Inicio » Cómo las donaciones tecnológicas que recibe el Servicio Penitenciario Bonaerense ayudan a los presos argentinos

Cómo las donaciones tecnológicas que recibe el Servicio Penitenciario Bonaerense ayudan a los presos argentinos


Compartir

La incorporación de tecnologías reviste un gran valor tanto en la transformación de los procesos educativos como en la generación de condiciones para el desarrollo de sus habilidades digitales y oficios. Conocé el trabajo de una asociación bajo el programa “Segunda Posibilidad” y la historia del primer youtuber carcelario.


En este último tiempo y, sobre todo después de la pandemia por COVID-19, se abrió un debate sobre el ocio que tienen los detenidos en las diferentes cárceles del país. Están quienes argumentan que el acceso a actividades recreativas puede ser visto como “una recompensa para los delincuentes”, en lugar de una herramienta de rehabilitación; al mismo tiempo que sostienen que algunos presos pueden aprovechar estas oportunidades para “continuar ejerciendo su poder dentro de la cárcel o para planificar futuros delitos”. Mientras que otros, más garantistas, defienden la idea de que la falta de distracciones puede tener un efecto negativo en su reinserción a la sociedad. Ante esta discusión, lo cierto es que el sistema penitenciario de Buenos Aires enfrenta grandes desafíos para garantizar una buena calidad de vida para los detenidos, respetando sus derechos y garantizando la seguridad de todos los involucrados.

De acuerdo con datos del mapa de cárceles del Servicio Penitenciario Bonaerense -actualizado a mayo de este año por la Comisión Provincial por la Memoria- existen actualmente 50 establecimientos carcelarios en la provincia de Buenos Aires, donde se encuentran alojados cerca de 40.000 presos. 

Cada cárcel cuenta con diferentes recursos para ofrecer actividades de ocio y recreación a su población, como canchas deportivas, seminarios de arte y música, bibliotecas y acceso a redes sociales. El ingreso a estos varía según el lugar de detención y las condenas de cada recluso.

Se estima que alrededor del 80% de la población carcelaria puede participar regularmente en algún tipo de esparcimiento. Según los defensores de esta política, esto no solo ayuda a “mantener a los presos ocupados y en buena salud física y mental”, sino también contribuye a “reducir la violencia y los conflictos en el interior de los penales”.

La incorporación de tecnologías de la información y comunicación dentro de las cárceles reviste un gran valor tanto en la transformación de los procesos educativos en contextos de encierro como en la generación de condiciones para el desarrollo de sus habilidades digitales y oficios promoviendo mayores oportunidades para la inserción en el mercado de trabajo cuando las personas recuperan su libertad.

La Asociación María de las Cárceles, cuya directora es Adriana Von Kaull, trabaja en distintos penales de la provincia de Buenos Aires desde hace más treinta años acercando donaciones de computadoras que consigue de parte de empresas que dejan de utilizarlas.

Tal es el caso de los privados de la libertad en la Unidad 24 de Florencio Varela que cuentan con una sala de computación en la que se dictan cursos de manejo básico y reparación de PC gracias a las donaciones de la asociación bajo el programa “Segunda Posibilidad” del Departamento Cultura de la Subdirección de Educación bonaerense en la que interviene por convenio la Universidad Tecnológica Nacional. 

En el lugar, estas computadoras son reparadas y puestas a punto por los presos desde 1998. En el taller de computación suena música que llega desde una de las computadoras. Hay mate dulce y hasta una estufa que corta los dos grados de temperatura del resto de la cárcel. Adriana es recibida como una madre. La abrazan y escuchan sus retos. Ella despliega sobre la mesa de trabajo varias docenas de facturas y reparte algunas cajas de cigarrillos. 

La referente de la María de Las Cárceles detalló el funcionamiento del programa: “Nosotros capacitamos a los internos en computación. Le solicitamos a las empresas material en desuso, lo hacemos reciclar en la cárcel y lo donamos a escuelas e instituciones de bajos recursos del interior del país”.

En los establecimientos penitenciarios existen también cursos sobre salud mental, grupos de apoyo, programas de cuidado de la salud y asesoramiento espiritual. Estos servicios pueden ayudar a los presos a lidiar con problemas emocionales, traumas y adicciones mientras están privados de su libertad. En definitiva, las actividades que realizan los reclusos en las prisiones son esenciales para su desarrollo y bienestar.

La incorporación de tecnologías de la información y comunicación dentro de las cárceles reviste un gran valor tanto en la transformación de los procesos educativos en contextos de encierro.

El filósofo francés Michel Foucault, uno de los más influyentes del siglo pasado, tuvo un particular interés por lo que él llamó como “adoctrinamiento carcelario”: “Desde el principio, la prisión debía ser un instrumento tan perfeccionado como la escuela, el cuartel o el hospital y actuar con precisión sobre los individuos. El fracaso ha sido inmediato y registrado casi al mismo tiempo que el proyecto mismo”. 

Según él, desde 1820 se constata que la prisión “lejos de transformar a los criminales en gente honrada, no sirve más que para fabricar nuevos criminales o para hundirlos todavía más en la criminalidad. La prisión fabrica delincuentes, pero los delincuentes a fin de cuentas son útiles en el dominio económico y en el dominio político. Los delincuentes sirven”, determinaba.

Pablo Gomez de Olivera, abogado y ex-comisario que ha pertenecido al Ministerio Público fiscal reflexiona: “La realidad es que se podría mejorar el proceso de resocialización en los penales ayudando a los reclusos a reconquistar su capacidad de ser responsable como medio de recuperación”. 

A su vez, considera que una libertad personal más plena sería reparar la falsa creencia de “que no había otra cosa por hacer o que no había otra opción que no fuera el delito” y así, el recluso podría reinsertarse en “su propia historia y en la sociedad como una persona plena”. 

Youtubers carcelarios

En los últimos años, han surgido en YouTube canales creados por personas que cumplen condena en diferentes cárceles del mundo. Quienes protagonizan estos contenidos reciben el nombre de “youtubers carcelarios” y muestran la vida de los reclusos, sus rutinas diarias, las instalaciones de las prisiones y algunas historias de vida. 

Estos canales han generado controversia, ya que algunos consideran que pueden romantizar la vida en prisión o dar una imagen equivocada de la realidad carcelaria.  No obstante, sus creadores defienden que sus videos pueden “ayudar a sensibilizar a la sociedad sobre la vida de los presos y las condiciones en las que viven”. Además, afirman que les ayuda a “mantenerse ocupados y a sentir que están haciendo algo en sus vidas”, más allá de estar cumpliendo una condena.Uno de los canales más populares de este tipo es Pablo A La Mazmorra, creado en septiembre de 2015 por Juan Pablo Vega, un ex-preso de una cárcel de Argentina. Desde allí transmite y hace humor político, además de denunciar la corrupción política y del servicio penitenciario. Su canal tiene más de 220 mil suscriptores y todos sus videos suman más de 28.000 millones de reproducciones.

Vega pasó más de la mitad de su vida en distintos penales del país, hasta que recuperó su libertad y se dedicó a hacer lo que en verdad le apasiona: vídeos. Si bien desde la cárcel hacía algunas cosas caseras para entretener a su familia, con el tiempo se lo empezó a tomar un poco más en serio.

“No consuman drogas, que no consuman alcohol y a los pibes que ya están en este camino y llevan dos o tres condenas, que vean que se puede llevar una vida normal”, dice a sus seguidores Pablo A La Mazmorra, youtuber carcelario argentino.

Con un celular Samsung Galaxy J7 y la ayuda de su pareja, “Pablo A La Mazmorra” graba sus videos en una pieza donde tiene un poster del Club Racing y otro de Luca Prodan. 

Sus videos, por lo general, los realiza sentado en la cama, acompañado de “Mono” (su mono de peluche) y con un guión hecho de puño y letra. En ellos habla de temas que pueden ir desde un motín, la mala comida que reciben en la cárcel, una pelea entre compañeros, las injusticias del sistema penal en general; y hasta responde comentarios de “haters” y explica algunas de las terminologías que se utilizan en el “lenguaje tumbero”.

La base de mi programa es darle consejos a la gente para que no se incline por el camino del delito y que trate de no ser violenta, a pesar de cómo están los tiempos hoy, describe el youtuber sobre el contenido de sus videos y, en el mismo sentido, agrega sobre cómo deben vivir los que están privados de su libertad: “No consuman drogas, que no consuman alcohol y a los pibes que ya están en este camino y llevan dos o tres condenas, que vean que se puede llevar una vida normal”. 

“No es fácil pero se puede. Hay herramientas y alternativas. Siempre hay gente que te quiere. No puedes cambiar lo sucedido, no puedes cambiar lo que hiciste o lo que te hicieron. Pero puedes decidir cómo vivir ahora”, reflexiona. Las palabras del hombre que pudo liberarse de las rejas del calabozo y ahora maneja las “redes” de su destino. 


ADEMÁS EN ETERDIGITAL:

“Nuestro anhelo es que salgan de la cárcel y no reincidan” 

Prevenir el contagio en las cárceles 


Compartir