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SERÁ JUSTICIA


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A 13 años de la “tragedia” del colegio Ecos, los familiares aún siguen esperando avances en la causa. “No puede ser que no haya justicia, no pueden quedar 10 muertes en la nada”, dicen.

Por Valeria Silva

Todo comenzó el 8 de octubre de 2006, a 200 kilómetros de Santa Fe, cuando el conductor de un camión que venía zigzagueando por la ruta nacional 11, en estado de ebriedad, chocó de frente contra un micro en el que viajaba un grupo de alumnos de entre 15 y 18 años del colegio Ecos, de Villa Crespo, después de realizar actividades comunitarias en la escuelita rural El Paraisal, cerca de Quitilipi, provincia de Chaco. Como consecuencia, nueve estudiantes y una docente murieron. También el chofer del camión y su acompañante.

LA CAUSA

En busca de justicia, desde el primer minuto, los familiares de las víctimas impulsaron la causa penal contra Oscar Eduardo Atamañuk, conductor del micro que llevaba a las víctimas a Capital Federal. Cinco años después, el 24 de octubre del 2011, el titular del Juzgado de Primera Instancia del fuero Penal de Instrucción de la ciudad de Reconquista, Virgilio Palud, lo condenó a tres años de prisión de ejecución condicional e inhabilitación para conducir vehículos por el plazo de siete años. Lo encontraron penalmente responsable de los delitos de homicidio culposo y lesiones culposas agravadas múltiples.

Sin embargo, los aires de justicia se vieron contaminados ya que la sentencia fue recurrida por la defensa que planteó su nulidad bajo el argumento de que el juez no había tomado conocimiento directo del condenado como lo ordena el Código Penal en su artículo 41, inciso 2, que determina: “…El juez deberá tomar conocimiento directo y de visu del sujeto, de la víctima y de las circunstancias del hecho en la medida requerida para cada caso.”

Ante esa decisión, la sentencia fue anulada y volvió a la causa anterior. Tras un nuevo proceso, el 22 de julio de 2013, el titular del Juzgado de Menores de Reconquista condenó al imputado a una pena de dos años y seis meses de prisión de ejecución condicional y cinco años de inhabilitación especial para conducir vehículos. La defensa del acusado, junto con la fiscalía, apeló esta nueva resolución por la falta de indagatoria.

A partir de ese pedido, el 4 de diciembre el 2014, la Cámara de Apelación en lo Penal de Rafaela revocó la condena y dictó el sobreseimiento de Atamañuk por prescripción de la acción, argumentando que el tiempo de prescripción debe tomarse teniendo en cuenta la pena máxima que establece la ley para el delito de homicidio culposo.

Con la última medida, la defensa de los familiares de las víctimas recurrieron a la Corte Suprema de Justicia de Santa Fe planteando la inconstitucionalidad de la decisión de la Cámara de Apelación. Pero el Tribunal consideró que la causa había prescripto.

Los familiares, entonces, con el apoyo de la Procuración General presentaron un Recurso Extraordinario ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación (CJS) para impugnar, por segunda vez, la resolución del máximo tribunal de Santa Fe.

Finalmente, el 11 de julio de este año, por mayoría de sus integrantes, la CJS hizo lugar a la queja fundamentando que la decisión apelada carecía de la adecuada fundamentación, determinando así procedente el recurso extraordinario por una arbitrariedad de la sentencia. El presidente de la Corte, Carlos Rosenkrantz, explicó que en el caso hay evidencia de demoras injustificadas por parte de los operadores judiciales de de Santa Fe.

LO QUE VIENE

A 13 años de la “tragedia” del Colegio Ecos, los familiares siguen esperando justicia. “La causa volvió a Santa Fe desde el mes de agosto y ellos deberían direccionar la causa a la Cámara de Rafaela para que arme un nuevo tribunal que finalmente dicte la sentencia”, explicó Sergio Kohen, padre de Federico, una de las víctimas.

El familiar comentó que la defensa del imputado pidió en su momento la prescripción porque se dilató la causa como consecuencia de errores procesales y las maniobras llevadas a cabo por la defensa y distintos jueces.. Sin embargo, ahora encuentra más esperanzas: “Con el último pronunciamiento de la CJS ahora puedo ver un poco de justicia que se dieron cuenta que era una cuestión completamente ridícula declarar la prescripción”, sentenció.

Sobre la situación que atraviesa la justicia en el país Kohen evaluó: “En nuestro caso, creo que esto se dió porque tenemos visibilidad en los medios y por eso se hizo lugar, pero en la mayoría de los casos los expedientes quedan archivados”.

Diego Molina, viudo de Mariana Boye, la maestra fallecida en la tragedia, señaló: “Uno de los grandes problemas que tiene este país es la justicia. A la vista, nuestro caso está muy marcado. Una justicia que llega tarde no es justicia”, se lamentó y continuó: “No puede ser que no haya justicia, no pueden quedar 10 muertes en la nada.”

Asimismo, Molina, que es presidente de la ONG Conduciendo a Conciencia, cree que “el gran cambio se dará cuando el código penal abarque los delitos viales, en ello vamos a tener una respuesta muy clara. Ojalá que con este suceso la justicia establezca un precedente”.

En esa línea, Andrés Kalwill, padre de uno de los sobrevivientes, explicó: “Nosotros lo que estamos buscando en esta causa judicial, con respecto al chofer del micro, no es que vaya preso, sino que la condena que buscamos tiene un sentido ejemplificador, para que no quede esa sensación que existe de que no importa lo que se haga, no pasa nada”.

Por su parte, Oscar Atamañuk, fundador Conduciendo Conciencia, resaltó que el imputado puso una agencia de remises en Corrientes y es probable que siga manejando. Cuando sucedió el hecho, Andrés contó que el chofer debía haber bajado la velocidad y buscar la banquina. “Si el hubiera evitado las maniobras que hizo, esto no hubiera sucedido. Yo creo que reaccionó por reflejo, sintió que el camión se le venía encima”, aseguró.

Kohen, a su turno, relata que el dolor es muy profundo y permanente pero espera que “se dicte el fallo condenatorio del chofer del micro por la maniobras contrarias que provocó que él se salve la vida y la muerte de las víctimas”. 


EL ÚLTIMO MENSAJE

Sergio Kohen disfruta el “aquí y ahora” de este día, que es significativo no sólo porque se cumplen 13 años de la muerte de su hijo, Nicolás, sino porque cada 8 de octubre demuestra, junto al resto de los familiares, el extenso camino de superación que construyeron, entre todos, a raíz del profundo dolor que les provocó la pérdida de sus seres queridos.

Por Franca Boccazzi

Alrededor hay un movimiento constante de periodistas, músicos y familiares. Cada vez falta menos para que comience el festival en el Teatro Ópera. Sin embargo, él se detiene, con mucha tranquilidad, para sumergirse en el recuerdo de su último contacto con Nicolás.

Una sonrisa nostálgica se dibuja en su rostro mientras se remonta al jueves 5 de octubre de 2006, en el que se despidió de su hijo para irse a Salta a dictar un curso. Ese día, Nicolás partía junto con sus amigos a Colonia El Paraisal, cerca de Quitilipi, en la provincia de Chaco.

El domingo 8 de octubre, mientras Sergio estaba en la plaza de Salta recibió un mensaje de texto. Cuando gesticula las palabras “mensaje de texto”, lo hace riendo, por la ironía de cómo puede avanzar la tecnología y la vida, pero hay recuerdos que son atemporales y no se explica cómo puede ser que la sensación sea la de que no pasó ni un minuto de ese instante.

“¿Papá, en qué radio se puede escuchar el partido de Boca – River?”, le preguntó su hijo mientras volvía en el micro rumbo a Capital Federal. La pasión frenética por el club de Núñez los unía con esa complicidad capaz de generar la necesidad de comunicarse a cientos de kilómetros de distancia sólo para disfrutar de un partido de fútbol.

Esa tarde el equipo que dirigía Daniel Passarella le ganó 3-1 a su clásico rival, con goles de Gonzalo Higuaín y uno de Ernesto Farías, en un Monumental colmado.

“Es un recuerdo pintoresco, que me quedó registrado en el celular. Más tarde, vino todo lo que todos ya conocen”, expresa sin desvanecer su sonrisa. 


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