Con disciplinas diferentes, estas tres mujeres lograron llegar a lo más alto de sus carreras. Su pasión: compartir su trabajo con el público y dejar su marca personal.
Por Antonella Riso Domínguez, Lucía Suez y Juan Ignacio Montarcé
El gran salto de una clown
Mercedes Hernández comenzó su carrera como actriz y clown en 2006 y desde entonces recorrió varios espacios icónicos del teatro como Ciudad Cultural Konex, el Centro Cultural Rojas y el Teatro Cervantes, entre otros. Sin embrago, su vida giró hacía un rumbo completamente distinto cuando pudo cumplir el sueño de cualquier artista de las tablas: formar parte del Cirque du Soleil.
En el año 2009 la productora del circo llegó a Buenos Aires en búsqueda de nuevos talentos para su próximo espectáculo. En ese momento, Mercedes trabajaba junto con su compañero Sebastián Godoy, quien decidió enviar un material de uno de los shows que habían presentado juntos, ya que ella por falta de tiempo y confianza no lo había hecho.
Días más tarde la llamaron para audicionar “solo por ser convocada al casting era como ser vista desde un lugar nuevo que sonaba muy lejano”, recordó Mercedes.
Luego de arduos castings, diez meses más tarde la llamaron para que mande más material. “Ahí tuve que guardar todas mis cosas del departamento, deshacerme de algunas o dárselas a mi madre y viajé para Montreal con un contrato firmado”, recuerda.
Desde 2010 hasta 2013 formó parte del espectáculo Varekai. Pero luego de tres años de gira por el mundo decidió regresar a casa: “estaba cansada de la repetición del espectáculo y de vivir en hoteles. Necesitaba artísticamente algo nuevo y uno de mis sueños era hacer un unipersonal. Y volver fue un gran paso.”
Actualmente trabaja en Salto: comedia trágica en altamar. La obra relata la historia de una cantante de crucero famosa de los años 20, que decide saltar del barco a ultramar en búsqueda de nuevos rumbos.
Si uno se pregunta cómo será Mercedes luego de su experiencia en el Cirque du Soleil, la respuesta es inmediata: sorprendente. Sabe trasmitir cualquier sensación, tener la estética y el movimiento que dan cuenta de por qué fue seleccionada.
Mercedes destacó: “Si bien mucha gente me dijo que me quede más tiempo de gira para ahorrar plata, cuando decidí ser artista lo que menos pensaba era en el dinero. Requiere mucho coraje bajarse. Para mí la obra un poco se inspira en ese gran salto que yo tomé cuando volví”.
La chica que sigue apostando a los CDs
Jimena Díaz Ferreira está contenta: se compró una bandeja para escuchar discos y ahora está desesperada por conseguir vinilos. Se puso en campaña con sus amigos y conocidos para ver quién tenía discos olvidados en alguna caja. Aunque vivamos en plena era digital, en donde para escuchar un CD no hace falta más que buscarlo en internet y descargarlo, ella apuesta a los discos. Y está reclutando vinilos para escuchar en su nueva bandeja.
Con los años, Jimena se dio cuenta de que hace lo que le gusta. ¿Y qué es lo que hace? Es diseñadora gráfica y se dedica, entre otras cosas, a diseñar tapas de CDs.
“La gente piensa que comprar discos ya fue, pero lo que todavía no entendieron es que las bandas van a seguir sacando discos”. No comulga con las cajitas de plástico ni con los formatos convencionales y eso se refleja en cada uno de sus diseños: cajas de cartón que simulan un grabador, cajas de bombones en forma de corazón que luego se abren en cuatro hojas de un trébol de la suerte, tapas cubiertas por gel, y cajas que se abren simulando una pista de baile son algunos de los más de 40 proyectos que la tienen como autora de su arte de tapa. Con varios reconocimientos por su trabajo (la tapa de Civilización de la banda argentina Los Piojos estuvo nominada como mejor arte de tapa en los premios Gardel) sabe que todavía hay más por hacer.
Estudió diseño gráfico en la Universidad de Buenos Aires y desde hace casi 14 años se dedica a esto. Trabajó para grandes marcas así como también para grandes músicos. En 2007 su propuesta fue seleccionada y desde entonces es la encargada de realizar toda la gráfica de Manu Chao. “El diseño es algo muy amplio; podes hacer miles de cosas, tenés miles de posibilidades y creaciones posibles. A veces veo diseños con la misma letra, los mismos colores y me quiero matar”.
Jimena está a mil: Tiene que entregar dos proyectos en menos de dos días. En el mes de octubre fue convocada junto a otros artistas y viajó a Bariloche para exponer su trabajo en una edición de Pechakucha Night: en 20 diapositivas de 20 segundos cada una mostró tapas que prosperaron y muchas otras que le rechazaron. “Nunca me olvidé como arranqué. Soñaba con esto y trabajé para esto. Ahora se cumplió”.
Del ballet a la danza contemporánea
“Desde la primera vez que pensé en la danza supe que era lo que quería hacer, nunca lo pensé como un hobby.” Con esas palabras, Lucía Lacabana contó sus primeros recuerdos sobre su pasión. Hoy en día, ese primer recuerdo parece muy lejano a Quizás después, el show unipersonal de danza contemporánea que presentó, en cuatro funciones, en el Club de Danza Café Müller, aunque se puede encontrar una íntima relación entre sus primeros deseos de niña con la actualidad que vive hoy en día.
Según su madre, su amor por la danza llegó después de su afición por el movimiento corporal. “Era una niña muy inquieta y mi mamá no sabía que hacer conmigo, entonces me mandó a expresión corporal.” Al detallar su experiencia de adolescente, en la ciudad de Caracas, es fácil reconocer la dedicación que le imprimió a su trabajo para llegar a dónde está y a realizarse como bailarina. Dentro de su historial académico se encuentra una típica escuela de danza barrial, seguida de una escuela privada, y luego la Escuela de Ballet Teresa Carreño, “que es lo más parecido al Colón”. Allí fue donde se dio cuenta que “la danza clásica no eran tan bonita como se veía en el escenario”. Sin embargo audicionó, y fue admitida, en Barcelona, en la Royal Academy of Dance(RAD), pero regresó a Venezuela y formó parte del Ballet Juvenil de Venezuela, que fue su primer acercamiento a lo profesional. Allí le descontaban 10 por ciento del sueldo por no pesar lo que se le exigía. Ese tipo de cosas la empujaron definitivamente a tomarse un verano entero en la Argentina, “peleada con la danza”, y disfrutarlo como una adolescente más, cosa que nunca había hecho hasta el momento.
Una vez de regreso en Venezuela, y empezando una carrera de kinesiología, notó que su cuerpo “estaba tan acostumbrado al movimiento que necesitaba hacer algo”, y probó suerte por primera vez en una compañía de danza contemporánea. Si bien esa transición “no fue fácil”, gracias a las aptitudes con las que ya contaba, termino por encontrar en la danza contemporánea “más libertad” para expresarse.
Ya instalada en la Argentina, encontró su primer expectáculo solista. “Ese sueño era una síntesis de mi experiencia como bailarina pero también como persona.” Detalló que desde el primer momento ya tenía la estructura, la música, el vestuario, y sintió que “era un regalo” que la vida le dio, y que “no podía no hacer nada con eso.” Después de cuatro exitosas funciones, cree que puedan repetirse el año próximo, “conservando su estructura, o como otro espectáculo totalmente distinto.”
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