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Fanni Coria: ciudadana ilustre y guardiana de la memoria fotográfica de Merlo


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Desde 1978 que registra esa ciudad de San Luis junto a su pareja, Alfredo, desde la icónica casa de fotografía FOTO REI en la localidad de Los Molles. Nunca imaginó que este oficio fotográfico sería el que ejercería toda su vida pero ya lleva 45 años capturando la vida merlina con su cámara. 

– Y, ¿por qué a mí? 

– Porque sos un personaje que forma parte de la historia de Merlo y la otra pata de FOTO REI. Sos la mujer que a veces queda invisibilizada detrás del hombre, ¿no? 

, una mujer que es la dueña…

Tensa. Así arranca la charla con Fanni Zaide Coria. Ella parada detrás del mostrador de su negocio con un codo apoyado piensa y toma examen. Duda por un momento y finalmente con una sonrisa tímida dice: “Bueno, pasá”. 

De estatura media baja, piel rosácea y cabello bien corto entre ceniciento y blancuzco, la tez de su rostro lavado no refleja que lleva vividos 85 años. La edad para ella no es impedimento. Tampoco sus hábitos: sube y baja las escaleras que conectan su casa al negocio varias veces al día; y hace una hora de bicicleta fija diaria mientras se entera de las noticias locales, pese a que “el programa mucho no lo disfrute”. Además, cose, teje, lee, arregla su hogar, sus plantas y corta el césped del jardín de la casa de Los Molles, su “refugio”. 

Hace 46 años que se estableció junto a su marido y compañero de vida en este lugar que hoy es ciudad, pero en aquel entonces no superaba los 2.000 habitantes. Junto a Alfredo, Villa de Merlo (San Luis) tuvo además de dos nuevos pobladores, su primera casa de fotografía: la emblemática FOTO REI.

Entrar al local es como una inmersión en la historia, como un viaje en una cápsula del tiempo. Sus paredes están repletas de cuadros con fotos de su autoría y también de otras muchas de la mitad del siglo pasado que fueron juntando a lo largo de los años. Asimismo, retratos del poeta merlino Antonio Esteban Agüero, del aljibe histórico, la Iglesia, las sierras nevadas, arroyos, oficios, entre otros. Todos con tonos sepia que son una invitación a explorar la villa de antaño. 

“No soy de aquí, ni soy de allá”, de Facundo Cabral sonaba a un volumen casi molesto.

– ¿Qué radio es?

– Ay, no sé. Alfredo la pone… -Se acomoda en un sillón al lado del calefactor-. Sentate.

Al destino vinieron por influencia de Luis Landriscina quién frecuentemente en su programa de radio hablaba con José “Pepe” Mercau, un merlino descendiente de las primeras familias pobladoras que promocionaba el lugar como el “Tercer microclima del mundo”.

“Nosotros vinimos a pasear, a conocer y dijimos: ‘Sí, éste es el lugar’. La mamá de Alfredo había fallecido y nos queríamos ir del pueblo. Cambiar, ¿no? No nos podíamos acostumbrar a que las viejas nos faltaran. Entonces, nos vinimos para acá y la gente nos recibió bien”, cuenta y recuerda todavía sorprendida: “Costó un poquito porque no estaban acostumbrados a que, de golpe y porrazo, tuvieran la facilidad de necesitar una foto de carnet y estar acá en el pueblo sin tener que irse ni a Villa Dolores (Córdoba) ni a Tilisarao (San Luis), que era hasta donde la gente se iba a sacar la foto de carnet porque no había quien se la saque acá”.

Merlo le cambió la vida costumbrista que tenía Fanni en General Acha (La Pampa), donde “no solía salir mucho más que para lo justo y necesario”. El negocio comenzó entonces a crecer y ella pasó de atender el local a salir con su cámara y sus rollos: “Yo me iba sola al campo, cerca de Santa Rosa del Conlara (San Luis) a las 10 de la mañana y volvía a las seis de la tarde de sacar fotos en un cumpleaños”. 

“Me pasaba todo el día allá, porque en el almuerzo solo se podía a jugar a la taba. Y, a la noche, a lo mejor Alfredo se iba a algún evento y yo tenía un cumpleaños en La Paz o Santa Rosa. A las cuatro de la mañana me volvía sola y pensaba: ‘Si yo les contara esto a mis hermanas no me lo iban a creer’. Porque, a esa hora hacía 15 o 20 kilómetros solita para mi casa”, comparte. 

Las épocas eran otras. Pero, de los nueve hermanos y hermanas que eran, ella fue la que quizás rompió un poco con los moldes preestablecidos: sin necesitarlo, comenzó a trabajar de muy pequeña, a los 12 años, porque le gustaba tener su “platita” para comprar algo de su interés. Después, no paró más. 

A diferencia de lo que la mayoría de las personas piensa su amor por la fotografía nació mucho tiempo antes de conocer a su actual compañero: “Fue trabajando en una casa de fotografía donde aprendí a hacer las cosas. Me gustó y, por eso, enseguida empecé a revelar, a copiar. Tenía buen gusto para sacar fotos”. 

En su General Acha natal retrató a muchos niños y niñas que solo posaban para ella. Sin embargo, nunca imaginó que este oficio sería el que ejercería toda su vida porque ella se había preparado para la costura.

“Su primer marido era fotógrafo. Ella se casa muy joven, a los 19 o 20 años, y ahí es cuando empieza con el tema en La Pampa. A Alfredo no lo conocía, él se dedicaba a otras actividades y después termina casi circunstancialmente comprando un equipo de otro fotógrafo y se largó sola, porque era muy buscavidas”, contó José Mario Costamagna, historiador y amigo de la pareja.

Por su parte, la dueña de FOTO REI no quiso escarbar en su anterior relación. José Mario indicó con cautela que “era conflictiva”. Duró algunos años y de ella nacieron un hijo que murió hace unos años y dos hijas que residen en tierras pampeanas. “Un tiempo después de separarse de este hombre, conoce a Alfredo y desde ese entonces se dedican los dos a la fotografía. Pero, el fotógrafo tradicionalmente después pasa a ser él”, explica. 

Y, en este sentido, agrega: “Cuando vienen a Merlo, ella se dedica más a la atención del negocio y medio como que queda relegada. Aunque siguió y sigue haciendo paisajes, de flores, que es lo que lo que le apasiona; Alfredo es quien se dedica más a los personajes y a la cuestión histórica”, amplía el también integrante del Centro de Investigaciones Históricas de Villa de Merlo.

Una de las cuestiones que rescatan quienes conocen a Fanni es que, al mudarse con Alfredo a Merlo, se adecua inmediatamente al nuevo lugar. Ni ella ni él tuvieron la intención de modificarlo, por el contrario buscaron la manera de dar comodidades y servicios. De hecho, la primera fotocopiadora estuvo en FOTO REI, también las promociones escolares tuvieron su foto anual, y todos los acontecimientos importantes desde 1978 tuvieron sus registros en imágenes. 

“La fotografía me puso más en contacto con la gente, algo que me gusta mucho. Gracias a Dios, los clientes que hicimos son gente que se adaptó mucho a nosotros y que también cambió con nosotros porque le tenía desconfianza a los de afuera”, aporta ella.

Con los años su negocio se convirtió en una fototeca histórica, un lugar que no solamente cuenta con archivo fotográfico propio sino que, gracias a un trabajo minucioso y el contacto con familias tradicionales de Merlo y la zona, se pueden encontrar imágenes del siglo XIX y XX.

Esta contribución a la cultura y a la historia fue reconocida por la comunidad en 2018 cuando, al cumplirse 40 años de su llegada, se los declaró “Ciudadanos Ilustres”. Cinco años después, durante la 50° Fiesta Nacional Valle del Sol, los distinguieron como los Fotógrafos del Festival por las 43 ediciones ininterrumpidas de labor en la celebración más importante del pueblo donde, a dos cámaras, ella arriba del escenario y él abajo, capturaron los mejores momentos.   

Fanni no presume de los reconocimientos: es reservada, esquiva. Prefiere ser ella la que esté detrás de escena. Si bien su marido también escapa de los micrófonos, las entrevistas y los flashes, es quizá su voz más requerida y conocida en los medios locales. Tal vez sea por esa vieja costumbre que todavía existe de que los varones a quienes se los relaciona con lo público, lo de afuera.  

Sin embargo, para ella el hecho de ser mujer no le impidió poder hacer su trabajo. Fue aceptada en una sociedad que, en ese tiempo, tenía los roles bien definidos como “la mujer en la casa, el hombre en el trabajo”.  

“Ellos contaban que volvían del Festival, revelaban las fotos, dormían dos horitas y abrían el negocio a las ocho. Se lo nombra más a Alfredo, que es al que más se lo veía sacando fotos, pero van a la par porque el negocio lo han hecho entre los dos”, valoró Gastón Fonseca, hijo de una de las primeras parejas de amigos -Betty y Gastón- que se crió con este dúo casi inseparable de fotógrafos. 

Gastón, que es ahijado de bautismo de Fanni, ahora es Concejal y fue el impulsor de declarar como ciudadanos ilustres a la pareja y de interés municipal el patrimonio cultural que construye su archivo fotográfico. Él refirió que el reconocimiento fuera para los dos por igual, sin diferencias, porque como bien dice el texto, ambos son guardianes de la memoria en imágenes de la Villa de Merlo”

Actualmente, ella disfruta más de estar en su casa, de darse el tiempo para hacer lo que le gusta, de encontrarse con sus amistades y brindar en cada reunión por todos los años compartidos. “Ya salí mucho”, dice. 

De espíritu más bien tradicionalista, ella prefiere una galleta pampeana antes que un sushi, una “Sole” -Soledad Pastorutti- de los 90 antes que la “Soledad versión pop contemporánea”. “A mí me gustan las cosas nuestras, no las de los otros. Que se la arreglen los otros con sus cosas. No me gusta la gente que utiliza palabras de otro lugar, los anglicismos. Nosotros somos argentinos y tenemos que defender nuestra Argentina. Ahora, dan ganas de llorar; pero bueno…”, reflexiona. 

Pionera y audaz, Fanni ama a Merlo pero más ama a la fotografía sobre todas las cosas porque ésta puede dejar huella: “La foto es lo único que queda. Nosotros crecemos, nos ponemos mayores, nos vamos y quizá alguno se acuerde. Pero, si hay fotos hay historia”.

 – ¿Te puedo sacar una foto?

Ella se para y posa junto a la escalera de su local FOTO REI. 

-Bueno, pero que no salgan las manos.


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