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Existir indígena: el contraste entre lo ancestral y lo moderno

La lucha por la identidad, salud y conservación de la tradición de quienes aún viven en los Valles Calchaquíes.

Foto: Susi Maresca

El Valle Calchaquí, custodiado por altas cumbres, es una continuidad fitogeográfica que se extiende por 520 kilómetros de norte a sur, de los cuales sólo 49 pertenecen a Tucumán. Dentro de la extensión tucumana se encuentra el Valle de Tafí, hogar de dos localidades: Tafí del Valle y El Mollar. La cadena montañosa situada al oeste de la provincia entre las Sierras del Aconquija y las Cumbres de Tafí es testigo de una historia antigua. 

Tafí es indígena. Los Valles Calchaquíes son indígenas desde hace milenios. Así, se construye una identidad que se entreteje con el esfuerzo de mantener y reivindicar tradiciones. Hace más de 7.500 años, los cerros del extremo noroeste del Valle están habitados por indígenas y estos habían asumido como propio el territorio. Lo habían convertido en un hogar y en un mismo existir: en un todo. El pasado no es solo un recuerdo, sino una viva presencia que fluye en la sangre y se eleva en la historia y en el orgullo de pertenecer. 

La Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas resalta su derecho a vivir con dignidad manteniendo sus tradiciones y culturas buscando su propio desarrollo de acuerdo con sus propios intereses y necesidades. Por otro lado, la Constitución reconoce la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas y la posesión y propiedad comunitarias “de las tierras que tradicionalmente ocupan”.

Asimismo, la Ley 26.140 prohíbe los desalojos, y establece el relevamiento de las tierras habitadas por las comunidades de todo el país, respondiendo al reclamo más sentido de los Pueblos: los territorios. El respeto a su identidad cultural está ligado a su reclamo territorial, ya que el vínculo que los pueblos indígenas desarrollan con el territorio hace a su existir. Pero, ¿cómo se resguarda lo ancestral? ¿Cómo es la vida indígena desde su núcleo?

Alejo Azar es Cacique de la Comunidad Diaguita en Tafí del Valle desde hace un año y medio. En las urbes, ser indígena –y Cacique– despierta curiosidad. Uno siempre está luchando por reivindicarnos y que no se pierdan nuestras tradiciones, nuestra cultura, nuestro sentimiento de comunidad, que muchas veces se ve aplacado por el sistema”, cuenta y declara: “Las comunidades no son bien vistas en muchos sectores”. 

En este mismo sentido, Cristina Alejandra Nieva, maestra de primaria en la Comunidad de La Angostura afirma este prejuicio: “Ya está esa cuestión instalada de que las comunidades no tienen firmeza, de que se han quebrado, de que se están sacando los ojos entre comuneros… no hay algo firme”. 

Créditos: Susi Maresca

Alejo y Cristina comparten un reclamo muy sentido: los derechos indígenas son Derechos Humanos. Los marcos normativos que los amparan, a veces, no son percibidos en los remotos hogares de las distintas comunidades indígenas en el país y hoy sienten que la situación se agrava. 

En esta línea y con respecto a los desalojos, Cristina explicó que si bien hay un trabajo de carpeta territorial en el que se reconoció e identificó el territorio como parte de las comunidades indígenas, las Comunidades no tienen una cédula real. Es decir, no hay un reconocimiento de las tierras desde el Gobierno. “A esa ley la van extendiendo. La iban extendiendo tres años, y tres años, y así. Si al Gobierno de Javier Milei se le antoja acabar con la ley, chau, todo ese trabajo quedó en nada”, lamenta.

La idea y el temor de que el Gobierno Nacional termine con la Ley 26.160 no nace sin fundamentos. A pesar de que las normas internacionales prohíben cualquier distinción hecha con motivo de la raza, el color o el origen de la persona, el Cacique denunció un momento en el que esto quedó olvidado. Alejo comparte un ejemplo: “Hace poco me tocó vivir una situación en una reinauguración aquí en Tafí del Valle. Yo estaba invitado a hablar, y cuando llegó mi momento, vi que terminaba todo y le pregunté al encargado qué había pasado con lo que yo iba a decir. Me dijo: ‘No, vino gente de Nación y, por protocolo, Nación dijo que las Comunidades no podían hablar’”. 

De la misma manera, Cristina comparte: “Yo doy fe, me he criado así. Por el solo hecho de ser morocha muchas veces te discriminan o te dicen: ‘¿De dónde venís? ¿De la comunidad de La Angostura? Ah, bueno, andá allá lejitos’”. La discriminación y aislamiento para la maestra es algo “típico”, por lo que aún le molesta que todavía haya que trabajar en la reivindicación de la identidad de la comunidad ya que esto se suma al esfuerzo de uno mismo por sacarse el propio prejuicio. “Porque toda la vida nos han hecho creer que eramos morochitos, negritos e indecitos, y que no íbamos a llegar a ser nada. Yo tenía una maestra en la primaria que se preguntaba: ‘¿Para qué les vamos a enseñar a estos tontos, si nunca van a salir aquí?’”, lamenta. 

Créditos: Susi Maresca

La salud, por otro lado, que es también un derecho fundamental, en el Valle se convierte en un desafío. Alejo asegura que, independientemente de las comunidades, el acceso a la salud en los Valles es complicado por la falta de recursos humanos. Tafí del Valle, alejado de los centros primarios de alta complejidad se enfrenta a la escasez de elementos esenciales para resguardar la integridad de la salud de la población. 

Cristina alzó un reclamo más sentido y específico: en Tafí del Valle no hay nacimientos. “Ellos argumentan que no hay neonatología, que no hay sala de cuidados intensivos y toda la historia; por si llegara a tener alguna complicación la madre o el niño, a la embarazada la derivan directamente a Concepción, Monteros o San Miguel de Tucumán. No es que vos vas al hospital y podés decidir que nazca acá”, recuerda. No obstante, la maestra cuenta que cuando nació su hija la querían derivar pero ella negó y exigió que su parto fuera en El Indio. 

Créditos: Susi Maresca

Pero, ¿qué pasa con la identidad si cada día menos niños nacen en los Valles? Según Cristina, de 41 niños en su clase este año, solo tres son originarios de Tafí del Valle. Para los comuneros, muchas tradiciones se pierden mientras la palabra originario se les resbala de las manos. “Venís vos, te alojás en Tafí y, como no pertenecés aquí, hay muchas costumbres que no se respetan, que ya se han perdido”, opina. 

Es que, para resguardar lo ancestral, lo identitario y lo tradicional, se necesita de un trabajo minucioso y comunitario. Al respecto de esto, comparte: “Quiero armar un museo que sea un registro fotográfico en la casita de piedra en el parque como para que estas historias no se pierdan”. Su objetivo es que de los relatos se vayan recuperando fragmentos y se los vayan plasmando a través de fotografías, gráficos, de algo representativo de la comunidad. 

Sin embargo, “quedó en el intento”. Lamenta que la política se haya mezclado en los planes de conservación de la comunidad: “A mí parecer, se ha perdido el eje de lo que es la comunidad, la misma palabra que lo dice, un sentir comunitario, y es para todos, no para un grupo. Y ya no es así”. 

Cristina comparte que ya realizó varios reclamos con los comuneros por estas cuestiones en general, y en particular por el último Censo de Comunidades Indígenas que se realiza a través del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI). “Una de las cosas que yo más cuestiono es que mi hija no esté inscripta en el INEI. Las últimas fichas de la Comunidad de La Angostura han sido presentadas en el 2013. En ese entonces éramos 86 familias, una cosa así, pero las actuales son 200 y tanto”, determina.


*Estudiante de la carrera de Periodismo y Producción de contenidos a distancia.

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