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Medicina de transición: sanando de raíz


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Desde San Marcos Sierras, Córdoba, la médica especializada en obstetricia, ginecología y medicina reproductiva, con un posgrado en biología molecular, trabaja con una propuesta ágil y eficaz para mejorar la salud física, mental y espiritual. 


“La enfermedad no es un monstruo contra el cual luchar sino una oportunidad para transformarme”, dice Paula Moyano en su sitio web donde explica que emplea la  Cosmovisión Aborigen, la Biodinámica Craneosacral y el TRE®. Es que existen “muchas formas de tener Salud” y por eso, alienta este tipo de enfoque innovador para obtener bienestar -sin importar dónde uno viva-.

Ella es médica de la Universidad de Buenos Aires. Trabajó en el prestigioso Hospital Italiano de esa ciudad y es, además, especialista en Tocoginecología y Medicina Reproductiva, y Fellow en Bioquímica y Biología Molecular por la Universidad de Salud y Ciencia de Oregon, Estados Unidos (OHSU). 

Pero, un día “colgó el guardapolvo y cambió de paradigma”, según cuenta. Y es que hoy Paula vive en el medio del monte cordobés, cerca de San Marcos Sierra, y se dedica a otro tipo de medicina: la Medicina de Transición, un puente entre la Medicina convencional y la Medicina Chamánica.

-¿Cómo llegaste a la Medicina Chamánica?

-Porque me vine a vivir al monte. Fuera de las comodidades de una ciudad como Buenos Aires había una forma de vivir que yo desconocía. Eso empezó a cambiarme: la naturaleza empezó a entrar por cada uno de los poros de mi cuerpo, sin necesidad de hacer nada más que contemplar en intimidad. También fui encontrándome aquí con personas que, como yo, estaban vivenciando este tipo de contacto, y eso fue abriendo un camino.

Paula cuenta su historia mientras toma un té de corteza de chañar. Para quienes practican esta Medicina Ancestral de los pueblos Comechingones, originarios de la zona, esa planta es conocida por la conexión espiritual que promueve en quienes se vinculan con ella.

-¿Cómo es eso de “vincularse” con una planta?

-Las plantas son seres vivos. Desde la Fitoterapia Moderna se sostiene una relación de uso y abuso con ellas: se las toma para apagar un síntoma, para dejar de conectar con lo que no nos gusta, de la misma manera que se puede hacer con una cápsula. Pero, se deja de lado que son seres vivos y que ellas están en este mundo antes que nosotres. 

En cambio, en la Fitoterapia Holística, que es uno de los pilares de la Medicina Aborigen, entendemos que somos parte de un Todo: el mundo verde también es parte de mí. No hay separación. Por eso no los “consumimos”, sino que establecemos una relación con los yuyos

Como toda relación lleva un tiempo, un proceso; y necesito estar dispuesta a escuchar lo que la planta tiene para decirme, ver hacia dónde me quiere llevar. Ella tiene un susurro, me está contando algo, pero si hay mucho ruido no puedo escucharla.

-¿Y tomar estos yuyos y tener ese vínculo puede ayudar a curar enfermedades?

-Para los Comechingones no existe el concepto de enfermedad. El cuerpo tiene una sabiduría y un poder sanador en los que hay que volver a confiar. La Medicina Moderna interpreta e interviene. Es una medicina intervencionista en la que “se arregla algo que está roto” en el cuerpo. Es la medicina del miedo. Y así nos perdemos la posibilidad de entender algo más de la vida. 

La Medicina Aborigen, en cambio, observa. No hay nada que arreglar. El síntoma es un mensaje, una alarma que muestra hacia dónde hay que mirar. No hay una enfermedad sino una contradicción, una incoherencia en la Biología: entre lo que se siente, lo que se dice y lo que se hace. Ante esta incoherencia, el cuerpo se manifiesta a través de programas biológicos mostrándonos un movimiento que necesitamos hacer para volver al equilibrio, de manera flexible y dinámica. De eso se trata entender este juego que llamamos “vida”.

-¿A qué te referís cuando decís que la Medicina convencional es “la Medicina del miedo”?

-A que las patologías asustan. Y el enfoque de la Medicina convencional es la patología, el diagnóstico, la etiqueta. Ningún médico va a tratar gente sana. Muchas personas pierden el contacto con su cuerpo y depositan el poder afuera pensando que otro, que sabe, que estudió, le va a resolver el problema que tiene, y que una pastilla o un tratamiento quirúrgico le va a solucionar la vida. 

La Medicina convencional es una empresa y funciona como un negocio en el que se necesita tener gente enferma. Es una industria de fabricar enfermedades y patologías. Y, a partir de eso, surge otra industria: la farmacéutica que elabora un producto que “va a llevar al equilibrio” sin que lleguemos a entender para qué estamos desequilibradas. (Paula aclara que a ella le gusta hablar en femenino).

-Entonces, ¿deberíamos dejar de tomar medicación farmacológica?

-No hay ningún problema con tomar medicación farmacológica. Son dos caminos distintos. No me interesa entrar en una pelea entre la Medicina Aborigen y la convencional. Simplemente sucede que, al tomar plantas, si dejás que la planta te lleve te dás cuenta de que quizás el fármaco solo te está “apagando la alarma”, pero no estás sanando de raíz. Entonces vas haciendo un cambio de consciencia como lo hicieron los Comechingones que se dice que se fundieron con la Pachamama haciéndose Uno. Vas, cada vez más, hacia adentro hasta darte cuenta de que sos tu propia sanadora. Sos tu propia Chamana.

Sobre una mesa de madera rústica pueden distinguirse varios ejemplares de su libro: “Yo puedo. Una salida de la medicina del miedo”, en el que cuestiona el paradigma imperante y comparte la cosmovisión aborigen y sus prácticas milenarias, que van desde tomar yuyos y desparasitarse hasta esnifar rapé.

-¿La Medicina de Transición que proponés tiene que ver con ese cambio de consciencia?

-Concebí a la Medicina de Transición como un puente entre la convencional y la ancestral, justamente porque no se trata de estar peleada o enojada con la Medicina Moderna. Podemos nutrirnos de ambas y son perfectamente compatibles. Podés recurrir a un fármaco pero desde un lugar holístico, integrativo, desde la Totalidad, y no desde lo fragmentado. 

Si hay algo que no nos gusta o no queremos es mejor preguntarnos por qué, en lugar de rechazarlo. Permitirnos habitar esas preguntas, en vez de apagarlas. Creo que la transición tuvo que ver con mi propio camino: ser una médica convencional y trabajar en un hospital, y abrirme a este nuevo contacto con la naturaleza. 

-¿Y cómo hace alguien que no vive rodeado de naturaleza para hacer esa transición y cambiar de paradigma?

-Lo único que necesitás para adoptar esta mirada es despertar la curiosidad de lo que te esté pasando, entablar un diálogo con eso y darte la oportunidad de entrar en lo que no te gusta. Esto lo podés hacer viviendo en el monte o en un monoambiente en Buenos Aires. Pero tenés que sentir y despertar a esta curiosidad, y estar enfocada en este cambio. Si no, no funciona porque hay mucho de la cultura influyendo en nuestra forma de percibir nuestros procesos de salud y enfermedad. 

Para transitar este cambio, una va conectando y estableciendo un vínculo de a poco hasta que se hace parte de la rutina, de nuestro mantenimiento, de esta experiencia de estar vivas. Volvemos a la Totalidad del Ser entendiendo que todo está unido, que nada está separado ni librado al azar.

Paula se sumerge en el silencio del monte y pierde su mirada serena en el horizonte de una mañana gris, mientras da otro sorbo a su té de chañar. La gata lugareña, que la visita a diario, se acerca como recordándole que es hora de su caminata habitual por las sierras, en busca de yuyos frescos para sanar.


*Estudiante de la carrera de Periodismo y Producción de contenidos a distancia.

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