¿Qué más quedaba por hacer, sino caminar? Pero ¡cómo costó arrastrar los pies! El calor era insoportable, el maquillaje ya empezaba a molestar y la sangre artificial me daba comezón. No importa, había que seguir caminando. Las palabras motivadoras de nuestro líder nos guiaban por la avenida Libertador hasta el parque Thays, en Facultad de Derecho, donde nos esperaba la banda “Kiss My Ass”, tributo a Kiss. Desde los autos que pasaban por el costado de la calle miraban con curiosidad, sacaban fotos e incluso se dejaban maravillar por la creatividad de algunos y la morbosidad de otros.
Por Natalí Toiw
Caminábamos ya casi por inercia y con el sol sobre nuestras espaldas. Marchábamos con el horizonte fijado en Reynaldo Rataplín, el rey de nuestro movimiento. Algunos, más torpes, arrastraban los pies y los otros, un poco más desarrollados, corrían.
Los jóvenes hambrientos gritaban, pedían, exigían lo que se les había prometido unas horas antes cuando la convocatoria recién había empezado.
Allá, en la plaza San Martín a las 14 horas del domingo 13 de octubre, el rey de los zombies, la autoridad suprema de los muertos vivos de la Argentina había- una vez más y por séptimo año consecutivo- despertado a sus seguidores.
El rey Reynaldo, el hombre con las bolsas de copos de nieve rosados atados a un palo, copó el megáfono y ante la multitud presente preguntó:
¿¡Qué somos!?
En un grito colectivo respondimos:
¡¡Zombies!!
¿Y qué queremos?, insistió nuestro líder.
Nuevamente de forma conjunta y automática respondimos:
¡¡Cerebros!!
Este año, el movimiento se masificó y se extendió a más de 30.ooo personas en estado de putrefacción, niños y adultos. Pero no solo hubieron zombies, sino también “sobrevivientes”; aquellos que no se disfrazaron pero sí acompañaron la caminata.
Las convocatorias a la Zombie Walk cada año no se hacen solo para disfrazarse o sembrar el terror en los turistas que pasean por el centro de la ciudad. Sino que tiene la misión solidaria de recolectar alimentos, concientizar sobre la donación de sangre y sobre la unidad juvenil. Y eso lo vociferó Reynaldo en su discurso de cierre: “Si sos humano, sos zombie, si no sos zombie, sos no humano(…)Les propongo un abrazo, una toma de manos. ¡Tómense de la mano mis zombies unos con otros y las manos arriba! ¡Todos los zombies somos iguales!”
Qué suerte que pude ser uno de ellos, aunque sea por ese día. Ay, ¡pero como costó arrastrar los pies!
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