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UNIDOS POR LA PASIÓN POR LAS MOTOS


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Una agrupación motoquera puede ser algo completamente diferente a lo que cree la mayoría. Lejos de la violencia, muchos de sus integrantes pertenecen a una misma familia, priorizan el valor de la amistad y el respeto por sobre todas las cosas, aceptan a personas de todas las edades e incluso a quienes no posean una moto y promueven proyectos solidarios de ayuda a comedores y guarderías.

Por Antonella Sottosanto

WP_20150628_100 (www.eterdigital.com.ar)

En el partido de José C. Paz, sobre la avenida Croacia a treinta metros de la avenida Potosí y a una cuadra de la Ruta Provincial 24 —ex Ruta Nacional 197—, en una zona alejada de todo en la que predominan los techos bajos, se encuentra el bar Tregua, un lugar emblemático que funciona desde hace más de diez años y donde se juntan los miembros de la motoagrupación que lleva el mismo nombre. Estos grupos también conocidos como “agrupaciones motoqueras” o simplemente “motoqueros”, suelen reunirse en sus propios bares alrededor de tres veces por semana —algunos días en pleno horario diurno— para compartir momentos junto a familiares y amigos, según ellos, valores incluso más importantes que la pasión por las motos y el heavy metal.
En la pared de la entrada, se puede ver dibujada una calavera blanca con una vincha indígena dentro de una cruz de malta, que representa el logo de la agrupación. Sobre la vereda, bajo un toldo de chapa, las motos se ubican una al lado de la otra, mientras sus dueños las vigilan muy atentos, vestidos con chalecos de cuero y jean con parches de bandas como Riff, AC/DC, Motorhead y Hermética, mientras prenden cigarrillos y se pasan de mano en mano un vaso de vino. Pero no todo es lo que parece. Estos hombres con aspecto de chicos malos también tienen un corazón solidario. Cada sábado se realiza un show de bandas en el bar que sirve para recaudar dinero, del cual donan un porcentaje a los comedores de la zona. Últimamente, con las inundaciones, juntan ropa y alimentos para ayudar a los afectados.

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“Esto es una cosa de hermandad, de amigos, de andar en moto, escuchar heavy metal y compartir con gente”, cuenta Pigui, el vicepresidente de la agrupación, un hombre rubio de 55 años, quien, según sus amigos, es el más respetable de todos, es rockero desde chico y sabe sobre música under.
Es sábado, el show comenzó alrededor de las doce de la noche, y poco a poco, fueron subiendo al escenario grupos de thrash y heavy metal, como Acero 14, Caja Negra, DeathWish y Exumación. Apenas uno ingresa puede notar la gran cantidad de afiches pegados en las paredes de bandas como Metallica, Horcas, Deep Purple, un poster de Walter Giardino, y varios afiches negros con la palabra “Tregua” en color rojo. En la barra están ubicadas las mujeres de la agrupación, quienes se dedican a vender cervezas y vinos durante toda la noche. También ofrecen distintos tragos, que son ignorados por la mayoría, que opta por acompañar la cerveza con una buena pizza. En el salón hay unas pocas mesas de madera ubicadas justo al lado del escenario, donde pueden sentarse tres o cuatro personas como máximo. El lugar es chico y la gente debe permanecer parada, como sucede en la mayoría de estos bares.
Afuera, bajo el toldo, los miembros revelan que no le cobran a las bandas por tocar allí. “La idea del bar es darle la posibilidad a las bandas under. No se les cobra para venir a tocar y cada una tiene su espacio y su lugar. Le damos la posibilidad a la gente para que venga, se divierta sanamente y disfrute de la amistad”, explica Chiche, esposa de Pigui, quien es conocida por ser “la mamá de todos” dentro de la agrupación. Es profesora de yoga y siempre se preocupa de que a los demás les vaya bien y salgan adelante. “Las bandas son la columna vertebral de la movida del metal, entonces hay que darle un apoyo a lo que vienen haciendo, pagan salas de ensayo, pagan para aprender a tocar la guitarra, la batería, y nosotros no les vamos a cobrar como muchos sí lo hacen”, cuenta Lucas, el artista del grupo, quien esa noche se dedicó a pintar un mural dentro del bar.
Si bien son muy solidarios entre sí y colaboran con distintas causas, los motoqueros piensan muy bien antes de integrar a alguien nuevo a la agrupación. El supuesto “candidato” debe cumplir ciertos requisitos y la integración se da muy gradualmente. “Primero hay que ver si comparte los mismos valores que nosotros, la misma filosofía de vida, básicamente es tirar todos para el mismo lado”, explica Nahuel, otro de los miembros y guitarrista de la banda Caos. “Es algo que lleva su tiempito también, tenemos que conocerlo, ver si nos cae bien, no hay que darle el parche así de una”, comenta Pigui. “Se prioriza el respeto, la humildad, el honor y la igualdad. Las pautas varían según cada agrupación, siempre por el presidente. Están a prueba como prospecto durante cierto tiempo. Tenemos que ver cómo se comporta con cada miembro, si ayuda, si respeta. Generalmente solo se le da la mitad del parche o sea la franja superior e inferior sin el parche central o logo. Luego de la aprobación se los dan por completo”, explica en profundidad Daniel, miembro de Tregua quien es taekwondista y técnico en reparación de PC.
De la misma manera, hay gente que se va. “Se terminan yendo, porque están un tiempo y no concuerdan con nosotros, no nos gusta como es y bueno, le damos pie a que se vaya”, cuenta Pigui con sinceridad. “Nunca se echa a nadie de mala manera pero obviamente si no tiramos todos para el mismo lado, sin decirle nada esa persona va quedando aparte”, confiesa Nahuel con el tono serio que lo caracteriza.
Dentro de cada motoagrupación como Tregua hay una jerarquía: presidente, vicepresidente, secretarios, vocales y administración, pero la mayoría está conformada por la familia. Los miembros afirman que los cargos están por una cuestión de organización y que nadie tiene más o menos valor. Subrayan la igualdad por sobre todas las cosas. “En realidad somos todos importantes, porque somos un conjunto, el presidente es el que nos guía a todos, el vice se encarga de las bandas, y después cada uno vamos colaborando como podemos. Las chicas estamos en la barra la mayor parte del tiempo, los chicos están con los grupos que vienen a tocar, los ayudan a bajarles los equipos, los desarman y después los ayudan a juntar las cosas”, deja en claro Magalí, una chica rubia y joven, hermana del Indio, quien se desempeña como el presidente.
“El movimiento motoquero siempre existió, es algo que viene del pasado, del año treinta, cuarenta, cincuenta, hace un montón. Los hippies del setenta también, en la película Buscando mi Destino, es una cosa que viene de esa época”, dice Pigui. Los motociclistas que integran una motoagrupación o agrupación, se diferencian de los MC, conocidos también como motoclubes, quienes tienen valores muy distintos a ellos. Los MC suelen exponer sus motos que deben ser todas de la misma marca. “A veces hay problemas con esa gente, ellos tienen normas más militares, por ejemplo no aceptan mujeres”, explica Pigui y agrega: “Ellos no están como nosotros compartiendo, nosotros somos todos amigos, ellos no, se quedan ahí y no te dan pelota, es otra relación”. “Son más estrictos, tienen un reglamento que hay que seguir al pie de la letra”, comenta Nahuel. “MC y MG son dos cosas distintas. El único código que tenemos nosotros es familia, amistad, respeto y lealtad, los otros no”, detalla el Indio, presidente de la agrupación, motociclista desde los 15 años y oriundo del barrio de La Paternal.
Eso sí, los miembros aseguran que no todos deben tener la misma marca de motos para formar parte de una agrupación. “En Tregua hay todo tipo de marcas de motos, de 200, 300, 400. Él tiene una 150, aquél tiene una 250, incluso hay gente que no tiene moto. Acá eso no importa”, aclara Pigui. “Nosotros nos guiamos por estar unidos, no importa la marca o la cilindrada de la moto, hoy uno tiene una moto, mañana puede tener una mejor y más grande, la historia es estar todos juntos”, comenta Nahuel.
También relatan cómo se llevan con otras motoagrupaciones. “Es todo una familia. Hay quilombos, pero nosotros los evitamos. Imitamos este parche que dice Tregua 100% familia y nos estamos reuniendo con otras agrupaciones. En total hay treinta agrupaciones”, cuenta el Indio. “Hay muchas que son nuevas y se van sumando y a los MC eso no les gusta porque son muy cerrados”, comenta Magalí.
Por último, Pigui explica cómo ve él a las motoagrupaciones hoy en día a diferencia de épocas anteriores: “La gente común antes pensaba ‘uhh estos van a sacar armas, nos van a robar’, ahora se está integrando casi toda la gente porque van a los encuentros, llevan a los chicos, comparten un asado, se está haciendo más masivo en otras palabras”.
La noche llega a su fin. Alrededor de las seis de la mañana del domingo, luego de compartir una noche a puro metal, el bar Tregua cierra con el encanto de los antros de los años noventa, donde todo se hacía por sentimiento, donde uno entraba al lugar y era conocido por todos, y por sobre todas las cosas, donde las grandes bandas siguen vivas en el espíritu de la gente. Durante la velada, los miembros de Tregua repartieron folletos con el 11° aniversario de la agrupación, que se realizará los días 20, 21 y 22 de noviembre en el cuarto motoencuentro nacional e internacional, en el camping “La Amistad”, ubicado en la Ruta 197, en la provincia de Buenos Aires.


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Lucas Pittalá, el artista de la agrupación

Lucas Germán Pittalá, junto a Jesús y a Daniel, se dedica a crear el arte en Tregua. Él realiza los dibujos o murales en las paredes, pero su especialidad es el tallado en madera. En el pasado fue camionero, pero ahora es el payaso de la agrupación, el más alegre. “Pinto desde que tengo memoria, siempre hice parches en jean y en cuero para vender en los recitales, y en esos lugares lo conocí a al Indio”, cuenta Lucas. “Me dedico a pintar en Tregua porque es un orgullo, es un honor ser parte de lo que es una agrupación de motos, no lo hago por plata, a mi me enorgullece llevar el parche, lo llevo a todos lados”, explica Lucas.


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Ser mujer en una agrupación motoquera

Magalí es la hermana del presidente de Tregua. Desde los 13 años recorre motobares junto a su hermano y sus padres quienes también están en la agrupación. “La gente me pregunta cómo me hice motoquera y yo les contesto que ya me crié en esta movida”, confiesa Magalí. Con respecto a la discriminación por el hecho de ser mujer, dice que para ella no es así. “Sos uno más, integran a todos, últimamente se están viendo muchas motociclistas y está muy bueno que la mujer se anime a salir a andar en la moto”, revela Magalí. A pesar de trabajar hasta altas horas de la noche y vivir en La Paternal, siempre que puede se acerca al bar para compartir momentos junto a sus seres queridos.


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