Marcelo “Gillespi” Rodríguez es uno de los músicos más importantes de la escena del jazz y del rock local. Sus rulos colorados, lentes negros y cuadrados, morral, trompeta en mano y la sonrisa constante, lo convierten en un símbolo en sí mismo. Con 30 años de carrera, siete discos editados, y una impronta rockera adquirida en sus inicios con Sumo, surge este Desayuno en Ganímedes, un disco que lo encuentra “en un muy buen momento”, grabado en viajes y con la producción de Daniel Melero. “Ya no me preocupa si es rock, si es jazz o qué carajo es mi música”, confiesa Gillespi.
Por Nadia Fernández Alfaro
-¿Qué aportó la participación de Daniel Melero en Ganímedes?
– Él me dio muchísima personalidad. Era un proyecto que si bien sonaba bien, estaba empantanado y me faltaba ese empuje de “Loco, dale, no seas cagón. ¡Editalo!”. Me dió esa decisión y fue fundamental. Yo pensaba: “Melero produjo Canción Animal de Soda Stereo, qué va a producir la música de este trompetista de barrio”, pero finalmente lo hizo, se copó con el proyecto. Por momentos me quería ir hacia el músico purista: “No, esto está desafinado, está mal”, y él me decía: “¡Pará! Dibujá y después vemos”. No sé si por ansiedad o qué, empezaba a tocar muchas notas con la trompeta, y él me decía: “Es mucho. ¿A quién querés impresionar?”. Es como si alguien te llama a hablar y empezás “bla bla bla”, pará, Tato Bores, ja, ja. Era como un rapero musical y él me ayudó mucho a frenar eso.
-Y esto del error que surge en un momento de creación o artístico. ¿Lo reivindicás, creés que es positivo?
-El error… ¿Qué es el error? Digamos, filosóficamente, ¿Por qué es un error algo? Son preguntas eh, no son respuestas, las respuestas no las tengo ja, ja, ja. El error es algo que mucha gente determina, es la opinión del mainstream: “Sobre esta escala tendrías que haber tocado esta nota”. Es relativo el error en el arte. Es un poco el inconsciente también, por ahí era algo que tenía que salir. En el jazz sucede mucho en improvisaciones, tocás una nota que suena rara, pero a partir de esa nota empezás a construir algo que va a suceder a continuación que es muy interesante. El error te permite irte de lo previsible, hacia un lugar de búsqueda, que de otra manera no hubiese surgido.
-¿Sentís que Ganímedes te devuelve al rock?
-Sí, me devuelve. Melero es un rockero de alma, no rockero en el sentido Papo, sino de la cultura en sí, una forma de ver la vida, medio contestataria, provocadora. El sonido del disco es bastante extraño, no es muy radial, es medio under. Eso para mí es rock, esa cosa medio contracultural. Ganímedes tiene esa filosofía, ese proto rock, como prehistórico.
-¿Cómo conseguiste tu primera trompeta?
-Es una historia muy loca. Un compañero de la secundaria, Daglio de apellido, me llevó a una Iglesia Evangelista. Era todo como un show y el pastor había traído instrumentos para armar una banda en el templo con dos trompetas. Una se la quedó el hijo y la otra se la terminé comprando yo, pero tuve que ir a la iglesia un año. Un día agarré la trompeta y dije: “Bueno, chau!” ja, ja.
-¿Te sirvió la experiencia?
-Sí, me sirvió, pero después medio que agarré la calle y me fuí por los caminos del mal ja, ja.
-¿Ya sabías tocar la trompeta?
-No, no sabía tocar, aprendí después solo, soy autodidacta, en todo en sí. Con la trompeta me venía a Capital y me iba a un lugar que se llamaba Jazz y Pop, hacían jam sessions, entonces decían: “¿Quién quiere subir?” y yo subía de cara dura. Terminaba tocando con tipos re grosos, con maestros del jazz argentino como el Negro González. Ahí puse una pata en el jazz y la otra en el rock, y ese es el quilombo que soy, un todo, y todo termina en Ganímedes, ja ja.
“Olu Dara”, las palabras mágicas que llevaron a Gillespi a lo más alto
La casualidad hizo que dos genios de los vientos se encontraran en avenida Santa Fé, cara a cara. “¿Qué carajo le digo a este chabón?”, se preguntaba Gillespi que no quería quedar como un “cholulo” frente a Roberto Pettinato. Finalmente, le dijo al pasar: “Olu Dara”, el nombre de un trompetista extraño que solo “Petti” podía conocer. Impresionado por los gustos musicales de Gillespi, lo invitó a tocar a su departamento. Puso un vinilo de James Brown y tocaron juntos. Al terminar, Pettinato le dijo: “Mañana ensayo en Palomar con Sumo, ¿querés venir?”. “Fue como una prueba, como una audición sin que me diera cuenta” recuerda Gillespi con brillo en los ojos. A los 22 años, el trompetista “tocaba el cielo con las manos” pero con Sumo, en el escenario.
“El éxito y la notoriedad no siempre caen sobre los más aptos”
“Es genial. ¿A quién se la habré robado?”, ironiza el músico. “El éxito y la notoriedad no siempre caen sobre los más aptos”, afirmación extraída de Télam, explica la decadencia del rock nacional, y considera que “el camino trazado por músicos como Charly, Spinetta, Soda, que conquistaron América, hoy ya no está”. Sin dudas, una de las problemáticas más importante del rock actual es que está más globalizado, es “una fusión de estilos latinos” que crea piezas comunes y poco artísticas. La cultura del rock chabón, que habla de la droga, lo marginal, instauró en nuestro rock un estilo que dista mucho del “prestigioso rock de antes que tenía una identidad”. “En los tiempos que vivimos hay una especie de mediocridad, donde todos componemos, todos sabemos hacer todo” concluye el trompetista.
RT @EscuelaETER: “El error en el arte es relativo” / @gillespiok
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