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CÓDIGO GENESIS


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Es cuestión de compartir un código. Así funciona el acto comunicativo y, cuando la propuesta de parte de quien emite el mensaje no es tan sencilla como lo cotidiano, existen sólo dos alternativas: ser parte o huir. En Genesis revisited, Steve Hackett trae entre sus manos y sus cuerdas un repertorio cuidado, revisitado y preciso de los primeros años de Genesis. Así llegó a la Argentina, en medio del tour que lo depositó en Brasil –primero– y lo llevará a Chile –después–, antes de volver a su casa de Londres.

Por J. Ignacio Merlo | @carrumbe

Copyright Eduardo Cesario para www.rockimagery.com
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  “Hackett está oxidado”, pienso al verlo salir a escena. Sus 65 años se notan en su piel y en su voz –que, a excepción de algún coro, no sonará en las 2 horas y media de recital–. Pero con su Les Paul dorada colgando del cuello y rodeado de un dream team de exóticos y talentosos, demostrará que el óxido no es capaz de erosionar a una leyenda viva del rock progresivo de su talla. En un Teatro Ópera lleno –con dos funciones agotadas–, Hackett no comete ningún error. A saber: la lista de temas está llena de solos, efectos y cambios rítmicos y melódicos, y el británico demostrará por qué es una leyenda. Desde “Dance on a volcano” –de ‘A trick in the tail’– hasta el final con standing ovation incluida, jamás pifiará un acorde, una nota, un punteo. Nada. Lo mismo ocurre con sus compañeros de ruta esta noche.

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  La formación para enfrentar al público argentino –heterogéneo; grandes, chicos, señoras y desorientados– es un lujo. Roger King en teclados, acompaña a Hackett hace años y participó en la grabación de Genesis Revisited (1995). En la batería está sentado Gary O’Toole, un sesionista siempre a tempo. Forma parte de la banda desde 2000. En un rincón del escenario, Rob Townsend reparte talento. Es un multiinstrumentista del carajo, a cargo de los vientos –saxo, clarinete, flauta y demás– y algunos chiches de percusión, de los que uno ve en cualquier feria artesanal. Más allá, otra rareza: Lee Pomeroy. “¡Ese tipo toca al revés!”, protesta un adolescente sentado junto a su padre, ambos con remera de Genesis. Y es verdad. Pomeroy sale a escena con un instrumento de doble diapasón. A saber: guitarra eléctrica de 12 cuerdas en uno, bajo eléctrico en el otro. Irá alternando entre uno y otro según lo requiera el show. Pero la particularidad está dada porque empuña el instrumento como zurdo –porque es zurdo, claro–, pero éste no tiene las cuerdas invertidas como pasa con los instrumentos diseñados para quienes no son diestros. No, él se las arregla con las cuerdas ‘como vienen’, por lo que –efectivamente– toca ‘al revés’. Por último, la gran voz del show está a cargo del excéntrico Nad Sylvan, un frontman que parece haber salido de una película clase be del cine de finales de los ’70 –Jekyll and Hyde…together again, bien podría ser-.

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De izquierda a derecha: Rob Townsend, Roger King, Nad Sylvan, Steve Hackett, Gary O’Toole y Lee Pomeroy. Copyright Eduardo Cesario para www.rockimagery.com

  Lo cierto es que de toda esa mezcla, de un buen puñado de canciones de Genesis y del talento particular y general del grupo sale una mezcla demoledora. Así, el código entre Hackett y sus laderos se entiende a la perfección con el público. A nadie le resulta raro que nada de lo que ocurra en escena esté teñido de normalidad y es eso, justamente, lo que vuelve particular un show de rock progresivo, tantos años después de su momento álgido, a tantos kilómetros de la tierra en donde el género floreció por primera vez. La noche tiene tiempo para que pasen “Dancing with the moonlit knight”, “Fly on a windshild”, “Return of the giant hogweed”, “I know what I like” y “Firth of fifth”, así también como para escuchar a Hackett agradecer en castellano, nombrar a Piazzolla –“I love argentinian music…¿Ástor Piazzolla?”– y algunos bises. “Another one?”, quiere saber, mientras las manos arden de aplaudirlo.

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El código entre Hackett y el público no sólo no se ha quebrado. Más allá de eso, se ha vuelto más sólido que nunca. Tras el show, se toma un tiempo para contestar algunas preguntas. Se lo ve cansado, pero no por eso se olvida de ser amable.

–¿Cómo es despertarse cada mañana sabiendo que es una leyenda del rock?

–La verdad es que no me despierto pensando en eso o en lo que hice, pero sí hay algo que tengo presente todos los días que es cómo hacer algo mejor de lo que ya hice. No pienso que ya hice lo mejor, que eso es parte del pasado.

–Al margen de Genesis, ¿cuál es su mejor álbum y por qué?

–Bueno… hay dos discos que quiero mucho, por razones diferentes. El primero es ‘Spectral mornings’ (1973) porque fue mi primer disco posterior a Genesis. Lo grabamos con una banda increíble y lo disfruté y disfruto muchísimo. Y el otro –se interrumpe, tose y luego pide disculpas: “Perdón, tengo asma”–, es uno que grabé muchísimos años después, llamado Tribute (2008), con piezas de guitarra acústica, obras de Bach… una especie de agradecimiento para todos aquellos músicos que me inspiraron a ser quién soy.

–¿Y cuál el fue momento más complicado de su carrera?

–Creo que el peor fue antes del primer gran concierto que hicimos con Genesis, donde todo podía haber salido mal. Era como morirse cien veces seguidas. Pero era algo a través de lo que teníamos que transcurrir si queríamos llevar adelante aquel sueño de triunfar con la música.

–¿Alguna vez pensó en dejar la música?

–Hubo un momento en los ’90 en los que pensé que ya nadie estaba interesado en mi música y fue justo en el cuando los álbumes empezaron a dejar de ser considerados y la gente comenzó a consumir canciones sueltas. No me sentía preparado para sobrevivir en ese ámbito y pensé en dedicarme a dirigir películas. Pero, finalmente no se dio y, gracias a Dios, volví a grabar y a seguir haciendo lo que mejor hago.

–¿Sigue en contacto con el resto de los miembros de Genesis?

–Sí…el año pasado presentamos un documental de Genesis para la BBC por lo que estuvimos en contacto un tiempo. Nos vimos y hablamos un poco de aquellos años. Son gente extraordinaria y tuve la suerte de que se hayan cruzado en mi camino.

–¿Cuál fue su primera conexión con la música?

Era muy chico, tenía 2 ó 3 años. Mi papá tocaba la armónica y yo intentaba imitarlo y a los 4 años ya tocaba algunas notas. Ahí empezó todo. A partir de ahí la música se fue convirtiendo en importante para mí. Progresivamente, se fue volviendo más y más importante y en los ’60, cuando ya tocaba un poco mejor, me di cuenta que me estaba convirtiendo en un profesional, porque lo único importante era la música. Un año antes de Genesis grabé un álbum y ese fue el punto de partida de mi carrera.

–¿Y qué piensa de Genesis después de su salida?

–Mi opinión es que son un grupo de tipos híper talentosos. Y que Genesis es una gran banda, esté o no esté yo entre ellos. Hackett toma unos sorbos de té. Ha de estar frío, lleva unos cuantos minutos quieto en una mesita a la altura de un sillón gastado en el cual está sentado. Vuelve a toser y a pedir perdón. Está cansado, pero sus manos siguen inquietas. “Me estoy preparando para tocar”, bromea haciendo la mímica de un solo de guitarra al aire.

Fuera del teatro, el jueves se vuelve viernes, las luces permanecen tibias y algunos caminan por Corrientes de un lado a otro. Buenos Aires fue parte de una noche de rock histórica.


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