Más de 10 mil familias alrededor de la Argentina aún viven del oficio de canillita, se distribuyen los puestos y heredan hermanos e hijos. Sin embargo, existe una preocupación constante en la continuidad y calidad de sus espacios de trabajo.
Luciano de 34 años tiene su puesto de diario en el barrio de San Cristóbal. En 2006 comenzó a heredar, sin saberlo, el nuevo oficio de su padre, que había sido militar, radiólogo y comerciante. En esa época tenía negocios de golosinas pero cuando surgió esta nueva oportunidad en la familia el trabajo de canillita “era lo más rentable”. “Los diarios aún se vendían bastante”, señaló. Pero ahora, la realidad es otra. Los puestos se llenan de otros productos y desde el sindicato admitieron que “se está buscando ampliar los rubros” de venta.
Hace 17 años comenzaba el negocio familiar de Luciano. Hoy en día, él y su familia manejan tres puestos de diario. Uno lo heredó de su hermano, que lo dejó en la pandemia, y desde 2016 observa cómo se viene reinventando el negocio.
Ser canillita, sin embargo, no es solamente un negocio o un trabajo. Como tantos trabajos que comenzaron a principios del siglo XX y por las formas de vida de entonces, los trabajos eran oficios y formas de vida. El Secretario General del Sindicato de Vendedores de Diarios de Revistas de la Ciudad Autónoma y Provincia de Buenos Aires, Omar Plaini, aseguró: “Nosotros nunca lo miramos como redituable, primero es una profesión y luego un trabajo que nos permitió vivir con mucha dignidad muchos años”.
Reconvertir el oficio: ser canillita en la era digital
Las nuevas tecnologías y la adaptación de los diarios a la digitalización y la web apuntan, desde su incremento en la vida cotidiana, contra los diarios de papel. “Fuimos previendo incorporar nuevas disposiciones, donde se modificó la profesión misma para no quedar desfasados, así y todo la circulación de papel bajó a su punto mínimo en los últimos años”, agregó el dirigente.
En 2016 al abrirse las importaciones también se abrió una puerta para los canillitas, quienes aprovecharon a importar juguetes y productos para agregar a sus puestos. No obstante, el sindicato sigue manteniendo conversaciones con el Ministerio de Trabajo para acuerdos que puedan beneficiar al gremio. “Estamos conversando para ampliar nuestros ingresos, podríamos quedar atados al papel pero no”, explicó Plaini y continuó, “se busca ampliar los rubros, incorporar venta de pasajes de transporte, bebidas no alcohólicas, carga de sube y celulares y cobro de estacionamientos públicos”.
Por otro lado, algunos eligen transformar su puesto en un punto de venta de diversos productos. Luciano por la mañana trabaja en el puesto de Callao y Tucumán con los repartidores y por la tarde en el de Acoyte y Rivadavia donde los vinilos son su principal venta. Otros deciden vender autitos o manga, las populares historietas japonesas coleccionables. “El oficio seguirá existiendo si seguimos trabajando de esta manera, adaptándonos a los tiempos”, afirmó Luciano, resignado a tener que dejar lo tradicional.
Pero la generación que se ha criado leyendo en papel y recibiendo en sus casas el diario del día continúa disfrutando de estas costumbres. Más allá de las posibilidades tecnológicas, no renuncian al clásico diario. Luciano explicó: “El que compra el papel hoy no va a dejar de comprarlo por tener el digital, está acostumbrada a esto”. Sus clientes rondan de los 60 años para arriba. Lo que sí preocupa es que la costumbre de consumo no se herede en sus clientes. El tema es que “o lo dejan de comprar o se muere el cliente, no se renueva la generación”.
Entonces, el lento proceso del fin del diario de papel daría lugar a esta reconversión del oficio donde se mantienen los espacios físicos, la herencia familiar, la pertenencia barrial, pero el contenido de venta variaría dependiendo cada uno.
Muchas cosas apuntan contra la existencia de los puestos de diario: la era digital, la disminución de venta de diario, la edad de los clientes, las costumbres de las nuevas generaciones, la rentabilidad, las distribuidoras en quiebra, los acuerdos de trabajo.
No obstante, el gremialista resaltó la importancia que sigue teniendo el rol del canillita tanto en la Ciudad de Buenos Aires como en el conurbano, sostuvo: “El valor agregado que tenemos es la confianza con los vecinos”. Los canillitas siguen levantando su oficio como forma de vida, más allá de la venta de diarios, mediante un vínculo especial con el barrio. “Somos parte de la geografía del barrio”, afirmó.
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