Inicio » Ayer, hoy y mañana: una mirada sobre la nación mapuche

Ayer, hoy y mañana: una mirada sobre la nación mapuche


Compartir

Las voces mapuches alzan su impronta, remueven la historia y son parte de la historia argentina. La lucha de las naciones originarias se impone no solo en defender sus derechos territoriales a lo largo y ancho del suelo patagónico, sino también en mantener vigente su cultura.


En San Carlos de Bariloche, el área de servicio de los hoteles está conformada por ciudadanos de rasgos indígenas. En San Carlos de Bariloche, el área de servicio de los restaurantes está conformada por genes mapuche-tehuelche. Marín Ñancunao observa. Su mirada mezcla de intuición y perspicacia, de calidez y liderazgo, narra su historia con cierta naturalidad, con cierto reparo. 

No es fácil sentirse escuchado, no sin prejuicios. Su niñez y primera adolescencia en la escuela privada estuvo signadas por actos de discriminación hacia él, el negro, el indígena. “Más cuando me dejé crecer el pelo: un indígena de pelo largo y negro. No me dejaban entrar a algunos lugares, incluso si iba con un grupo de gente, ‘vos no’, me decían”, narra Marín, descendiente mapuche-tehuelche. 

No fue sino hasta cambiar “a la pública” donde encontró a otros igual a él, donde pudo aceptar sus orígenes y dejar crecer la sensación de pertenencia, de defensor de lo originario.

Según el Censo Nacional correspondiente al año 2010, un 7,2% de la población de la provincia de Río Negro es indígena, de los cuales el 4,1% es analfabeta. La deserción escolar muchas veces es más por pobreza. El tema es que los pobres son en su mayoría indígenas o descendientes de indígenas. De esta manera se disfraza la problemática social en Bariloche, normalizando que sea el indígena quien trabaja en empleos de más fácil acceso y de condiciones precarizadas”, afirma Marín, administrativo en hotelería. 

Su mirada es clara, incisiva. No terminó la secundaria, pero el conocimiento y compromiso con su pueblo se refleja en la firmeza de sus palabras, en las que se acentúa que hay una normalización de la precariedad, de la deserción, de la supuesta ignorancia de un pueblo que observa. 

Detenido en la soledad del sur, observa; cuidador intuitivo de su tierra, observa. Desde allí, desde “el alto” de la ciudad de Bariloche —ese barrio al que hay que ocultar a la vista del turismo, a la realidad de aquellos ciudadanos cuya percepción no es tan grato desvelar—; desde allí, el pueblo mapuche observa. 

Foto: La tinta

El pueblo mapuche de ayer y hoy 

“Al hablar, pues, de los indios, por miserable que sea su existencia y limitado su poder intelectual, no olvidemos que estamos en presencia de nuestros Padres prehistóricos”, afirmó el “padre de la escuela” de la República Argentina, Juan Domingo Sarmiento

Los pueblos originarios como “indios salvajes” previos a la historia nacional, de escaso entendimiento y precario estilo de vida a los que hay que “civilizar”, es un imaginario construido y difundido por medios incisivos: la escuela y los mapas; el periodismo y el discurso histórico. ¿Cuántos ciudadanos mapuches llegan a elegir una profesión? ¿Cuántos llegan a ejercerla? ¿Desde qué paradigma asociamos la sabiduría de un pueblo con un nivel académico propio de la civilización occidental? 

Según el Artículo 75, Inciso 17, de la Constitución Nacional, el sistema educativo de la Argentina reconoce la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos de modo de garantizar el respeto a su identidad y el derecho a una educación bilingüe e intercultural. 

Sin embargo, según el Ministerio de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología, un 30% de los estudiantes nativos de raíces indígenas desertan de la educación secundaria. Dicha deserción es inducida tanto por urgencias económicas en el ámbito familiar, como por la no-identificación con un sistema escolar que rechaza los orígenes culturales del pueblo originario al punto de negar su nombre o ignorarlo por completo.

Nacida de “ancestras” chilenas que desconocían su origen paterno, Martina González Blanco, nativa de San Carlos de Bariloche y licenciada en Letras por la Universidad de Río Negro, focaliza su mirada en el recuerdo. Hay cierta gravedad en su decir, cierta curiosidad por aquello que quisiera saber, pero prefiere dejar atrás. 

Muchas personas no conocen sus raíces ni las buscan. Los apellidos se van perdiendo por el mestizaje, por la ausencia del apellido paterno, y por cierto aspecto peyorativo en relación a posibles orígenes indígenas que se quieren ocultar para evitar la burla —nos cuenta Martina y sigue— “en la universidad pública percibí más claramente que aquellos compañeros que tenían un alto reconocimiento indígena, vivían sus orígenes desde la lucha, y que habían presentado grandes dificultades para acceder a los espacios universitarios”.   

Foto: Blogspot “Historia Mapuche”

Ayer: identidad mapuche

La conquista al desierto fue la campaña militar realizada en Argentina entre 1878 y 1885. Gesta heroica para muchos por su propensión al desarrollo y la evolución de la economía. Holocausto para muchos otros: los menos oídos, los de voz silenciada. ¿Cómo se genera la brecha social entre identidad nacional y pueblos originarios? 

La identidad nacional se conforma, en gran medida, por el denominado “territorio nacional” y sus límites geo-políticos. Walter Mario Delrio, magister en Etno-historia e investigador del CONICET, nos dice en su libro Memorias de la expropiación que “el nacionalismo se constituye en una estructura de sentimiento que transforma el espacio en un ‘suelo patrio’ e interpela a los individuos y a los sujetos colectivos como parte de un carácter nacional.” 

De tal manera, Walter afirma que “es el Estado quien marca fronteras entre un interior y un exterior, entre el pueblo – nación y otro diferente, posible enemigo o ‘tribu’”. “La tribu funcionó como criterio de distinción del enemigo durante las campañas militares y, al finalizar estas, como identificación del otro interno cuyas diferencias legitimaría el programa civilizatorio estatal”, amplía. 

La tribu, por tanto, se constituye por aquellos que no forman parte de ese “territorio nacional”, por el “otro indígena” o enemigo interno cuya extinción fue legitimada estatalmente mediante el sometimiento “civilizatorio” en la escuela argentina, en campos de concentración y colonias. 

La escuela como institución que inculca el “ser nacional” y “la igualdad” fue, entonces, el espacio que impartía un paradigma de “civilización” por negación de las diferencias, por negación de las culturas consideradas inferiores o “bárbaras”. 

Foto: RazaFolklorica.com

Hoy: el presente del pueblo mapuche en Argentina

La conformación de un territorio nacional y el imaginario popular de “indios salvajes” determina que el pueblo mapuche proviene de Chile y que, por tanto, no forma parte de los pueblos originarios de la República Argentina. Así, se lo exime constitucionalmente de sus derechos respecto a la Patagonia. 

Sin embargo, es sabido por historiadores y antropólogos que la presencia de la nación mapuche ha habitado el suelo de la actual Argentina desde milenios antes de la campaña al desierto. Su concepción territorial no contemplaba los límites geo-políticos argentino-chilenos siendo la cordillera de los Andes un cruce natural y cotidiano preexistente a los actuales Estado Nacionales.

La lucha de las naciones originarias se impone no solo en defender sus derechos territoriales a lo largo y ancho del suelo patagónico entendido como Wallmapu -el territorio ancestral mapuche-, sino en mantener vigente su cultura, una que supone un concepto de la tierra no como propiedad sino como newen -fuerzas creadoras de la naturaleza en una cosmovisión en la que “el che (pueblo) tiene la obligación de contribuir a la preservación del equilibrio entre los diversos newen de Wallmapu-, según nos cuenta Adrián Moyano, licenciado en Ciencias Políticas y periodista en su primera publicación Crónicas de la resistencia mapuche

“En su cosmovisión, el género humano es solo un elemento más de la Wallmapu en un plano de igualdad con el resto de sus newen —explica Adrián y continúa— “Su concepción es horizontal y circular y en ese ámbito, el che establece relaciones de respeto con el newen del choique, de la montaña, del río, de cada árbol y planta, de los animales, de la nieve y la lluvia, de las piedras, del viento”. 

Poema En mapudungun

Mañana: resistencia mapuche

Por eso “donde hay poder, hay resistencia”, proclama Adrián. La resistencia se ejerce desde esa observación y quietud, desde la palabra de un pueblo indígena que “decidió no expresar su historia por medio de la escritura”. 

En su oralidad, la lengua originaria como parte de la cultura es, por tanto, herramienta política. Así, Anahí Rayen Mariluan, cantora en mapudungun, compone cantos que transmiten la cosmovisión y resistencia de su pueblo: “Contribuyo haciendo pequeños cantos inspirados en el alrededor, desde una lengua que traduce los sonidos de la naturaleza, desde un modo de ser y estar en el mundo de mucha contemplación, de conciencia de mucho dolor”. 

“Desconocemos el idioma de la tierra en que vivimos. Des-silenciar, dar prioridad a las lenguas originarias, significa también bien estar en el mundo”, evoca Anahí, con su voz serena, firme.

ANAHI RAYEN MARILUAN - AYÜN PEWMATUEY - AMULEPE TAIÑ PURRÜN (2017)

Pocos son los ciudadanos mapuches que eligen una profesión según patrones occidentalizados; pocos son los que terminan estudios secundarios que no los identifica. ¿Por qué querrían obtener un título que confirme su pertenencia a la ciudadanía de un pueblo al que no sienten pertenecer? ¿Por qué formarían parte de una educación que no contempla su cultura? ¿Por qué lidiarían con una nación que rechaza su lengua y sabiduría? ¿Por qué querrían formar parte de una sociedad que los segrega y oculta? 

Hoy como ayer, las voces mapuches alzan su impronta, remueven la historia, defienden, como dicen las palabras de Adrián Moyano: “La existencia de un pueblo distinto del argentino y el chileno, la persistencia y la riqueza de su cultura y, sobre todo, su vocación por continuar adelante. No como un mero grupo de comunidades que reconocen algunos vínculos en común, sino como una nación: la mapuche”.


ADEMÁS EN ETERDIGITAL:

Ni las mujeres ni la tierra somos territorio de conquista

INALEF: “LA RECUPERACIÓN SERÁ CULTURAL, SIN VIOLENCIA”


Compartir