Fabián Forte es director, asistente de dirección, guionista y productor, todo en un mismo combo. Comenzó su carrera en el séptimo arte hace 14 años y a la inversa de lo que muchos creen, primero dirigió y después fue asistente. Su constancia en cada proyecto lo convirtió en un referente del género de terror. Con más de 30 películas a cuestas y a meses del estreno de La Corporación y Socios por accidente, confiesa “Nunca frené mis proyectos cuando no tuve el apoyo del INCAA”.
Por Luciana Calbosa
“No fue un oficio que elegí, la vida me llevó a este rumbo”, asegura. Mala Carne fue su primer largometraje. Una aventura erótica donde la carne ocupa un rol principal: Es objeto de deseo y de poder. Lo dirigió en 2003 y con él se consagró como “Mejor Director” en el festival Fearless tales genre, en Estados Unidos. “Lo hice con 500 pesos y lo vendí por 20 mil dólares”, recuerda con alegría. Desde ese momento, jamás abandonó el cine independiente y lo convocaron para trabajar de asistente de dirección en múltiples proyectos con los que, luego, financió sus propias películas, a las que define como “sus hijos”.
Fabián nació y vivió en el barrio de Boedo hasta los 23 años. Su primer trabajo fue en un videoclub: “Ahí descubrí mi fanatismo por el cine. De pibe me fascinaba el miedo a lo desconocido y, un buen día, agarré mi cámara y empecé a filmar cortos, mucho antes de empezar a estudiar cine”. Sus primeros pasos fueron en el cine indie de terror con películas habladas en ingles pensadas para el mercado extranjero, junto a los directores Daniel de la Vega, Demián Rugna y Sergio Esquenazi.
Se reconoce como ávido lector del género fantástico, sobre todo de las novelas de Ray Bradbury y a la hora de elegir una película prefiere las historias circulares “con un final que genere la necesidad de volver a verla”. No emparenta el terror con la violencia porque “es un género ficcional”, afirma. Recuerda que cuando en se estrenó Trainspotting, en 1996, los críticos sostenían que hacía apología a la droga: “Me molesta cuando pasa eso porque creo que todo depende de cómo tenés la cabeza para aceptar lo que ves. Una escena que muestra personas drogándose no va a darte ganas de salir de la sala y drogarte, habría que abolir todas las películas. ¿Qué film no tiene un conflicto violento? Amélie”, ríe.
Se define como “un contador de historias”, aquello que en épocas pasadas se conocía como un juglar, pero hoy con una cámara en andas. “A la hora de escribir un guión es fundamental que se entienda lo que estás craneando. Tu película tiene que plantear interrogantes más que respuestas. No tenes que solucionar el mundo en tu cinta. Es útil comenzar filmando cortometrajes con pocos personajes y locaciones accesibles, como tu casa o la de algún amigo. Tiene que ser realizable con el presupuesto que tenés”, aconseja. Su experiencia le permite afirmar que “las escuelas de cine no enseñan los pormenores del oficio. Acá las salas están tomadas por el cine yankee, sus dueños sólo emiten películas comerciales”. También menciona la complejidad de llevar gente al cine: “Estrenás el jueves y te dan hasta el domingo para que tu película rinda. Si no llega a la media de espectadores, que generalmente es la mitad de la sala de todas las funciones, los tipos te la sacan de cartel la primera semana”, y asegura que “a veces el apoyo del INCAA no alcanza. La industria cinematográfica depende del sistema publicitario y su lógica consumista: estimulo-respuesta. Vos ves afiches en la calle dos días seguidos y al tercero ya querés ver la película. El problema está cuando no podes pagar una fuerte campaña de publicidad”, y ejemplifica: “Imaginate que en tiempo récord hoy escribís un guion. Lo terminás en febrero de 2015 y en mayo conseguís un productor que lo presenta al INCAA. Si al instituto le interesa te da el crédito en enero de 2016. O sea que en 2017 vas a estar filmando y recién a fines de 2017, casi 2018, la estrenas. Vos laburaste tres años a todo pulmón para que tu peli dure una semana, no tiene mucho sentido, ¿no? Bueno, eso pasa. Lamentablemente”.
Sin embargo Fabián sostiene que es posible vivir del cine: “La fórmula es conseguir coproductores que se asocien a tu proyecto —cuenta—. Cuando tenés 20 años te conformás con que tus amigos vean tu película en los centros culturales del barrio y la mostrás como si hubieras hecho Apocalípsis now. No está mal, siempre hay que agradecer a quienes dan una mano para la difusión. Pero a los 40 años ya estás en otro mambo, entendés que el sueño de realizar tu película se sustenta con dinero y agradecés poder vivir de esto”. Por eso insiste en ser ríguroso con los tiempos del plan de rodaje: “El tiempo es plata. Un día más de cámara implica invertir menos en tu campaña publicitaria para mover la peli”, explica. Y agrega: “Cuando hice La Corporación un canal de televisión no respetó el contrato de publicidad que incluía la emisión de imágenes del film en la tanda publicitaria y la película se estrenó a los tropezones”. En cambio con Socios por accidente, los protagonistas —José María Listorti y Pedro Alfonso— convocaron al público de Showmatch y llevaron 600 mil espectadores “La tele llega a cada uno de los hogares. La tele garpa”, asegura.
Pero en la vida de Forte no todo pasa por la plata, detrás del director se esconde un hombre que hizo clown, es músico de la banda San Cuerno y disfruta mezclar géneros en la pantalla grande. Por eso, este año se lanzó con la comedia Socios por accidente junto a Nicanor Loreti, su primer film comercial que asegura “entretiene sin golpes bajos”. El festival de cine que más disfruta es el BARS (Buenos Aires Rojo Sangre) porque se especializa en el género de terror pero si tiene que elegir entre el BAFICI o el Festival de cine de Mar del Plata, elije el segundo. “El BAFICI se hace llamar local e independiente pero tiene los ojos puestos en el exterior. Yo dejé de mandarles mis pelis porque siento que es un club privado de gente que ya se conoce y elige sus propias películas”. Otra clave para que la película funcione es el vínculo director-actor: “En el rodaje somos como una gran familia y disfruto mucho el trabajo en equipo. Está muy bien si el público va al cine por el actor y no por el guión, lo más importante es que vean la película. Tampoco hay que pensar si van a identificarlo con un grupo político, o no, porque el arte no se trata de política”, afirma.
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