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“SU TESTIMONIO ERA MUY IMPORTANTE POR TODO LO QUE QUERÍA CONTAR”


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La fotógrafa Helen Zout abordó las secuelas que dejó la última dictadura en su vida desde una mirada crítica. Combinó su sensibilidad con sus vivencias para generar materiales artísticos únicos. Encontró refugio en la fotografía y, por oficio y obligación, trató durante toda su carrera con distintas problemáticas sociales. Entre esos y otros confines tuvo la oportunidad de trabajar con Jorge Julio López, desaparecido por segunda vez hace diez años, en medio del juicio que impulsó como querellante contra el genocida Miguel Osvaldo Etchecolatz. Una de las fotos más emblemáticas de López en esta década, en blanco y negro y con los ojos cerrados con fuerza, es de autoría de Zout.

En los momentos difíciles, ¿acudiste a la fotografía como un refugio?

Me dedico a la fotografía desde los 20 años. Gran parte de esa capacidad la desarrollé en la dictadura. Sobreviví a un intento de secuestro y ese proceso de estar escondida me ayudo a mí y a mi marido a buscar una manera de expresarnos. Hacíamos talleres de noche y una de las cosas que aprendimos fue fotografía. Es una parte de mi vida. Yo tengo un problema y me lo imagino en imágenes. Uno puede dejar de hacerlo por un año, prescindir de ello, pero eso no quiere decir que no esté gestando o germinando un proceso creativo. Todo lo que es visual y expresivo siempre lo pensé desde ese lugar. He hecho sociales para vivir. Tengo miles de negativos de eventos sociales, pero por una cuestión económica. Trabajé 18 años en el Senado de la Provincia de Buenos Aires como fotógrafa de actos, mientras hacia los trabajos de la memoria por mi cuenta, en absoluto silencio.

¿Podrías retratarnos el momento de tu persecución? ¿Cómo era La Plata en dictadura?

Fue horrible, nos escondimos. En esa época no tenía un mañana, una perspectiva de un año. Estaba encerrada, fue muy estresante. Terminé enferma, con una úlcera en el colon. Recuerdo que en ese momento yo era preceptora, justo estaba en el colegio mientras mi marido estaba en casa, donde hacen el operativo, trabajando en la carpintería. Minutos antes había salido a comprar clavos, cuando vuelve ve que habían entrado, en ese instante frena en la esquina e inmediatamente me va a buscar al colegio y nos escondimos. Esos momentos eran como un estado de guerra en relación a la violencia del Estado. Es una palabra difícil de utilizar, ya que no eran bandos y tampoco era una fuerza proporcional, pero sucedía en esa escala en La Plata, Rosario y Córdoba.

Cuando volviste a La Plata, ¿lo hiciste para contar lo que había pasado con tus compañeros?

No. Volví porque me moría, tenía muy avanzada la úlcera. Con todos los riesgos que asumía llegué sobre 1980, a pesar de que nos podían desaparecer. No podía seguir estresada y encerrada en ese departamento. En su momento nunca fui internada, me trataron en mi casa con un médico y me quedé después largo tiempo alejada de todo, cuidando a mi hijo únicamente. Gran parte de los sobrevivientes recurrimos al silencio por una cuestión de dolor.  Lo hacés por una cuestión de protección natural.

¿Qué te motivó a acercarte a los juicios como fotógrafa?

Me motiva una necesidad de dejar registro de lo que pasaba. No solo por los compañeros sino también por mí, para que todo no sea en vano.

¿Sentías al momento de retratar los juicios una responsabilidad?

Creo que había una cuota de responsabilidad y culpa por sobrevivir. Son cosas que no hacés consiente, pero tratás de orientarlo sobre un costado reparador, ayudando al mundo de otra manera.

¿Cuál fue tu impresión cuando lo conociste a López?

Yo vi una persona tranquila temerosa, que tenía en claro que corría riesgos, pero que a su vez quería contar lo sucedido.

¿Creés que diferenciaba roles, que era de una manera con su familia y de otra con la militancia?

Para mí es una misma cosa. Todo me conmueve y me parece respetable en todo sentido, esa modalidad de proteger a la familia diferenciando los roles. Pero siempre siendo un tipo  simple, humilde, sencillo, familiero. Personalmente, como con muchos, yo lo sentía compañero. Eso es parte de la sensibilidad y la afinidad. Con la gente que vivió cosas extremas hay un momento que te une.

¿Por qué se abrió con vos?

No era solo conmigo. En general con los compañeros de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos hablaba. En la casa principalmente tenía esa cuestión de no expresarse, tengo entendido que no había mucho lugar para ese tema. Es difícil juzgarlo desde afuera. Es muy difícil manejarlo. Cuando él dimensionó la trascendencia del tema, se abrió y lo conto. Básicamente son decisiones. 

¿Qué lugar de tu vida ocupa el caso López? ¿Sentís que su testimonio fue importante?

Un sentimiento muy humano que vi pocas veces. Hay algo en él que me parece increíblemente digno, muy esencial, que me merece respeto en su dolor, que trasciende a los desaparecidos. Su dolor humano, que revindica el sacrificio de los demás en pos del bienestar común y que trata de salvar ese aspecto hasta las últimas consecuencias. Su testimonio era muy importante por todo lo que sobrevivió, por todo lo que quería contar.

 

 


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