un vistazo al mundo chino en Argentina desde un country en Maschwitz. Cómo, a tantos kilómetros de su país, continúan educando en la cultura oriental y la historia para mantener viva su herencia, raíces y odio a los japoneses.

Badminton, jianzi y diábolo son parte de la rutina de muchos chicos que viven en Argentina pero cuyas familias llegaron de China. A pesar de estar a casi 20 mil kilómetros de distancia, la creciente comunidad china local se esfuerza por instruir a sus niños y jóvenes en su cultura e historia natal.

Si bien los más pequeños de la comunidad acuden a colegios locales donde aprenden y estudian la cultura argentina, las generaciones más antiguas consideran importante que “sus hijos no pierdan ni olviden sus raíces”. Por este motivo, hay grupos de enseñanza a los cuales los niños van luego de terminar sus estudios locales.

En estas clases se los instruye en la historia de aquel país tan lejano, aunque el propósito es más profundo y consiste en “inculcar la mentalidad china”. Uno de los temas principales y predominantes es la Guerra chino-japonesa. Es que el haber nacido y vivido todas sus vidas en Argentina, no los libera de la responsabilidad heredada de “odiar a Japón o toda persona que de allí fuera”.

Una vez al mes, padres nacionales chinos organizan una “noche de cine” para adolescentes de entre 13 a 17 años. “Porque ya no son niños”, “para que puedan pasar una noche mirando películas no aptas para niños”, “porque entendemos que son grandes y queremos tratarlos y enseñarles cosas aptas de gente grande solamente”, fueron algunas de las explicaciones o frases que los padres y  familiares contaron al explicar esta actividad.

El 8 de abril en el Country Club Maschwitz, una de estas “noches” se llevó a cabo. 17 adolescentes fueron llegando uno por uno a la casa de Celeste He, hija de Britt He, residente de Nanjing, y padre argentino. La película que vieron fue “¡Nanking! ¡Nanking! (Ciudad de vida o muerte)” y narra los eventos sucedidos en la segunda guerra chino-japonesa -conflicto militar entre la República de China y el Imperio de Japón que se libró entre el 7 de julio de 1937 y el 9 de septiembre de 1945, en el marco de la Segunda Guerra Mundial-. 

De este conflicto bélico hay un evento en particular que se destaca este período: los 42 días de horror en los que se cometieron atrocidades y que Japón intentó silenciar. Hoy se lo recuerda como “La Masacre de Nankíng”, ciudad actualmente conocida como Nanjing. 

El ensañamiento fue tal que se dijo de esta guerra que “con el total de los cuerpos se podrían llenar 2.500 vagones de tren, que apilados podrían alcanzar la altura de un edificio de 74 plantas y que su sangre pesaría 1.200 toneladas”. Es por esto que hasta el día de hoy, a todo niño, adolescente y joven se le inculca la necesidad de cómo chino se odiar a los japoneses. “Nunca nos olvidaremos”, es el lema repetido.

¡Nanking! ¡Nanking! 

Dos horas y 12 minutos es la duración del documental que todo nacional chino ha visto al menos una vez en su vida, pero la realidad es que los eventos históricos que relata son tan fuertes que marcan la vida de cualquiera de manera permanente. 

La falta de efectos especiales -se estrenó en 2007 y tres años después en Argentina- o que es en blanco y negro no cambian el hecho de que es una de las películas mas traumatizantes que se puedan llegar a ver.

Imagen tomada de la producción china “¡Nanking! ¡Nanking! (Ciudad de vida o muerte)”, del director Lu Chuan.

En la casa de Celeste, los padres presentes repitieron incontables veces: “Nunca nos olvidaremos, nunca nos olvidaremos, nunca nos olvidaremos”. Zhang Yue Pei -conocido como “Tom”– y padre de Fu Bao Pei de 15 años se encontraba parado en un rincón de aquel cuarto oscuro y al término del film comenzó el discurso que tan frecuentemente se da en todo colegio chino: “Mataron a nuestros hijos, masacraron a nuestros soldados, violaron a nuestras mujeres, se comieron a nuestros niños. Nos robaron todo lo que teníamos, nos escupieron, nos golpearon, nos torturaron; pero somos chinos, nuestra dignidad jamás podrán quitarnosla”. 

“Nuestro perdón jamás conseguirán. Nosotros nunca nos olvidaremos. Nunca los perdonaremos. Esta historia ha sido escrita en sangre, y no puede ser borrada”, continuó. En ese momento, Celeste interrumpió: “Pero toda la gente que hizo estas cosas ya no está viva, ¿no es tonto odiar sin motivo a todo un país de gente por algo que hicieron sus antepasados?”.
Shen Lu, madre de uno de los jóvenes con tono estricto, rígido y hasta acusador respondió: “La historia es la historia, Celeste. Tu deber como china es no olvidar, y siempre recordar lo que nos hicieron”. Es que no importa donde crezcan, el nacional chino, debe de guardar su cultura, y esto incluye el odio de sus antepasados.

“Mataron a nuestros hijos, masacraron a nuestros soldados, violaron a nuestras mujeres, se comieron a nuestros niños. Nos robaron todo lo que teníamos, nos escupieron, nos golpearon, nos torturaron; pero somos chinos, nuestra dignidad jamás podrán quitarnosla”.

Para los latinoamericanos puede que esto parezca inhumano, pero en la cultura asiática esto significa “lealtad”, “honra” y tantos otros adjetivos que enmascaran la dureza de la mentalidad china.

No obstante, las opiniones al respecto del tema varían. Tal es el caso de Britt -mamá de Celeste-, y quien está a cargo de las actividades culturales a nivel adolescente. Ella sostiene que es más común de lo que parece el pensamiento de que “ya ha pasado mucho tiempo”; sin embargo, el miedo a ser visto como “traidor a la cultura” evita que se genere un cambio.

“No soy la única que considera que es una ideología anticuada”, dijo Britt y agregó: “Hay varios adultos de la comunidad que piensan que esto es demasiado pesado para pasar a los niños, pero no es la opinión común. El buscar ir en contra de la ideología de nuestros antepasados es lo mismo que decir que ya no querés ser chino”.

Tom, coordinador de estas “noches de cine”, es un fiel creyente de que estas ideologías son los pilares de la cultura china. “¿Suenan duras? Sí, nadie lo niega. Sin embargo, la historia es dura”, determinó en la casa de Britt. “No pasar esta enseñanza de odio a nuestros hijos pone en el olvido la injusta muerte de los más de 300 mil. No es un tema para debatir. Esto es parte de lo que significa ser chino”, concluyó.


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