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“SU DESAPARICIÓN FUE UN SHOCK, COMO UNA VUELTA A LA DICTADURA”


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Jorge Julio López tiene mucho que ver en la vida de Gerardo Dell Oro y su familia. Gracias a su testimonio supo que su hermana, Patricia, fue torturada y asesinada en noviembre de 1976 en el centro clandestino de detención “Pozo de Arana”. López vio y contó que Patricia rogó que la dejen vivir para poder criar a su hija recién nacida, pero recibió un disparo en la nuca.En ese mismo infierno también se encontró secuestrado López, quien junto a Patricia Dell Orto y otros militantes sociales formaban parte de la Unidad Básica de la JP en los Hornos, La Plata. “El viejo” -apodado afectuosamente así por sus compañeros- sobrevivió y declaró en los Juicios por la Verdad, a fines de los 90 en la ciudad de La Plata.

A fines de junio de 2006, en el marco de un nuevo juicio oral, López dio su último testimonio. Tres meses después, el 18 de septiembre, fue secuestrado. Hasta el día de hoy, al igual que Patricia y otras miles de personas, está desaparecido. Él, por segunda vez, en democracia.  Al día siguiente de su secuestro, el Tribunal Oral Federal N°1 de La Plata condenó a cadena perpetua a su máximo verdugo, Miguel Osvaldo Etchecolatz. 

Gerardo es fotógrafo, como su papá. A diez años de la desaparición de López, cuyo testimonio fue tan importante para su familia, organizó una campaña para empapelar la ciudad con el rostro del testigo desaparecido: “A pegar por López”. Para ello difundió distintas imágenes del albañil, pero con un elemento en común: piezas faltantes, que marcan su ausencia.  

¿Cómo se conocieron López y tu hermana?

Mi hermana militaba en la JP, en La Plata. En un momento armaron una unidad básica en Los Hornos que tenía como intención reunir a los vecinos. Eran un grupo de jóvenes haciendo reuniones políticas. Jorge Julio López era un vecino que se sumaba, lo cual era atípico porque era un hombre grande. Podría haber sido el padre de cualquiera de esos chicos. Yo de López no sabía nada. Conocía a un par de compañeros de militancia de mi hermana. Con uno mantuve relación después. En noviembre del 76 en un operativo secuestran a mi hermana y a su marido.

¿Cómo reaccionó tu familia?

Creíamos que era una situación temporal, rara, nueva y por eso se salía a buscar. Era como una forma rara de estar preso. Nadie tenía idea de cómo iba a terminar ni la dimensión que iba a tener. Y como familia siempre se mantiene una esperanza. En el caso de mis viejos, larguísima.  En el caso de mi vieja tenía mucha energía puesta en la nieta, en cuidarla.

¿Cuándo empezaste a involucrarte en el caso?

Con Pastor (Asuaje), uno de los compañeros de militancia que yo recordaba. Era el padrino elegido para la beba (Mariana de Marco, hija de Patricia y su marido, Ambrosio De Marco), aunque nunca la llegaron a bautizar. Yo sabía que se había exiliado en Venezuela y que había vuelto en el 80 y pico, cuando yo estaba en el secundario. Él hacía cada tanto una visita a la casa familiar y sabía que era alguien a quien podía recurrir cuando quisiera saber cosas de mi hermana. Porque hay cosas que en la familia se hablaban naturalmente y otras que no, porque iban asociadas a la tristeza, al dolor. Además yo quería saber cosas de mi hermana ni como hija ni como hermana. Entonces recurría a Pastor. Aunque no era fácil de hacer, pero en algún momento, en los 90, lo llamo y él me dice que se había encontrado con alguien que había estado secuestrado con mi hermana. Y que había visto que la habían matado.

¿Fue la primera vez que te dijeron que la habían matado?

Sí. No recuerdo el año porque está en una nebulosa. Con los desaparecidos habías muchos que tenían mucho información, pero de otros no se sabía nada. No había un banco de datos. Con Patricia había alguna especulación pero nada relevante. Una llamada de algún vecino que podía llegar a decir algo… Pero en definitiva, nada. Entonces esta información era muy importante. Desde que Pastor me dice que conocía a alguien que la había visto, no sé cuanto tiempo pasó hasta que yo le dije: ‘Bueno, vamos a encontrarnos con él’. Quizá un año, quizá tres. Finalmente, me junto con Jorge López y con Pastor. López ya era un tipo grande y me cuenta todo lo que había pasado. Yo iba a confirmar la muerte. Quería salir de ese limbo. Ni vivos ni muertos. Y él me cuenta la historia de su secuestro. Yo estaba atento a las fechas. A ellos los secuestraron el 5 de noviembre y lo relacionan con una bomba que habían puesto en el cuartel de policía el día 10. Como represalia, matan a unos chicos en La Plata. Y esa información me dio alivio, un consuelo tonto, pero consuelo al fin. Yo iba a escuchar eso. Pero en un momento me cuenta que habló con mi hermana. Que ella le dijo ‘no me maten, quiero criar a mi hija’. Y eso fue inesperado con respecto a lo que pensé que iba a encontrar y lo que encontré. Porque Patricia era la hija de mi viejo, la madre desaparecida, mi hermana. Ella como madre no tenía un rol conocido, entonces era como un rol nuevo. No tenía un rol definido como madre. Eso fue fuerte.

Antes del juicio a Etchecolatz, ¿tu familia ya sabía cómo había sido la muerte de Patricia?

Yo me tomo un tiempo para hablarle a mi familia. Pero antes del juicio a Etchecolatz estuvo la instancia de “Juicios por la verdad”, que no tenía carácter penal, pero se hacían para formar una red de información. Yo no sé por qué mi viejo quería presentar el caso de mi hermana, porque nosotros no teníamos muchos datos. Y en el medio, entre que mi viejo presenta el caso y lo citan, yo hago la ‘asamblea’ familiar y les digo la verdad.

¿Vos te habías encontrado con López y no le habías contado a tu familia?

¿Me están retando? (Risas). Ahora no me acuerdo bien cuándo les conté. De hecho, cuando mi viejo declara como testigo en este Juicio por la Verdad, él no conocía a López, pero aseguraba que había alguien que sabía qué había pasado con Patricia. A la semana, lo citan a López.

¿Era la primera vez que declaraba?

Sí, él nunca había hablado antes. La familia era muy cerrada. De hecho, yo lo voy a buscar a tres cuadras de la casa y él ya estaba esperando y lo llevamos al lugar donde se hacían las audiencias. Él era el primer testigo, después había otros testigos, pero su testimonio era el más rico. Y a la tarde se va a hacer un reconocimiento de campo y recorre con un juez y con los abogados toda la zona de Arana, el Pozo (como se conocía al centro clandestino). Después hubo algunas instancias judiciales donde él declara y luego se empieza a relacionar con la Asociación de Ex detenidos Detenidos-Desaparecidos. Lo que más se sabe es por el trabajo de ellos.

¿Qué sensación generó en tu familia la segunda desaparición de López?

Fue un shock, fue como una vuelta a la dictadura, a no entender, a no poder creer que eso estaba pasando y tener que mezclar la búsqueda, las cuestiones policiales, la lucha política, el reclamo social. Ese día, ese martes, yo salí con Pastor y me fui a pasear por Arana, como si se hubiera perdido. Es una contradicción, porque esa definición de “viejo perdido” la dio Aníbal Fernández (ministro del Interior cuando desapareció López). Pero yo era el que no entendía nada. Ese día iban a condenar por primera vez a un genocida. Era como que el día de tu cumpleaños de 15 te digan que sos adoptada. Era una sorpresa terrible. Y por suerte había un contexto, que eso me parece que es propio de La Plata, de mucha solidaridad. Se hicieron marchas, cosa que no alcanzó.

¿Sentís que no se hizo lo suficiente en la búsqueda?

Acá ya empiezo a opinar. Me parece que la espalda del Gobierno Nacional fue fundamental. No sé si pudiera haber aparecido, como pasó con (Luis) Gerez (permaneció dos días desaparecido, en diciembre de 2006).  Acá no hubo reacción. Así como no hubo reacción antes para la protección. No hubo reacción inmediata política, para mover los servicios de inteligencia, para mover la información…

Ruben, el hijo mayor de López, dice que no lo cuidaron…

Bueno, Ruben denunció a las abogadas, denunció al cuerpo que lo acompañaba, entonces es medio relativo. Pero la Policía Bonaerense debería haber sido desmantelada en su aparato represivo, que seguía más o menos similar. Nunca fue depurada la Policía. De hecho, López menciona en su testimonio a un montón de gente y algunos seguían en actividad, eran policías jóvenes en la dictadura.

¿Creés que hay una línea de continuidad en la Policía, en dictadura y en democracia?

Sí, sí. Hay una rama política, una rama delictiva de la Policía, una rama recaudadora que siguió funcionando tranquilamente.

¿Considerás que los jueces son permeables a los políticos de turno?

Creo que hay un funcionamiento conjunto entro lo  judicial y el Ejecutivo. Todo se va relacionando. (Darío) Lopérfido que cuestiona la cantidad de desaparecidos, restándole importancia al  tema. Si yo discuto la cantidad es porque el tema no me interesa. Si fueron 43, como en México, no cambia el Estado represivo. Bueno y el Presidente hablando de guerra sucia y diciendo: ‘Yo no sé cuántos son’; Carrió que ahora habla de que ‘se haga justicia para esos militares que con 80 años están en la cárcel’. Esa es una declaración política contundente. Una aliada del Poder Ejecutivo. Y con respecto a eso, no es una cuestión de humanismo. Si tiene alzhéimer puede estar en la casa, si tiene hemiplejia, puede estar en la casa. El tema es que la desaparición es un hecho permanente. Y en el caso de Etchecolatz, el tipo está manteniendo el delito de mantener la desaparición de mi hermana, de mi cuñado y de todos los desparecidos de los que él es responsable. Entonces eso es información que él no le está dando a la justicia. La desaparición es un delito de lesa humanidad. En el caso de mi hermana, que yo la sé muerta, necesito completar la verdad. En el caso de Clara Anahí (nieta de Chicha Mariani), es una persona de 40 años que desconoce su identidad. Es un delito que está ocurriendo en este momento.

¿La movida “A pegar por López”, en qué consiste?

En principio, es una botella al mar, con perdón de la imagen. Puse a disposición unos archivos que cualquiera los puede imprimir y los puede pegar. Lo hice con padres, algunos conocidos, algunos desconocidos. Y estuvo buenísimo, pegamos cuatro. Y los chicos preguntaban: ‘¿Y esto cuánto va a durar?’. Algunos ayudaban a pegar y otros hacían dibujos y los pegaban ahí. Yo elegí fotos de López militante, López vivo. Una del ‘99, recorriendo el campo de Arana, después una foto de 2006 que está con su buzo bordó, otra foto en la que él está parado con su buzo y su gorra azul,  esa es una foto que se usó mucho en La Plata como esténcil y la pegan impresa en muchas partes, y un retrato con los ojos abiertos y otro con los ojos cerrados.

¿El objetivo es visibilizar? ¿A quiénes está destinado?

López, los desaparecidos y los dinosaurios, es todo lo mismo para los chicos. Yo quería una cosa que sea informativa y suave.  Apuntar más a la visibilidad y más en este momento donde se niega todo, se oculta todo. Poner a disposición esas fotos para que quien quiera las pegue. Y fue hecho a las apuradas. Tiene una frase no consensuada: ‘Desaparecido en democracia. 10 años sin Julio López’. Diez años es mucho, pero los chicos que están en la secundaria no saben lo que pasó. Segunda desaparición y habiendo pasado diez años, todo va a en la misma.


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