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Un sueño con gusto a Oliva


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Independiente de Oliva dejó en el camino a Barrio Parque y jugará por el ascenso a Liga Nacional. Se impuso 77 a 74 en cancha del Verde y ganó la Conferencia Norte.


Nadie, ni el más fanático de los fanáticos de Independiente, un humilde club de pueblo, se hubiese imaginado hace un año lo que vivirían este glorioso 30 de mayo del 2022. Nadie, ninguno de los 15.000 habitantes de Oliva, ni su presidente, ni cuerpo técnico ni jugadores. O tal vez sí. Tal vez soñaron tanto con ese momento que al fin lo tenían al alcance de sus manos. Pero no sería nada fácil, porque enfrente esperaba un gigante dormido que nadie sabe cuándo puede despertar.

Allí, sobre la calle Lagunilla, donde el viento gélido soplaba y despojaba a los álamos de sus últimas hojas, donde doña Marta tiritaba mientras esperaba su turno de entrar al estadio; allí, el recinto del “Verde cordobés” parecía una olla a presión a punto de explotar. Adentro, como el agua y el aceite, chocaban las hinchadas, sus cantos y alaridos, sus colores: el verde contra el blanco. Allí, en busca de la final por el ascenso a la Liga Nacional se enfrentaban el Club Barrio Parque de Córdoba, el gigante dormido, contra el humilde Independiente de Oliva.

Aunque para llegar a esta noche soñada, como todo en la vida, el “Blanco” de Oliva tuvo que atravesar un largo proceso, y no siempre dentro de la cancha. Para esto hay que viajar 6 años hacia el pasado: en 2016, y después de muchas participaciones en torneos regionales y provinciales, fue invitado por la Confederación Argentina de Básquet para participar del Torneo Federal, la tercera categoría a nivel nacional. Y, aunque cumplió con buenas campañas, accediendo siempre a las etapas definitorias, el objetivo del ascenso no llegaba. Hasta que, en 2021, justo en el año de su centenario, recibió el mejor de los regalos. “Es oficial, le vendimos la plaza a Independiente de Oliva”, manifestaba Beto Fassano, presidente de Tiro Federal de Morteros, y desataba la algarabía de los olivenses, quienes participarían por primera vez en su historia en la Liga Argentina, la segunda división nacional. Sueño cumplido, y habría más.

De vuelta en el presente, los dirigidos por Martín González (hermano de Sebastián, técnico de Quimsa) llegaron a Córdoba luego de haber vencido al Verde en el primer duelo por 87 a 76, y caer en el segundo por 85 a 65. Pero en esos días perdieron algo más que un duelo de local: su experimentado capitán, Fernando Martina, sufrió el desgarro parcial del tendón de Aquiles de su pierna izquierda durante los primeros minutos de la serie, y eso se vio reflejado en la cancha. Ver a su estandarte en el banco y no en la zona pintada, con una bota ortopédica que le cubría la mitad de la pierna, en lugar de las zapatillas tamaño gigante, fue un golpe duro para los de Oliva, y un envión anímico para los dirigidos por Gustavo Peirone, quienes supieron aprovechar el momento e igualar la serie.

Ahora la ilusión estaba del lado de Barrio Parque, por el gran nivel mostrado en el segundo partido, por la ausencia de Martina en el rival, por el despliegue de Rivata y Moya, y por la posibilidad de definir la serie como local. Pero algo estaba por cambiar. Independiente llegó al tercer partido con la cabeza bien alta y el pecho inflado, como quien se sabe vencedor a pesar de los pronósticos. Y ese fuego sagrado no solamente lo llevaron los jugadores, sino también los cientos de olivenses que se hicieron presentes en el Teatro del Parque para apoyar a los suyos. Esa combinación fue perfecta e infalible: Salvador Giletto clavó 22 puntos, Lucio Reianudi, quien supo vestir la camiseta verde durante muchos años, se olvidó de su pasado y metió 17, y Noblega aportó otros 15 para llevarse el partido por 75 a 73, y quedar match point. Todavía faltaba lo mejor.

El 30 de mayo del 2022, apenas un año después de conseguir la plaza para competir en la Liga Argentina, Independiente de Oliva estaba a un paso de consagrarse campeón de la Conferencia Norte y luchar en una finalísima por el ascenso a la Liga Nacional. Todo estaba a su favor, incluso la ausencia de la barra brava local, que por los disturbios causados en el partido anterior (llámese disturbio al hecho de arrojar todo lo que esté al alcance hacia el equipo rival) fue inhabilitada para asistir al cuarto partido de la serie.

Todo estaba listo. El frío exterior dejaba de existir porque el interior del estadio ardía con el duelo de hinchadas. “Te alentaremos, de corazón/ esta es tu hinchada que te quiere ver campeón…”, cantaban con trompetas, al ritmo de aquella vieja canción de stand publicitario veraniego, los 200 olivenses que no parecían visitantes. Eran más locales que nunca, y así lo sentían. El brillante parqué del Teatro del Parque parecía una caja de resonancia que sonaba con cada pique de pelota y con cada chillido de zapatilla.

Cuando el árbitro Gonzalo Delsart lanzó la pelota al aire para el salto inicial, fue como si el tiempo se hubiese detenido por un segundo. Moya y Bione quedaron suspendidos en el aire con la mirada fija en el balón naranja, el mismo que captaba la atención de todos los espectadores, hinchas y neutrales, para luego volver a la vida animada. Un triple de Buchaillot para el verde, otro de Bione para la “I”, otro para los locales, el siguiente para la visita. Seguidilla de errores, pases errados, tiros abiertos fallados en ambos lados de la cancha, hicieron que el show del primer cuarto se lo llevaran las hinchadas: “Este equipo tiene huevo/ tiene huevo y corazón…”, cantaba la visita. “Porque al Verde yo lo quiero/ yo lo quiero de verdad…”, respondían los locales. ¿El tanteador? Un pobre 14-12 a favor de Barrio Parque, que podría haber terminado en empate. Sin embargo, los árbitros revisaron el doble sobre la chicharra de Quigley y no lo dieron por válido.

Federico Pedano activó el segundo cuarto con un par de penetraciones a lo Maradona en el 86, pero vestido de verde, esquivando a todos y mostrando los bíceps en señal de “no me para nadie”. No obstante, tras otro festejo desmedido mirando desafiante a la hinchada visitante, el que lo paró fue el árbitro cobrándole una falta técnica. A Peirone no le quedó otra alternativa que sentarlo en el banco para calmar los ánimos. El jugador tuvo que salir desatando su furia contra un par de botellas. Con este fallo los olivenses volvieron en sí y con un triple de Herrera se mantuvieron a tiro en el marcador. Ambas hinchadas festejaban cada tanto como si fuera el último y el aliento seguía siendo ensordecedor. “Somos locales otra vez”, se escuchaba desde la tribuna de la “I”, y así parecía, porque pasaron al frente con un doble de Reinaudi y otro sobre la chicharra de Giletto para irse al vestuario arriba por 33 a 30.

Uno de los animadores del encuentro fue Pedano, quien volvió a ver acción recién en el tercer parcial con otro doble muy festejado, y también el pequeño Buchaillot con sus penetraciones en tierra de gigantes. El duelo entre Rivata y Quigley, con defensas duras de parte de ambos, levantó otra vez la temperatura, a tal punto que un fanático del local tuvo que ser retirado por la policía después de amenazar al árbitro con ir a buscarlo a su casa, aunque es probable que no sepa donde vive el señor Danna. Y todo explotó con la falta técnica cobrada al DT de Barrio Parque, que despabiló a los de Oliva para llevarse el cuarto por 59 a 58, pronosticando un final muy parejo.

“¡Abrí la cancha!”, le gritaba González, el técnico de Independiente, a uno de sus dirigidos, buscando la manera de que las imprecisiones disminuyeran. Pero los nervios podían más para todos, menos para Pedano, que con un triple y su festejo simulando que lanzaba una flecha, levantó a todos de sus asientos. Minutos después, Herrera, con un triple para la “I”, le devolvió el flechazo a Pedano con su festejo. Todo era nervio y desconcierto. El partido estaba para los dos, y para ninguno a la vez. Los triples de Independiente eran contestados por los de Barrio Parque. Un niño insultaba a Rivata, al igual que su padre.

En el momento menos pensado, cuando faltaban minutos, un perro entró a la cancha y el partido debió frenarse, y la pregunta era quién saldría beneficiado con esta pausa. La igualdad en el tanteador la rompería Pedano, y la pelota empezaba a quemar, pero la clave la tendría Lucio Reinaudi, sí, el ex Barrio Parque, quien clavó un triple dejando 19 segundos en el reloj y 3 puntos de ventaja para Independiente, que ya podía oler la consagración. Barrio Parque lo intentó sobre el final, como quien busca oxígeno en el fondo del mar, pero la chicharra sonó con el grito de “¡dale, campeón!” de fondo, que provenía de la tribuna visitante. ¿La chapa final? 77 a 74 para la visita.

Algarabía, llantos de felicidad, 200 olivenses invadieron el parqué para celebrar con los suyos. El club que un año atrás peleaba por mantenerse en el Federal, hoy sueña con el ascenso a Primera. “Lo de esta gente es una locura”, destacó Reinaudi, y agregó: “La clave estuvo en la tranquilidad para manejar los momentos complicados, al igual que en toda la serie, sobre todo en el cierre”. Fernando Martina y su bota ortopédica saltaban como si no hubiese lesión, marcando que este logro “es histórico para Oliva y para el club”. Y vaya si lo es.

Ahora toca esperar la definición del rival de la finalísima. Podría ser Zárate o Viedma, pero eso no importa, porque después de un año increíble, Independiente se consagró y tocó el purgatorio con las manos. Sólo el purgatorio, porque para el cielo, todavía falta un paso más.


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